El nuevo abrazo de Vergara

Solo derrotaremos al completo al nazi-fascismo vasco de ETA si no caemos en sus engaños, añagazas y artimañas para escribir la Historia en su beneficio.

Vergara es una localidad guipuzcoana conocida, fundamentalmente, por dos acontecimientos. Para el primero debemos remotarnos a la expulsión de los jesuitas de España por Carlos III, tras la que un grupo de ilustrados vascos, los Caballeritos de Azcoitia, fundaron en 1770 el Real Seminario de Vergara, germen de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País (R.S.B.A.P.), de antiguo y en la actualidad de pretigio internacional. Como la Ilustración y las Luces no es el fuerte de mi tierra natal, el país vasco, no me detendré más en ello. El segundo hecho histórico es más conocido por el público español. Me refiero al llamado Abrazo de Vergara, mediante el cual el 31 de agosto de 1839 el general liberal Espartero y el carlista Maroto dieron por finalizada la Primera Guerra Carlista.

Un hecho loable (pues el conflicto en cuestión estaba desangrando a España entera y, en particular, al País Vasco y Navarra) y plausible desde el punto de vista histórico por lo que tiene de reconciliación de dos bandos que pretendían, cada uno, la desaparición total del enemigo. Meritorio y encomiable en su tiempo, reitero, pero letal para el devenir reciente de la sociedad vasco-navarra en particular y de la española en su conjunto. Me explico. Con el acuerdo de paz en las campas de Vergara entre Espartero y Maroto no hubo ni vencedores ni vencidos, por lo que los supuestos derrotados (los absolutistas carlistas) quedaron como sujetos investidos de legitimidad en la causa que defendieron. En esencia –se me permitirá la boutade-, la primera carlistada fue una guerra mal acabada.

El nazi-fascismo vasco de ETA pretende lo mismo. “La liberación de Euskadi –dicen- es causa legítima y los muertos que ha habido son producto de la cerrazón de España en el contencioso vasco”. Persiguen un nuevo abrazo de Vergara como si aquí no hubiera pasado nada, sin muertos, extorsiones ni la porción de coches-bomba que sufrimos en nuestras carnes y no en las de ellos. Uno de los dos más grandes pensadores que ha dado el “asunto vasco” –Savater y Juaristi- mantiene que el nacionalismo vasco necesita, para llevar su causa a buen puerto, perder para ganar (ver El bucle meláncolico y Sacra némesis, de Juaristi). Y esa es la nueva estrategia de una ETA supuestamente derrotada. Se nos presentan como mártires de una causa justa aplastada por la intransegencia de un Estado opresor como el español. Nada importa que España sea un Estado plénamente democrático en el que se nos garantiza que vascos, catalanes, extremeños y andaluces seamos libres e iguales en derechos y obligaciones al tiempo que solidarios y fraternos. Un asunto baladí e insustancial para el nacionalismo vasco y, últimamente, para el catalán, como es sabido

De ahí que la neo-ETA, la que no mata, nos presente a sus gudaris (“soldados”) encarcelados como monjitas ursulinas sometidos a mil torturas y vejaciones en cárceles de exterminio al tiempo que nosotros vegetamos con nuestro adocenado sistema constitucional. Que debemos besar los pasos por donde transitan, vamos, pues harto es que ya no nos maten en nombre de la gran causa que defienden. La liberación del pueblo vasco, ahí es nada. Soy muy escéptico en considerar que hemos derrotado a ETA al completo. Lo hemos conseguido policial y socialmente, pero no políticamente. Nos darán la matraca –ya lo están haciendo- con lo que sufren en las cárceles actuales y las torturas que se les infligieron antaño, buscando el buenismo de la sociedad española en pro de la paz social y para que no vuelvan a las andadas. “Dialogando”, según su jerga al uso y si acaso no lo hacemos quedaremos como unos fascistas y unos intolerantes. Perder para ganar, ya se ha dejado dicho. Buscan, burla burlando, un remedo del para mí nefando Abrazo de Vergara. Sin vencedores y vencidos, reitero.

Solo les derrotaremos al completo si no caemos en sus engaños, añagazas y artimañas para escribir la Historia en su beneficio y si aprendemos de nuestros errores pasados.

Y, sobremanera, que no pasemos esta página del cainismo nazi-fascista vasco consolándonos a modo de alivio -y olvido- tallando sobre las lápidas de nuestros muertos la conocida máxima romana de Sit tibi terra levis.

Ahí está la cuestión.

2 comentarios sobre “El nuevo abrazo de Vergara”

  • Bueno, tampoco exageremos, mi vida no corrió tanto peligro como dices. Yo llevaba dos escoltas como montañas, un coche antibombas y a veces hasta un pistolón al cinto por lo que los pichaflojas (sic) de la ETA no pudieron conmigo por mucho que lo intentaran. Te agradezco que recuerdes mis sarcasmos y chanzas contra el nazi-fascismo vasco en los años de plomo. Estuve muy borde y grosero con ellos -lo reconozco- y eso les encorajinaba más. ¿Y a quién no? Salud. Setién.

  • Aparte de una gran erudición, Setien tiene en su currículum haber sido uno de esos valientes que le plantaron cara al terror, jugándose la vida. Eso si, combatió al nazifascismo con humor, cosa importante siempre.

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