El precio de la vivienda nos empobrece

El precio de la vivienda quiebra el poder adquisitivo de los salarios, condiciona nuestras vidas y nos hace cada vez más pobres. Esta es la principal conclusión de lo que está pasando con la escalada de los precios, especialmente del alquiler.

El salario más frecuente según el Instituto Nacional de Estadística no llega a 1.000 euros al mes, pero el precio de la vivienda medio en toda España está en torno a los 500, 600 o 700 euros. Es decir, la gran mayoría de los trabajadores españoles tenemos que dedicar un 60% de nuestros salarios al pago de la vivienda, incluso más si lo que pagamos es una hipoteca.

Apenas nos quedan 400 euros, o menos, para hacer frente al conjunto de gastos básicos de cualquier hogar: agua, luz, alimentación, vestido, colegios, transporte…

Pero mientras los salarios se han degradado más del 25% en la última década, los precios de la vivienda no dejan de subir, crecen exponencialmente más que los salarios.

En los últimos años los precios del alquiler no han dejado de subir. Desde 2014 a 2017 han subido un 25%. En Madrid un 33% y en Barcelona hasta un 54%.

Este es el auténtico problema: el drama de los precios de la vivienda que crece otra vez desbocado frente a los salarios.

No es un problema solo de las grandes ciudades o de una parte del territorio nacional. La Comunidad de Madrid o Cataluña lideran la escalada de los precios del alquiler, con precios medios superiores a los 1.000 euros por contrato de arrendamiento. Pero hasta en Extremadura, la comunidad con los precios más bajos, la media de los contratos de alquileres está en 440 euros, con unos salarios también por debajo del salario más habitual. También allí se cumple la regla general: los extremeños tienen que dedicar el 60% o más de sus salarios para hacer frente a los precios de la vivienda.

La vivienda, junto con la sanidad y la educación, es uno de los tres problemas que afectan a la inmensa mayoría de la población en los barrios y pueblos de toda España. El precio de la vivienda en particular afecta directamente a las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población, perjudica la capacidad de desarrollo de las familias y las personas y reduce drásticamente el poder adquisitivo de los salarios haciéndonos cada vez más pobres.

El problema no es por lo tanto de una parte del país o de un determinado sector de la población; es un problema general y como tal hay que abordarlo. En la lucha por reducir el precio de la vivienda estamos todos implicados; españoles e inmigrantes, vecinos de los barrios y pueblos, trabajadores asalariados, pequeños comerciantes y autónomos, asociaciones vecinales, colectivos sociales, sindicatos y entidades de todo tipo.

Aunque los ministros del nuevo Gobierno se muestran dispuestos a abordar el problema, la realidad nos demuestra que el éxito definitivo de esta lucha está en nuestras manos, en las de todos, y que el camino es generar una unidad lo más amplia posible.

Los alquileres son cada vez más caros y nosotros cada vez más pobres.

Depende de nosotros que esta situación cambie.

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