«En la economía como en la política, el poder no es siempre sinónimo de mucho dinero, aunque lo normal es que vayan de la mano. Lo difícil es rastrear las mil y una formas tras las que las grandes fortunas se ocultan del ojo indiscreto. La pirámide del poder y la riqueza en España, ahora como hace mucho, sigue dominada por las finanzas, los banqueros, ámbito que articula al resto y es el auténtico factor singular de la economía española en el mundo».
Los siete grandes bancos del osfranquismo, aquellos que modulaban políticas en los almuerzos de hermandad de sus presidentes, son ahora sólo dos, el Santander y el BBVA de Francisco González, y ya no comparten mesa y mantel. Ahora más que grandes son colosos y se puede presumir que su influencia ha crecido en proporción a su tamaño. Adaptándose a esa realidad, el Gobierno de Zapatero ha combinado su discurso de cohesión social y gasto social con un trato de guante blanco al mundo financiero, primer sector al que dirigió sus atenciones cuando comenzó la gran recesión y al que siempre recurre y consulta cuando las cosas se complican. También, uno de los que regularmente le dan las gracias, especialmente visible en el caso del patriarca Botín, cada vez que las turbulencias amenazan con hacer zozobrar al Gobierno. (LA VANGUARDIA) EL PAÍS.- Y es lo que está sucediendo hoy en la España de José Luis Rodríguez Zapatero y otras naciones europeas postradas por la crisis económica. La tragedia evoluciona siguiendo un guión universal y predecible: Primer acto: negación de la crisis. Segundo acto: rabia y denuncia a especuladores, medios de comunicación y banqueros. Tercer acto: adopción de paliativos y paños calientes que nada resuelven. Cuarto acto: grave crisis económica, social y política. Quinto acto: se toman medidas que se había jurado nunca tomar. EL CONFIDENCIAL.- “No hay una sola reunión de gente del partido a la que asistas y en la que oigas hablar bien de Zapatero…” Curiosa situación la de un país acosado por una crisis política y económica de gran envergadura y atrapado al tiempo en la paradoja de dos líderes cuestionados, cuando no sencillamente vituperados, dentro de los partidos que dirigen y que deberían ser los llamados a sacar a la nación del atolladero. Como decía The Economist esta semana, “la mayor parte de los españoles no ven que la economía vaya a mejorar en el corto plazo. La fe en la clase política está tocando fondo. Los españoles ven ahora a los políticos como un problema mayor que su vieja pesadilla, el terrorismo”. Opinión. La Vanguardia El poder del dinero Manel Pérez Para los versados en las vanidades del mundo del dinero, los ranking de ricos como los que periódicamente publica la revista Fortune sirven para animar una tertulia de sobremesa o hacer análisis superficiales, pero no deben tomarse demasiado al pie de la letra. Para hacerse una idea cabal sobre la jerarquía de la riqueza y el poder económico en España hacen falta más elementos que las informaciones en serie de alguna publicación extranjera. Entre las poco más de mil personas que según la mencionada publicación tienen en el mundo un patrimonio superior a los 1.000 millones de dólares (unos 745 millones de euros), se incluyen doce españolas. Si a esta docena de ricos se les quisiera considerar una muestra representativa, la economía del país tendría en su cúspide a la industria textil (Amancio Ortega, Isak Andic y Rosalia Mera), el sector conmás peso, hasta apabullar, sería la construcción y el inmobiliario (Manuel Jove, las hermanas Koplowitz, Florentino Pérez y, parcialmente, Juan Abelló, por su importante paquete en Sacyr), la inversión financiera tendría un papel discreto (los Albertos), y testimonial sería la presencia de la industria tradicional (la siderurgia con José María Aristrain), al igual que, ¡oh, cosa extraña!, la banca (sólo aparece Emilio Botín, en el noveno lugar). En la economía como en la política, el poder no es siempre sinónimo de mucho dinero, aunque lo normal es que vayan de la mano. Lo difícil es rastrear las mil y una formas tras las que las grandes fortunas, más en Europa que en EEUU, se ocultan del ojo indiscreto. La pirámide del poder y la riqueza en España, ahora como hace mucho, sigue dominada por las finanzas, los banqueros, ámbito que articula al resto y es el auténtico factor singular de la economía española en el mundo, algo que no por casualidad siempre gusta de destacar el presidente Zapatero cuando se da un paseo por el exterior. Tal vez sea demasiado osado aventurar que Botín, cuarta generación de banqueros y presidente de uno de los cinco grandes bancos del mundo, debería figurar en el primer puesto del ranking de ricos españoles, pero lo es más colocarlo, como hace la revista estadounidense, en el noveno. Si Botín no es el más rico, sí es uno de los más poderosos en la economía y en la política. Otros colegas de Botín en las finanzas comparten con él muy importantes cuotas de influencia, aunque queden lejos de ocupar un lugar tan destacado en el ranking de la riqueza acumulada. Los siete grandes bancos del posfranquismo, aquellos que modulaban políticas en los almuerzos de hermandad de sus presidentes, son ahora sólo dos, el Santander y el BBVA de Francisco González, y ya no comparten mesa y mantel. Ahora más que grandes son colosos y se puede presumir que su influencia ha crecido en proporción a su tamaño. Junto a ellos, otra entidad en la fase emergente, La Caixa de Isidre Fainé, tercer vértice de poder financiero gracias a la convergencia de su peculiar modelo original de ahorro popular con una fórmula tardía de imbricación entre banca y empresas. Mientras los dos grandes bancos reforzaban posiciones en los mercados internacionales y absorbían a sus competidores en España y en el exterior, La Caixa cabalgaba sobre algunas de las grandes joyas de la corona privatizadas en las últimas décadas y tejía un nuevo hábito para una burguesía catalana que desde los años ochenta se consideraba incapaz de ejercer con éxito en el ámbito financiero. La nueva incógnita es si a esta galaxia se acabará incorporando Rodrigo Rato, el ambicioso presidente de Caja Madrid, aliado de Fainé y bendecido por el PP, aspirante a proyectar su influencia más allá de lo que le permite la realidad actual. Juntos capitanearán la Ceca y en nombre de las finanzas españolas encararán la amenaza de las nuevas normas de Basilea. Adaptándose a esa realidad, el Gobierno de Zapatero ha combinado su discurso de cohesión social y gasto social con un trato de guante blanco al mundo financiero, primer sector al que dirigió sus atenciones cuando comenzó la gran recesión y al que siempre recurre y consulta cuando las cosas se complican. También, uno de los que regularmente le dan las gracias, especialmente visible en el caso del patriarca Botín, cada vez que las turbulencias amenazan con hacer zozobrar al Gobierno. La contundencia de la crisis no parece modificar este estado de cosas. El bien escaso y necesario es el dinero y nadie discute que la banca, la gran banca, es la que tiene más que nadie. El aire de los tiempos impulsa la concentración y los grandes son los que tienen más posibilidades de dirigir la procesión. Para los constructores, las cosas no han ido igual. Desplomados estrepitosamente sus patrimonios por la caída de las acciones y del valor de las propiedades, peregrinan a las sedes bancarias en busca de paciencia y plazos más asumibles, por lo que es más razonable rebajar varios enteros los atributos monetarios que les otorga Fortune. La receta que les prescribe la banca está prácticamente ciclostilada: vender activos, reducir gastos, adaptar sus estrategias a las de sus acreedores. Aunque el dicho popular asegura que cuando se debe mucho dinero el problema es del que ha prestado, la realidad es que el deudor arrostra el peso del drama, aunque eso no signifique que la cosa sea cómoda para los banqueros. Son las consecuencias de no haber contado hasta diez antes de contraer deudas descomunales, ahora impagables. Por lo demás, es lógica la ausencia de grandes fortunas individuales asociadas a la industria española. La grande de verdad fue pública o extranjera durante el franquismo, privatizada la primera con la democracia. Telefónica, Repsol, Endesa, cuentan con gestores de alto nivel aunque no son fruto del crecimiento del capital familiar, como ocurrió en otros países de capitalismo desarrollado. Su poder es de magnitud y alcance diferentes de los de la banca. Esta diferencia explica en gran medida las diferentes relaciones que la banca y las empresas tejen con el poder político y los dramas de estos días. LA VANGUARDIA. 28-3-2010 Opinión. El País Crisis española: un guión Moisés Naïm El jefe del Gobierno niega que la economía esté en crisis. Sus ministros y otros portavoces denuncian que hay una conspiración internacional de especuladores y medios de comunicación contra el país. Pero los problemas económicos siguen agravándose y se hace cada vez más difícil negar las dificultades. Se produce un cambio de ministros y se anuncia un nuevo plan para dinamizar la economía. El gobierno anuncia pronósticos optimistas con respecto al impacto que tendrán sus planes en el empleo, la inversión, la disminución de la deuda pública y los déficits que desestabilizan la economía. Al poco tiempo, se hace evidente que los pronósticos no se cumplirán y que, al contrario, la situación se agrava. El debate político se enardece, concentrándose en el intercambio de acusaciones acerca de quién es el culpable de la crisis. Los gobiernos anteriores, los partidos políticos, las elites económicas, ciertos grupos sociales o hasta individuos específicos son señalados. La polarización divide el país y el gobierno tiene cada vez menos sustento político para tomar decisiones difíciles. La confusión acerca de lo que se debe hacer también complica la toma de decisiones. Proliferan las "propuestas para salir de la crisis" avaladas por una institución o un economista prestigioso. Muchas de estas propuestas son contradictorias entre sí, pero las que evitan las decisiones más duras son las mejor acogidas. El gobierno experimenta con algunos de estos paliativos que, desgraciadamente, no hacen mella en la crisis. Aumenta el conflicto social mientras sindicatos, asociaciones empresariales y grupos regionales presionan al gobierno para obtener salvaguardas, subsidios y otras medidas que disminuyan el costo que la crisis está teniendo para sus miembros. La acumulación de medidas sectoriales dificulta y pospone la adopción de soluciones nacionales y más permanentes. Al cabo de un tiempo, la realidad termina imponiéndose y el gobierno (usualmente un gobierno distinto) logra tomar las decisiones que vuelven a poner al país en la senda del crecimiento y el empleo. ¿Cuál es el país -y el gobierno- que acabo de describir? Pues esto fue exactamente lo que sucedió en los años 1990 en la Argentina de Carlos Saúl Menem, en la Malaisia de Mahathir Mohammed, en el México de Carlos Salinas de Gortari, la Rusia de Boris Yeltsin y en la Indonesia de Suharto. Y es lo que está sucediendo hoy en la España de José Luis Rodríguez Zapatero y otras naciones europeas postradas por la crisis económica. La tragedia evoluciona siguiendo un guión universal y predecible: Primer acto: negación de la crisis. Segundo acto: rabia y denuncia a especuladores, medios de comunicación y banqueros. Tercer acto: adopción de paliativos y paños calientes que nada resuelven. Cuarto acto: grave crisis económica, social y política. Quinto acto: se toman medidas que se había jurado nunca tomar. Cuando inicialmente Rodríguez Zapatero cuestionó que España tuviese una crisis económica no hacía más que emular a Yeltsin o a Menem. Cuando su ministro de Fomento, José Blanco, dijo que "nada de lo que está ocurriendo en el mundo, incluidos los editoriales de periódicos extranjeros, es casual o inocente" y que la debilidad del euro se debía a "maniobras un tanto turbias" por parte de los "especuladores financieros" no hacía sino repetir lo que alguien tan diferente de él como el Malayo Mahathir cuando expresó que el culpable de la devaluación de la moneda de su país era "el especulador" George Soros. Cuando la ministra Elena Salgado presenta ante los mercados financieros un plan basado en escenarios financieros que muy pronto se revelan como demasiado optimistas, está repitiendo lo que incontables ministros de economía de países en crisis han hecho para apaciguar a los mercados: presentaciones audiovisuales en vez de reformas estructurales. No fueron nada originales los dirigentes europeos cuya primera reacción fue decir que jamás aceptarían los préstamos que el Fondo Monetario Internacional (FMI) otorga con la condición que se adopten políticas que corrijan los desequilibrios económicos. Son los mismos que hoy se están tragando esas palabras y se preparan para la inminente negociación que tendrán con el FMI. Esta es la misma y humillante ruta retórica que han transitado habitualmente los reticentes clientes del FMI. Lo único nuevo es que en este caso los "clientes" son Europeos. Es verdad que es difícil aprender de las experiencias de otros. Pero aprendiendo de otros la España de hoy podría ahorrarse mucho sufrimiento económico innecesario. La experiencia ajena le ayudaría a reconocer que sus problemas no se aliviarán mientras siga posponiendo la adopción de reformas económicas que hoy lucen remotas e inaceptables. EL PAÍS. 28-3-2010 Opinión. El Confidencial La Dolorosa de Moncloa Jesús Cacho “No hay una sola reunión de gente del partido a la que asistas y en la que oigas hablar bien de Zapatero…” Curiosa situación la de un país acosado por una crisis política y económica de gran envergadura y atrapado al tiempo en la paradoja de dos líderes cuestionados, cuando no sencillamente vituperados, dentro de los partidos que dirigen y que deberían ser los llamados a sacar a la nación del atolladero. Como decía The Economist esta semana, “la mayor parte de los españoles no ven que la economía vaya a mejorar en el corto plazo. La fe en la clase política está tocando fondo. Los españoles ven ahora a los políticos como un problema mayor que su vieja pesadilla, el terrorismo”. Los nervios en el PSOE están a flor de piel. “El PSC tiene unas encuestas muy malas, con una abstención del voto socialista brutal. Las catalanas están perdidas, y el único activo que tiene ahora Zapatero en Barcelona es precisamente Montilla…” Una situación semejante debería obligar al presidente a prescindir cuanto antes de alguno de los miembros del PSC que tiene en su Gobierno, para enviarlo a Cataluña. No son muchos. Como la situación es igualmente comprometida en Andalucía, con tendencia a empeorar, sobran voces cualificadas en el PSOE que hablan de la conveniencia de un adelanto de las generales, un movimiento, sin embargo, tan lleno de peligros para la carrera de ZP que en su entorno lo descartan de plano. Más cerca está la crisis de Gobierno. Algunos han jugado con la posibilidad de que ZP sorprenda esta Semana Santa a los cofrades con la pasión y muerte de Fernández de la Vega, la Dolorosa de Moncloa, que abandonaría la vicepresidencia primera. “Es verdad que dentro del engranaje de Presidencia, la vice es una rueda que ya no hace girar la máquina. Su relación es también pésima con la mayoría del Gabinete, excepción quizá de Chacón y Moratinos, y ello porqueha pisado demasiados callos. Pero yo no creo que haga crisis ahora, sino después de la presidencia de la UE, antes del verano en todo caso. Entre otras cosas porque el presi no sabría qué hacer con María Teresa… ¿Dónde la colocamos?” El abanderado de la necesidad de hacer crisis se llama José Blanco, el hombre llamado a heredar la vicepresidencia primera, con permiso de nuestro incombustible Pérez Fouché Rubalcaba, presto a disputarle el honor, a pesar de no tener equipo ni haberlo tenido nunca. “La sensación generalizada es que el país está a la deriva”, asegura The Economist, y ello tanto en lo político como en lo económico, con un presidente que, cual náufrago aferrado a un tonel, necesita tiempo y algunos milagros. Su última gran operación mediática orquestada para dar sensación de actividad, los llamados Pactos de Zurbano, se han saldado con un mini paquete de medidas que están muy lejos de las grandes reformas de fondo que un líder consciente de su responsabilidad histórica debería haber adoptado ya hace muchos meses, y probablemente hace ya dos años. Para más INRI, ahora resulta que PP, CiU, IU y UPyD le niegan la foto, asunto de vital importancia para nuestro hombre. La deuda de Zapatero con Florentino “Zapatero no va a hacer el ajuste fiscal que necesita este país”, asegura un reputado economista madrileño, “y en estas circunstancias no es descartable cualquier desgracia a la griega. Mira, lo más grave de lo ocurrido aquí en las últimas fechas ha sido la decisión de Santander de pagar el 4% por los depósitos. ¿Qué significa eso? Que los mercados de capitales se pueden cerrar a cal y canto para el sistema financiero español, y que hay que acumular liquidez como sea…” En medio de la galerna que nos aflige, sin embargo, el señor Rodríguez tiene tiempo para ocuparse de pagar letras como la que tiene contraída con Florentino Pérez, presidente de ACS, nadie sabe a cuenta de qué, aunque todos lo sospechan. Años atrás, en la borrachera de dinero abundante y barato, tres grandes constructoras entraron de la mano del Gobierno en otras tantas empresas energéticas. Una de ellas pudo escapar de la aventura con grandes plusvalías, pero otras dos siguen atrapadas en la ratonera con grandes pérdidas, ¡oye, que tú me dijiste que invirtiera…! Y como hay que arreglar ese entuerto, el Parlamento, a iniciativa del PSOE, ha puesto manos a la obra para modificar una ley que permita a Pérez y Del Rivero hacerse con el control de Iberdrola y Repsol y sacar tajada. Fue ZP quien pactó directamente con Pérez la enmienda que lleva su nombre, destinada a acabar con las limitaciones al voto en la sociedades cotizadas, y ha sido Zapatero quien esta semana ha negociado con la muy acreditada Gestoría Durán i Lleida un aplazamiento del asunto. ¿Legislación con nombre y apellido? Más que eso: el presidente del Gobierno cuidando de la cartera de un grupo de menesterosos tan notorio como el citado Floro, los hermanos March y los primos Albertos, sus socios todos. Y en Sacyr, otro pobre de postín como Don Juan Abelló. La vieja y apestosa España de la corrupción perennemente renovada. Lo que a ZP sí le ha empezado a funcionar es la comunicación. Se nota la llegada a la secretaria de Estado de Félix Monteira, el ex director de Público. La explotación por el Ejecutivo de la última mina que le ha estallado a Mariano Rajoy en su propia casa, Mayor Oreja, así lo acredita. Da la impresión de que en Génova y alrededores hay gente muy principal que no quiere que el gallego alcance La Moncloa y, en consecuencia, se dedica a poner palos en las ruedas de ese tren lento y parsimonioso y frustrante, pusilánime incluso, que pilota a la galaica manera el de Pontevedra. “Algo está pasando en el PP que desconocemos”, sostiene la fuente socialista, igualmente crítica con ZP, “pero dudo incluso que Rajoy llegue a ser cabeza de lista del PP, a menos que dé un golpe de autoridad”. Dos líderes más que discutidos al frente de los dos grandes partidos españoles, o la guinda de infortunio que acompaña a este país en una de sus horas más difíciles: un presidente rebasado por la importancia del reto que le ha tocado vivir y un líder de la oposición que no acaba de emerger como alternativa clara, privando así a tantos ciudadanos del confort que supondría saber que contamos con un relevo fiable a mano. En Génova siguen aferrados a la vieja estrategia de “no ahondar en las heridas, no entrar de frente a las provocaciones. Aguantar, templar y, si es preciso, mirar hacia otro lado. Lo importante es volver a ese discurso centrado que da las mayorías porque, llegado el día, Mariano presentará su programa rodeado de un equipo a su medida”. Será el momento de ajustar cuentas, incluso con José María Aznar, un tipo que ahora utiliza su ascendiente en el partido como tarjeta de visita para sus negocios particulares, asunto que provoca la irritación de un Rajoy que, sin codearse con Florentinos, March o Abellós, sin ser un hombre del establishment madrileño, se ve obligado, de momento, a callar. Muy complicada tarea la suya: la derecha más rancia le exige que se exhiba cada día pica en ristre, cual caballero templario dispuesto a alancear sin piedad los desmanes del moro Muza leonés, mientras la más templada, esa derecha que aspira a hincarle el diente a las reformas de fondo que el país necesita, para hacer realidad esa España abierta y moderna tantas veces soñada, le pide claridad a la hora de desmarcarse de los Orejas de turno, al tiempo que le exige un discurso contundente en la denuncia de los casos de corrupción. Y el silencio del PP en el caso Matas Si la respuesta al primer asunto ha sido tibia, incluso en lo que Cospedal respecta, el silencio que el PP ha mantenido hasta hoy en el caso Matas está siendo francamente decepcionante. No es suficiente, señor Rajoy. A estas alturas no puede usted pedir a la gente que interprete sus silencios, esa ausencia de apoyo a un listo como Jaume Matas. Tiene usted que mojarse y enviar un mensaje claro de regeneración, de compromiso militante de lucha contra una corrupción convertida en la gran plaga de la España de nuestro tiempo. Ya no es tiempo para las componendas: tolerancia cero con los chorizos. Todo ello, naturalmente, en caso de que usted aspire a lograr el respaldo de los españoles. Son muchos los que quieren votarle, pero no están dispuestos a hacerlo en tanto en cuanto usted permanezca agazapado en su hura, rehuyendo salir a la calle a pregonar el discurso de regeneración que una buena mayoría está pidiendo a gritos. Porque para seguir como hasta ahora, para eso ya vale Zapatero. De regeneración es el mensaje que el Tribunal Supremo ha enviado esta semana en el caso de Baltasar Querido Emilio Garzón, un juez cada día más cerca del banquillo, a pesar de la impresionante movilización en su favor urdida por el Gobierno y el grupo Prisa, un asunto que habla a las claras de la gravedad de la enfermedad moral española. Porque todo el mundo sabe de qué pie/s cojea el Campeador, pero como nos viene bien que siga, nos sirve con diligencia y es uno de los nuestros, hay que evitar a toda costa que lo juzguen, por graves que sean las causas que pesan sobre un hombre acostumbrado a ejercer la investigación penal a su antojo, en las antípodas de lo que Montesquieu definió como “un pouvoir en quelque façon nul”, es decir, un “no poder”, en tanto en cuanto la Justicia está sometida a la estricta aplicación de la Ley. Patética, por eso, la arenga el jueves, en el periódico habitual, de Araceli Manjón-Cabeza, la más estrecha colaboradora de Garzón y a quien Garzón utilizó con profusión en su día para captar información extrasumarial en el caso GAL, relatando el “clamor nacional e internacional sin precedentes que, aglutinando a juristas y no juristas, reclama que se vuelva a la cordura y que se aborte esta persecución, dirigida contra una persona, pero que tendrá demoledores efectos colaterales en la independencia judicial”. Justamente lo contrario, señora, de lo que piensan muchos españoles, para quienes la posibilidad de una Justicia independiente pasa de forma ineludible por la expulsión de la carrera de su querido Rey Baltasar. EL CONFIDENCIAL. 28-3-2010