La reconstrucción del país

El necesario viraje de la NEP

Con la Nueva Política Económica (NEP, por sus siglas en ruso) Lenin y el partido bolchevique enfrentan una situación crítica donde también está en juego el destino de la revolución.

El heroico triunfo del pueblo soviético contra la intervención militar de los ejércitos imperialistas había obligado a pagar un precio demasiado caro. El país estaba derruido y la economía devastada. Se abre entonces una nueva batalla, que Lenin y el partido bolchevique enfrentan con la NEP, la Nueva Política Económica: reconstruir una economía devastada para consolidar la revolución y el poder proletario.

En 1921, Rusia ha sufrido tres años de la primera guerra mundial, y otros tres de un intervención, todavía más criminal, de 13 ejércitos imperialistas para intentar aplastar la revolución.

El entonces naciente poder soviético ha triunfado frente a las agresiones de toda la burguesía mundial, pero la economía está destruida y los niveles productivos hundidos.

En 1921, la tierra cultivada era sólo el 62% del área de preguerra y el rendimiento de la cosecha era sólo el 37% del rendimiento normal. La producción total de las minas y fábricas cayó a un 20% del nivel anterior a la guerra mundial.

Los efectos de seis años de guerra han sido devastadores. 13 millones de rusos murieron de forma violenta entre 1914 y 1921. Siete millones de ellos a partir de 1918, producto de la intervención imperialista.«Podía, y debía, permitirse “el regreso al capitalismo” si eso era necesario para consolidar y fortalecer el Estado proletario.»

Las ciudades perdieron población, con multitud de obreros y ciudadanos hambrientos que regresaron al campo. Moscú y Petrogrado perdieron de esta forma la mitad de su población, mientras que la clase obrera se descomponía: menos de un millón de activos en 1921, frente a los tres millones de 1917.

La crítica situación económica, que implica un drástico descenso del nivel de vida de las masas, hace peligrar el apoyo popular al nuevo poder proletario. El “comunismo de guerra”, con la requisa de alimentos en el campo para abastecer al Ejército Rojo y las ciudades, ha generado contradicciones con un amplio sector del campesinado.

En marzo de 1921 los marinos del Krondstadt, bastión de la Revolución de Octubre, se rebelan. Y el malestar de los campesinos, que no recibían prácticamente nada a cambio de sus productos, aumenta.

Lenin y el partido bolchevique enfrentan, cogiendo el toro por los cuernos, una situación crítica donde también está en juego el destino de la revolución.

Una nueva batalla

El 8 de febrero de 1921, cuando se confirma la derrota de los ejércitos imperialistas, Lenin publica un artículo en Pravda, en el que afirma: “Terminamos victoriosamente la sangrienta guerra que nos impusieron los explotadores. En dos años hemos aprendido a vencer y hemos vencido. Ahora va a empezar otra guerra, no sangrienta, una guerra contra el hambre, contra el frío,la enfermedad, la miseria, la desorganización, el oscurantismo… Los obreros y campesinos han sabido crearse, sin capitalistas, un Ejército Rojo y vencer a los explotadores. También sabrán crear un ejército rojo del trabajo y conquistar una nueva felicidad restaurando la agricultura y la industria”.

Pocos días después, el 15 de mayo, en el Congreso de los trabajadores de los transportes marítimos, Lenin insiste: “el país está arruinado y hay tal miseria general que ya no se la puede soportar. Ningún heroísmo, ninguna devoción serán capaces de salvarnos si no damos de comer a los obreros”.

El X Congreso del partido bolchevique debe abordar obligatoriamente como abordar la situación. Frente a quienes, como Trotsky, defienden la continuidad del “comunismo de guerra”, argumentando que medidas de liberalización económica pondrían en peligro el poder proletario, Lenin presenta los fustes de la Nueva Política Económica: la batalla de la revolución es ahora por el pan, es necesario reconstruir la economía aunque eso signifique permitir un cierto grado de desarrollo del capitalismo.

La NEP va a sustituir la requisa obligatoria de las reservas de trigo que excedían la norma fijada por el Estado por un impuesto en especie que permitía a los campesinos vender sus productos en el mercado.

Al mismo tiempo se permite la afluencia de capitales extranjeros, que obtuvieron del gobierno soviético concesiones.

Las grandes industrias pesadas (carbón, hierro, electricidad…) y la banca permanecen bajo control estatal, pero se permite el establecimiento de empresas privadas en otros sectores, regidas por el beneficio privado.

El aspecto clave siempre es el poder del Estado

Los periódicos burgueses de los grandes países capitalistas reciben alborozados el giro que supone la NEP. Afirman que “ Lenin había comprendido por fin que no se podían calentar las locomotoras con las doctrinas de Marx” y que “La libertad de comercio puede convertirse en la tumba del comunismo en Rusia”. Únicamente The Nation comprende que “Lenin es capaz de ceder temporalmente, y está dispuesto a utilizar los medios que le parecen eficaces. Pero no renuncia un solo instante a su meta fundamental: la transformación de toda Rusia en una inmensa explotación colectiva”.

Frente a quienes, también entre sectores de la izquierda, consideran que lo que define al socialismo es su política económica (nacionalizaciones…), Lenin y los bolcheviques pusieron, también durante el periodo de la NEP, en primer plano el poder del Estado por parte del proletariado.

Al presentar la NEP, Lenin afirma: “La libertad de operaciones significa libertad de comercio. Y quien dice libertad de comercio dice retorno al capitalismo.» Por tanto, he aquí la cuestión: ¿Es posible ello sin asestar un golpe mortal al régimen soviético?» Sí, es posible: todo consiste en saber conservar la medida. Hemos vivido hasta ahora en condiciones creadas por una guerra tan loca, tan inaudita, que no nos quedaba más solución que proceder militarmente en el terreno económico… Podemos, por tanto, retroceder un poco sin destruir por ello la dictadura del proletariado, que más bien quedará consolidada de esa manera”.

Este es el aspecto fundamental. Aunque la NEP generó contradicciones, permitió reconstruir la economía soviética, que en 1928 alcanzó los niveles previos a la Iª Guerra Mundial, elevó el nivel de vida de la población, y sentó las bases de un crecimiento posterior.

La unidad entre el proletariado y el campesinado, en peligro en 1921, se fortaleció. Así como el apoyo popular en las ciudades al poder soviético.

Podía, y debía, permitirse “el regreso al capitalismo” si eso era necesario para consolidar y fortalecer el Estado proletario.

La revolución venció una nueva batalla, también decisiva para su futuro, esta vez en el terreno de la construcción económica.

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