El serio asunto del endeudamiento

El profesor Centeno, en una oportuní­sima estimación que parece plausible y que se ofrece en el artí­culo «Los grandes desequilibrios de la economí­a en cifras», que aparecí­a en «El Confidencial» el 7 de septiembre de 2009, calculaba que «la deuda pública total a fin 2009 ascenderá a unos 760.000 millones de euros, o el 76% del PIB. Y aunque no todo es compatible a efectos de Maastricht, es obvio que estamos encima del 60%».

Según revisiones de Merrill Lynch, el volumen, sólo de bonos (del Gobierno español) podría superar los 100.000 millones de euros en todo el ejercicio (2009)… La Banca… saca un beneficio con buena parte de estos bonos, porque le sirven para usarlos como porcentaje en las subastas de liquidez que realiza de forma rutinaria el Banco Central Europeo (BCE). El BCE presta a la banca a cambio de un aval. En este caso, la garantía es la deuda pública, que rinde más de un 3% anual, mientras que (el BCE)… le presta a la banca al 1%». Este beneficio genera que se estanque la financiación a familias y empresas, o que se logre en condiciones financieras muy onerosas EL PAÍS.- China ha elegido para celebrar los 60 años de la República Popular su rostro más inquietante, el de una inacabable parafernalia bélica cruzando Tiananmen. Mensaje al mundo de una nueva fuerza en la escena mundial con la que hay que contar, pese a que los dirigentes comunistas consideren paranoica cualquier suspicacia occidental ante un poderío que crece vertiginosamente. Fortaleza que es sólo la traslación militar de una influencia política y económica a escala mundial con la que Mao, iniciador de la gran transformación y la gran pesadilla, jamás llegó a soñar. EL PERIÓDICO.- El escándalo del Palau de la Música ha dejado petrificada a una sociedad, la catalana, que asiste perpleja desde hace días a un bombardeo de informaciones sobre presuntas prácticas corruptas protagonizadas por personajes muy conocidos por haberse movido durante años en el luminoso mundo del mecenazgo y las fundaciones de carácter cultural. Sería, sin embargo, un error pensar que el saqueo de una institución con la carga histórica del Orfeó Català es solo el fruto de la avaricia de un ramillete de gestores desaprensivos. Un puñado de noticias conocidas esta semana apuntan hacia una realidad aún más inquietante. La trama del Palau tenía relaciones inconfesables con el mundo de la política. Y eso da al caso una nueva dimensión que va más allá de la picaresca de un grupo de delincuentes de salón. Opinión. ABC El serio asunto del endeudamiento Juan Velarde Fuertes El profesor Centeno, en una oportunísima estimación que parece plausible y que se ofrece en el artículo «Los grandes desequilibrios de la economía en cifras», que aparecía en «El Confidencial» el 7 de septiembre de 2009, calculaba que «la deuda pública total a fin 2009 ascenderá a unos 760.000 millones de euros, o el 76% del PIB. Y aunque no todo es compatible a efectos de Maastricht, es obvio que estamos encima del 60%». Esto, automáticamente repercute en las estimaciones de la solvencia de nuestra deuda pública. Véase en ese sentido el artículo de Jonathan House, «España forcejea consigo misma para reducir el déficit (…)», aparecido a toda plana en The Wall Street Journal, 25/27 septiembre 2009, donde se subraya que, del gasto público total español, sólo corresponde al Gobierno Central el 21,6%; a las comunidades autónomas, el 36,3%; a los ayuntamientos el 13,2%, y al sistema de pensiones, el 28,8%. Y añade ese artículo que S&P, en junio, rebajó la clasificación del puesto de la deuda de Cataluña de AA+ a AA , anunciando la posibilidad de hacer más degradaciones en otras varias deudas, y en enero la deuda soberana de España se degradó a AA+, del máximo anterior AAA. Todo esto es grave por sí mismo. Basta tener en cuenta las declaraciones del Economista Jefe del FMI, y antes profesor en Harvard en el MIT, Olivier Blanchard, quien indicaba en L’Express de 24/30 de septiembre de 2009, que era posible, si no se actuaba combinando déficit con reformas estructurales, que «los mercados financieros perdiesen pronto o tarde la confianza en la capacidad de los Estados de reembolsar las deudas. No se sabe cuándo ni cómo, pero las consecuencias pueden ser extremadamente desagradables». Toda esa desconfianza se comienza a mostrar con los diferenciales (…) de los intereses de la deuda respecto a otros países marcados por los mercados financieros. En la española a 10 años y los mismos tipos de interés, vemos que, el 24 de septiembre de 2009, según Financial Times la misma deuda pública, la gubernamental a diez años, rinde un 3,85% al año la española, pero la análoga alemana se acepta que rinda un 3,34%, la francesa que perciba un 3,59%, la norteamericana, un 3,41%, la británica un 3,72%, o la sueca un 3,43%. Se piden aun más tipos de interés que a España al bloque de Irlanda, Portugal, Grecia e Italia, con lo que se vincula Spain a ese bloque denominado despectivamente de los PIIGS. Pero si tenemos tipos de interés altos en la deuda pública, ¿qué no sucederá en la privada? Incluso se rehuye prestar al sector privado, mientras sí se hace al Estado. El mecanismo es sencillo. Lo exponen así D. Badia y M. Romaní en Expansión el 26 de septiembre de 2009: «Según previsiones de Merrill Lynch, el volumen, sólo de bonos (del Gobierno español) podría superar los 100.000 millones de euros en todo el ejercicio (2009)… La Banca… saca un beneficio con buena parte de estos bonos, porque le sirven para usarlos como porcentaje en las subastas de liquidez que realiza de forma rutinaria el Banco Central Europeo (BCE). El BCE presta a la banca a cambio de un aval. En este caso, la garantía es la deuda pública, que rinde más de un 3% anual, mientras que (el BCE)… le presta a la banca al 1%». Este beneficio genera que se estanque la financiación a familias y empresas, o que se logre en condiciones financieras muy onerosas. De nuevo surge el fantasma del ministro Alba, cuyo manejo perverso y criticadísimo del déficit con el redescuento de la deuda se prolongó nada menos que hasta 1959. Ahora, con las variantes que viven Solbes y Salgado vuelve a ser el déficit del sector público un serio factor de perturbación. Se trompeteó que nuestra deuda del Estado era pequeña aunque, como señaló hace tiempo Feldstein, existía ya otra deuda a añadir, la de las forzosas pensiones a las que se había comprometido el sector público. Efectivamente, eso existía ya, mientras pasaban a ser descomunales la deudas de las economías familiares y las de las empresas. Y ahora, a todas éstas, se suma este desbocamiento de la del conjunto del sector público. Pero, para atender el servicio de esa deuda-intereses, amortizaciones ¿qué rebajas tremendas habrá que hacer en el gasto público, o qué incrementos, que parecen imposibles de tolerar, con los impuestos? Y esto, en una economía en franca depresión. ABC. 5-10-2009 Editorial. El País China a los sesenta El régimen comunista emerge como un poder mundial repleto de inquietantes contrastes China ha elegido para celebrar los 60 años de la República Popular su rostro más inquietante, el de una inacabable parafernalia bélica cruzando Tiananmen. Mensaje al mundo de una nueva fuerza en la escena mundial con la que hay que contar, pese a que los dirigentes comunistas consideren paranoica cualquier suspicacia occidental ante un poderío que crece vertiginosamente. Fortaleza que es sólo la traslación militar de una influencia política y económica a escala mundial con la que Mao, iniciador de la gran transformación y la gran pesadilla, jamás llegó a soñar. Todavía hace muy poco se profetizaba que el coloso asiático de partido único sería la víctima mayor de la crisis económica. Los despidos masivos de sus fábricas parecían apuntarlo. Un año después del estallido de Wall Street, sin embargo, Pekín está en vías de restablecimiento y es parte activa en el esfuerzo de recuperación global. La vida diaria de millones de chinos es miserable, pero el PC que dirige sus destinos, a falta de legitimidad democrática exhibe como argumento final que hace al país más rico y más fuerte: mezcla de un crecimiento anual cercano al 10% desde que Deng Xiaoping abrió China al mundo y de los misiles intercontinentales que discurrían el 1 de octubre por las avenidas de la Ciudad Prohibida. Los dirigentes chinos pretenden ofrecer una imagen de poder pacífico, cooperador e inofensivo, aunque entre sus amigos figuren algunos de los regímenes más abyectos del planeta. Nunca Pekín ha tenido tanta mano o proyección en asuntos internacionales de importancia. Se trate de la conferencia sobre el clima, de sugerir el reemplazo del dólar como moneda de reserva o de erigirse en interlocutor diplomático imprescindible; sea para aplacar la insania nuclear de Corea del Norte (previamente fomentada por su quietismo) o para lubricar el diálogo con Irán. Pero es un hecho que la trastienda del régimen alberga demasiados cadáveres. Unos llevan el nombre de la absoluta intolerancia comunista hacia cualquier disidencia política o étnica (Xinjiang, Tíbet). Otros, su implacable control de la justicia o la información o su exaltación del nacionalismo hormonal. La superpotencia naciente, que todavía apunta grotescamente a Taiwan con cientos de cohetes, necesita más que nunca resolver su dilema radical: cómo expandir su prosperidad mientras un partido comunista mantiene en un puño el control del poder. EL PAÍS. 5-10-2009 Editorial. El Periódico Investigar en el Palau, caiga quien caiga El escándalo del Palau de la Música ha dejado petrificada a una sociedad, la catalana, que asiste perpleja desde hace días a un bombardeo de informaciones sobre presuntas prácticas corruptas protagonizadas por personajes muy conocidos por haberse movido durante años en el luminoso mundo del mecenazgo y las fundaciones de carácter cultural. Sería, sin embargo, un error pensar que el saqueo de una institución con la carga histórica del Orfeó Català es solo el fruto de la avaricia de un ramillete de gestores desaprensivos. Un puñado de noticias conocidas esta semana apuntan hacia una realidad aún más inquietante. La trama del Palau tenía relaciones inconfesables con el mundo de la política. Y eso da al caso una nueva dimensión que va más allá de la picaresca de un grupo de delincuentes de salón. Las investigaciones realizadas por este diario sacaron a la luz el pasado jueves que del Palau de la Música salieron los 12 millones de pesetas con los que Àngel Colom saldó deudas de su aventura política en el Partit per la Independència. El viernes, el secretario general adjunto de CDC, Felip Puig, admitía que la Fundació Ramon Trias Fargas recibió 630.000 euros del Palau a lo largo de nueve años. Se sabe también que el principal responsable de la trama, Fèlix Millet, era miembro de la fundación FAES, próxima al PP. Cabe, por tanto, sospechar que bajo las alfombras de un templo modernista de la cultura se escondía un chiringuito financiero que engrasaba maquinarias próximas a grandes centros de decisión política. Y una sociedad democrática no puede vivir con esa desconfianza, por más que se la invite a mirar hacia otro lado. Las reacciones de algunos dirigentes políticos en el sentido de que todos los partidos se han financiado pidiendo dinero a particulares o de que son legales los convenios entre fundaciones parecen querer zanjar el caso del Palau con un castigo ejemplar para Millet y sus cómplices directos, mientras el entramado político sale, una vez más, airoso de un asunto impresentable. ¿Deberemos ver como normal que una institución de promoción de la música dedique fondos a pagar deudas de partidos? ¿O asumir sin más que dar dinero a la Fundació Trias Fargas forma parte de la actividad del Orfeó Català? Los ciudadanos difícilmente entenderán que fondos destinados a revitalizar la maltrecha cultura catalana vayan, por arte de magia, a parar a otros fines. Una siniestra maquinaria propagandística parece haberse puesto en marcha para diluir las ramificaciones más incómodas del escándalo. Ya hay voces que hablan de que tras las informaciones del caso se ocultan maniobras contra algunos partidos, el mecenazgo, o las peculiares relaciones del poder político con la sociedad civil. La manifiesta lentitud del juez ­–ni siquiera ha llamado a declarar a Millet– también alimenta la posible entrada en una nebulosa de incierto final. Este diario, que durante seis años donó fondos al Palau de la Música para su labor cultural, va a defender en este caso que nadie pueda buscar salidas pactadas al margen de una actuación judicial clara, rápida y con todas las garantías. Catalunya no puede perdonar que sus grandes instituciones culturales sean sospechosas, ni que del oasis pasemos a la ciénaga. EL PERIÓDICO. 4-9-2009

Deja una respuesta