El problema son los bancos alemanes, no las cajas

«Es inquietante que los lí­deres europeos estén luchando contra los sí­ntomas de la enfermedad, no contra las verdaderas causas. El problema son las diferencias de competitividad. Y el problema son los bancos alemanes, y no las cajas españolas. Europa deberí­a resolver el problema recapitalizando esos bancos, no proponiendo ese doloroso proceso de austeridad en medio de la crisis.»

Los landesbanken [bancos regionales alemanes] se endeudaron más incluso que los bancos de EE UU; se metieron en subrimes, en activos tóxicos; desde luego, están en más líos que las cajas. Por el simple hecho de ser alemanes se les está tratando mejor que a las cajas, y esa es una lógica discutible. España ha puesto en marcha una reforma que va en la buena dirección, aunque no sé si lo suficientemente ambiciosa. Pero el orden de magnitudes de las cajas es inferior al agujero de los bancos alemanes. Y, sobre todo, lo increíble es esa atmósfera política que se ha instalado en el norte de Europa y que parece no tener en cuenta que los problemas de la banca en los países del sur inciden directamente en la banca del norte, que tiene una enorme exposición al riesgo en esos países. (EL PAÍS) PÚBLICO.- "Alemania nos mira desde un punto de vista imperial al sur de Europa", concluye Albert Recio, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, que teme que la implementación del tipo de medidas que propone Merkel podrían llevar a la depresión en la economía española. "Se podría dar incluso un efecto bumerán para Alemania al pasar factura a sus propias exportaciones por la caída del consumo en los países de su entorno", insiste. "No tiene sentido que Alemania quiera que todos seamos como ella", matiza Steinberg. "Si todos tuviéramos superávit por cuenta corriente, ¿a quién exportaríamos?", se pregunta el investigador. Entrevista. "El problema de Europa no son las cajas, sino la banca alemana" Claudi Pérez Interior, día. Niall Ferguson (Glasgow, 1964) se sienta unos minutos con este periódico con un ejemplar de su último libro (La vida del banquero Siegmund Warburg, aún no publicado en España) en la cartera. Niall Ferguson polemiza con Paul Krugman y critica a los neokeynesianos, cita con profusión al padre del neoliberalismo -"pase lo que pase, los Gobiernos no deben dejar que sus bancos quiebren" (Milton Friedman)- y sigue pensando que hizo bien apostando por John McCain frente a Barack Obama en las elecciones estadounidenses. Niall Ferguson, en fin, es un tipo tan brillante como controvertido, capaz de dejar un par de fogonazos que se salen del tibio regazo de la opinión predominante: "El problema de Europa no son las cajas españolas, sino los bancos alemanes; y el problema del mundo no es la crisis fiscal europea, sino la crisis fiscal estadounidense que se avecina". Al cabo, el Commerzbank alemán acumula más vencimientos este año que todos los bancos y cajas españoles juntos; la deuda y el déficit estadounidenses están varios cuerpos por encima de la media europea. Se le considera un fundamentalista del liberalismo (aunque cambia de opinión a menudo y eso no parece importarle demasiado) y se le acusa de revisionista en lo relativo al colonialismo y al imperialismo; desde su cátedra de Harvard sostiene que la globalización es la nueva forma de dominio que ha inventado EE UU. Y además escribe como los ángeles, se ha hecho millonario -y famoso- con sus libros y conferencias y, sobre todo, supone un contrapunto a una mayoría de expertos anglosajones que tiende a minusvalorar los potenciales peligros de la laxitud macroeconómica y de repetir los errores del pasado. Además acaba de reunirse con José Luis Rodríguez Zapatero en medio de ese viraje que ha llevado al presidente español a ser uno de los grandes adalides de la austeridad, de las reformas y demás exigencias de los mercados; algo en lo que Zapatero puede contar con Ferguson como aliado. Pregunta. La crisis fiscal parece estar acabando con parte del romanticismo que rodeaba la idea de Europa. ¿Ve en la UE el mayor riesgo para la economía? Respuesta. Queda crisis europea para rato, pero ese no es el mayor problema: la preocupación de la economía mundial debería ser la crisis fiscal estadounidense que se avecina. Además es un error decir que lo de Europa es en puridad una crisis fiscal. Hay dos cosas más importantes: la crisis bancaria, que no está ni mucho menos cerrada, y la divergencia entre los costes laborales de Alemania y el resto. La crisis fiscal es consecuencia de esos dos problemas. En una unión monetaria debe haber transferencias fiscales del centro a la periferia o un mercado laboral completamente integrado; nada de eso ocurre en Europa. P. Pero se ha impuesto el discurso de la austeridad, una especia de Consenso de Berlín. R. Es inquietante que los líderes europeos estén luchando contra los síntomas de la enfermedad, no contra las verdaderas causas. El problema son las diferencias de competitividad. Y el problema son los bancos alemanes, y no las cajas españolas. Europa debería resolver el problema recapitalizando esos bancos, no proponiendo ese doloroso proceso de austeridad en medio de la crisis. P. ¿Por qué entonces el mercado pone ese énfasis en las cajas? R. Los landesbanken [bancos regionales alemanes] se endeudaron más incluso que los bancos de EE UU; se metieron en subprimes, en activos tóxicos; desde luego, están en más líos que las cajas. Por el simple hecho de ser alemanes se les está tratando mejor que a las cajas, y esa es una lógica discutible. España ha puesto en marcha una reforma que va en la buena dirección, aunque no sé si lo suficientemente ambiciosa. Pero el orden de magnitudes de las cajas es inferior al agujero de los bancos alemanes. Y, sobre todo, lo increíble es esa atmósfera política que se ha instalado en el norte de Europa y que parece no tener en cuenta que los problemas de la banca en los países del sur inciden directamente en la banca del norte, que tiene una enorme exposición al riesgo en esos países. P. ¿La respuesta política está siendo la adecuada? R. El escenario más preocupante es que Europa siga arrastrando los pies detrás de los mercados; que se sigan identificando los problemas de Portugal y sobre todo de España con los de Irlanda y Grecia, algo completamente desafortunado. Y que prosiga esa política casi masoquista desde las instituciones europeas, que no acaban de encontrar soluciones pese a que están totalmente identificadas. Eso incluye tanto a Bruselas como al BCE: el banco central tiene una responsabilidad, debe continuar comprando bonos de los países periféricos para reducir la presión si no quiere que prosiga ese juego tan peligroso entre política y mercados. P. ¿Alemania es el problema? R. Los alemanes no pueden seguir pretendiendo que el problema no va con ellos. La crisis fiscal de la periferia europea es definitivamente su problema. Es el problema de sus bancos. Y es el problema de su economía: sus exportaciones van hacia esos países; sin la eurozona, si el marco existiera, Berlín tendría un problema fenomenal, con una apreciación de su tipo de cambio que acabaría de un plumazo con el superávit del que Alemania presume tanto. Por eso es tan desafortunada esa cacofonía de voces en la que desafina a menudo el discurso alemán. P. Hay quien ha profetizado el final del euro. ¿Lo ve posible? R. No lo creo. Los costes de salir del euro son muy superiores a los beneficios de esa salida para cualquier país. Pero estamos en un momento crítico, a la espera de las reuniones en Bruselas en marzo y de un verdadero liderazgo en Berlín que faciliten las cosas a Lisboa y a Madrid. Sin la respuesta adecuada, la integración de los últimos años puede revertirse para dar comienzo a un proceso de desintegración. P. Hace justo un año usted hablaba de una situación a la griega en EE UU. ¿Sigue pensándolo? R. Está más cerca: el momento de la verdad llegará este año o a lo sumo en 2012, porque no creo que Obama vaya a centrarse en recortar el déficit en plena campaña electoral. P. En sus libros cuenta cómo España suspendió pagos 14 veces entre el siglo XVI y finales del XVII. El último Davos empezó con pesimismo sobre España, aunque esa música ha cambiado por las reformas. ¿Qué espera usted? R. La situación española es muy diferente de la de Grecia e Irlanda. Ni la crisis fiscal es comparable a la griega, ni la bancaria -pese a la burbuja inmobiliaria- a la irlandesa. El Gobierno ha empezado a hacer los deberes. El riesgo es el efecto contagio, pero confío en que al final los alemanes -y no hay que olvidar que hay un francés al frente del BCE- hagan lo adecuado para que la crisis no llegue hasta Madrid. La alternativa es terrorífica. España es una economía enorme: todo el mundo saldría perdiendo -y mucho- si eso pasara. No veo nada parecido a lo que ocurrió hace 300 años: España es hoy un país muy diferente. Soy optimista. ******************************************* Opinión. Ni Facebook, ni Twitter: son los fusiles Moisés Naim La de Túnez fue la Revolución de Wikileaks y la de Egipto fue la Revolución Facebook. Gracias a Wikileaks, los tunecinos conocieron el cable donde el embajador estadounidense revelaba la extraordinaria corrupción del dictador y su familia. En Egipto, fueron los jóvenes hartos de Hosni Mubarak y su régimen quienes se encontraron y organizaron a través de Internet. Facebook y Twitter hicieron posible que, por fin, el pueblo se lanzara a las calles. El resto es historia. Pues no. Esta no fue ni es la historia. Esta incompleta visión de lo que allí sucedió no ayuda a entender la marea árabe y su posible evolución de aquí en adelante. No hay duda de que las redes sociales, en especial Facebook y los mensajes a través de Twitter, o las filtraciones de Wikileaks, tienen algo que ver con los alzamientos populares en el mundo árabe. Algo. Pero explicar lo que sucedió en Túnez, Egipto o Libia primordialmente en términos del impacto que allí han tenido las nuevas tecnologías de información es una exageración. Esta perspectiva no nos explica, por ejemplo, por qué Libia, un país con una bajísima penetración de Internet (cerca de 350.000 usuarios en una población de más de seis millones) o en Yemen, con índices aún más bajos, han sido de los países más sacudidos por las revueltas populares. Una de las sorpresas de las protestas callejeras en Egipto ha sido su diversidad social, religiosa, generacional y regional. Y aunque en Egipto hay proporcionalmente más usuarios de Internet que en el resto de la región, cabe suponer que un porcentaje importante de quienes participaron en las revueltas no tiene una cuenta en Facebook ni tuitea; muy probablemente ni siquiera usa regularmente Internet. Claro que, una vez que surge un grupo de líderes coordinados por Internet y que logra movilizar a un número mayor de seguidores, muchos otros que comparten sus exigencias y deseos de cambio se les unen, habiéndose enterado a través de canales distintos a Internet. Aquí, la frase más importante es "que comparten sus exigencias y deseos de cambio". Es esta frustración generalizada, producto de décadas de malas políticas económicas, combinadas con vasta corrupción, creciente desigualdad y una amplia desesperanza, lo que crea la motivación para tomar las plazas. Y ver por televisión que en otros países esto da resultados y que el pueblo en la calle logra derrocar a un dictador que hasta hace poco era intocable también es una potente fuerza movilizadora. Y en esto los canales de noticias en árabe que llegan vía satélite han sido una fuerza mucho más poderosa que Internet. Pero, quizás, lo más relevante es que la fascinación con el papel de las nuevas tecnologías en los cambios políticos en el mundo árabe ha opacado la importancia que en todo esto ha tenido una vieja tecnología: los fusiles. El papel de las Fuerzas Armadas en lo que sucedió en Túnez o Egipto ha sido tanto o más determinante que Facebook. En estos países, los militares les quitaron el apoyo a los dictadores, y a estos no les quedo más opción que irse. Si bien inicialmente fueron los grupos en Facebook quienes convocaron a los egipcios a la plaza de Tahrir, fue el Ejército el que hizo posible que la plaza se transformara en el lugar donde las familias podían ir sin miedo a manifestar su repudio al régimen. Afortunadamente, los militares egipcios no tuvieron la propensión genocida de algunos de sus colegas libios. En Libia, las Fuerzas Armadas se han fragmentado y algunas unidades y los mercenarios de Gadafi han estado dispuestos a liquidar a sus opositores. Otros uniformados están luchando al lado del pueblo. Si los militares no se hubiesen dividido y todos hubiesen acatado las órdenes de Gadafi de "matar como ratas" a quienes protestan en las calles, el futuro del régimen libio no estaría en duda. Como ya he escrito en otras columnas, al final los que definen cuándo y cómo muere una dictadura son los militares. ¿Y qué tiene que ver Internet con todo esto? Mucho menos de lo que estamos leyendo y oyendo en las noticias de estos días. Reconocer esta realidad ayuda a vislumbrar mejor el futuro político de los países sacudidos por estas revueltas populares. En Egipto, por ejemplo, a menos que la presión popular continúe, obligando a las Fuerzas Armadas a aceptar reformas más profundas, la revolución solo habrá servido para reemplazar una pequeña élite corrupta por otra. Los militares egipcios son un importante factor económico y obtienen enormes beneficios de las malas políticas que tienen a miles de jóvenes egipcios sin empleo y sin futuro. Y quitar los privilegios al estamento castrense seguramente exigirá mucho más que montar una página en Facebook o denunciarlos en Twitter. EL PAÍS. 27-2-2011 Economía. Público Las exigencias de Merkel pueden ahogar a España B. Carreño País Vasco y Hamburgo son las regiones más ricas de España y Alemania, respectivamente, según los datos publicados por Eurostat este jueves. La renta per cápita de la comunidad autónoma española en paridad de poder de compra (equiparable internacionalmente) estaba en 34.500 euros en 2008 mientras que la de Hamburgo era de 47.100 euros. Es decir, que el alemán medio más "rico" es un 36,5% más pudiente que su homólogo español. La moneda común no ha logrado borrar las diferencias estructurales entre España y la locomotora europea. Este salto es casi abismal con otros países como Grecia o Portugal. Sin embargo, la canciller alemana, Angela Merkel, pretende cerrar en las próximas semanas un plan económico que implante en toda la zona del euro las mismas recetas económicas que funcionan, cuando se aplican, en su país. El llamado Pacto de Competitividad quiere imponer una fuerte disciplina fiscal que lleve a un déficit cero de media a lo largo del ciclo económico; desligar la inflación de los salarios para incentivar la productividad, y armonizar la fiscalidad en los países del euro. "En realidad no es un documento como tal, es una propuesta maximalista destinada a justificar su cambio de opinión a la hora de ayudar a los países con problemas a causa de la crisis del euro", explica escéptico el investigador del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid Federico Steinberg. Los expertos consultados por Público no creen que la propuesta franco-alemana (Nicolas Sarkozy la ha respaldado) vaya a ver la luz como está formulada, en parte, por la dificultad misma de su aplicación. Pero si se hiciera, y se implementara drásticamente, muchos creen que podría frenar la recuperación de la economía española, ya que ataría en corto la demanda en un momento clave para la expansión. Un acuerdo en materia de restricción fiscal "es casi imposible desde nuestro punto de vista", apunta un informe de Merrill Lynch. La entidad recuerda que la disciplina fiscal es fundamental para la sostenibilidad del euro, pero también admite que fijar unas "reglas inflexibles para gestionar los balances pueden ser muy costosas porque los países no pueden usar la política monetaria para ir en contra del ciclo […], por lo que puede ser un elemento desestabilizador". "No es razonable", coincide el catedrático de Hacienda Pública de la Universidad del País Vasco Ignacio Zubiri. "La capacidad de endeudarse y de redistribuir la renta entre generaciones se hace mediante el déficit", recuerda. Este catedrático también discrepa en parte con la imposición de armonizar los impuestos. "Hay que luchar para que no se haga competencia fiscal a la baja, pero la solución no tiene por qué ser igualar el tipo de sociedades. Hacer tributar a las empresas por las ventas que hacen en un país puede ser la vía". En opinión de Zubiri, "cada país tiene una diferente estructura económica y, por tanto, una diferente necesidad de ingresos". "Las reformas pueden ser en el camino correcto pero hay que ajustar los tempos, no podemos hacerlo tan deprisa", apostilla el profesor de Finanzas de la Escuela de Negocios Esade Jordi Fabregat. "En el corto plazo ahogas la economía si no permites a un país endeudarse, pero la tendencia es lo importante", asume. El catedrático de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid Juan José Dolado también entiende el origen de la presión alemana. "El más fuerte es el acreedor del resto y pone las reglas. España es sospechosa ante los mercados por su tasa de paro, y se nos vana exigir medidas", apunta. "Alemania nos mira desde un punto de vista imperial al sur de Europa", concluye Albert Recio, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, que teme que la implementación del tipo de medidas que propone Merkel podrían llevar a la depresión en la economía española. "Se podría dar incluso un efecto bumerán para Alemania al pasar factura a sus propias exportaciones por la caída del consumo en los países de su entorno", insiste. "No tiene sentido que Alemania quiera que todos seamos como ella", matiza Steinberg. "Si todos tuviéramos superávit por cuenta corriente, ¿a quién exportaríamos?", se pregunta el investigador. Productividad y salarios La polémica se ahonda ante la propuesta alemana de que en España se desligue la subida de los salarios de la inflación. El Gobierno español podría obligar a patronal y sindicatos a adoptar esta propuesta si ambas partes no cierran de mutuo acuerdo el pacto (ver información adjunta). El economista Juan Francisco Martín Seco cree que "lo que se pretende es delibitar la negociación. Si las subidas salariales son con la inflación futura [como se hace en España] no puede atribuírsele un efecto inflacionista". Además, los expertos discrepan de los efectos en la economía. "Los salarios han crecido en Europa la mitad que la productividad. En realidad, los salarios se han quedado ligados al poder adquisitivo, pero el aumento de la productividad ha ido a los beneficios empresariales. El problema es que no hay inversión. Lo realmente relevante no son los costes laborales porque los países más competitivos tienen costes laborales más caros", resume Alberto Montero, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga. Steinberg concuerda con esta línea y recuerda que "la competitividad también se mide por los costes y los márgenes de los beneficios. Hay que alinear los beneficios con la productividad y que los ajustes no recaigan sólo en el trabajo. Por ejemplo, el incremento de la competencia en el mercado interior de servicios sería bueno para la competitividad pero Alemania se niega". Por su parte, Manuel Balmaseda, economista jefe de Cemex, cree que la medida podría ayudar a poner en valor a los sectores más productivos. "Con este sistema se localizan los sectores con más productividad porque tienen que tener una renta mayor". Balmesada pide que también el empresario sepa "repercutir" la subida de los precios en los salarios. De esta opinión es la mayoría de los expertos consultados por Público, que no lamentan que en la época de las vacas gordas, en España no hubiera una subida salarial que participara de los beneficios empresariales. Fabregat reconoce que "nos enfrentamos a varios problemas con la medida, porque aún no sabemos muy bien cómo medir la productividad. Además, estamos de acuerdo en desligar los salarios de la inflación pasada, pero la inflación futura ¿quién la decide?", se plantea. Dolado es partidario de que en la reforma de la negociación colectiva se deje para el terreno empresarial este tipo de decisiones, como la actualización de salarios, de forma que suban en línea con la productividad de la empresa. "Se podría calcular la productividad por empresa con las ventas menos los costes entre el número de trabajadores", apunta el catedrático. Elecciones Un complicado consejero para la economía, la política, se alía estos días para que la canciller alemana se muestre especialmente firme en sus peticiones ante los socios del euro. Merkel se enfrenta a un duro año electoral en Alemania, con siete citas con las urnas regionales, y una primera y dura derrota hace apenas una semana precisamente frente a los ricos votantes de Hamburgo. Sin embargo, al otro lado, el líder de la mayor de las economías "periféricas", Zapatero, también se enfrenta a su propio examen ante las urnas autonómicas, lo que hace presagiar un intenso forcejeo en la Cumbre del 11 de marzo. PÚBLICO. 27-2-2011

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