Elecciones en Alemania: el contexto

El laberinto germano

Desde hace más de un lustro, Alemania está sumida en tres crisis encadenadas: una crisis política, una crisis económica, y una crisis de "identidad internacional". Sumado a la intervención trumpista, este es el contexto en el que se han celebrado las elecciones de 2025.

Una vez más, Alemania se encamina hacia una gran coalición. Ganan los conservadores de la CDU/CSU, con Friedrich Merz a la cabeza, pero necesitarán a los socialdemócratas para gobernar.

La extrema derecha neonazi de Alternativa por Alemania (AfD) duplica sus votos, pero no desborda las previsiones. Sin embargo, también crece la resistencia a los ultras con una Izquierda -Die Linke- que también dobla sus apoyos.

Todo ello en un endiablado contexto, donde Alemania atraviesa tres crisis superpuestas.

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Alemania ha celebrado unas elecciones tensas y disputadas, marcadas por la amenaza del auge de una ultraderecha de AfD dopada desde la Casa Blanca, pero que finalmente se han resuelto (casi) sin sorpresas.

Lo primero que destaca es la altísima participación, un 82,5%, seis puntos más que en 2021, el porcentaje más alto desde la reunificación alemana. Una gran movilización electoral en buena parte fruto de la alarma social ante el ascenso de los ultras. Por lo demás, se han cumplido casi fielmente los pronósticos de las encuestas.

El ganador de las elecciones, tal y como estaba previsto, es el conservador de la CDU Friedrich Merz, con 14 millones de votos, un 28,5%. aunque para gobernar tendrá que contar con unos socialdemócratas (SPD) debilitados, que obtienen el peor resultado de su historia (16,4%). Esta es una buena noticia para la clase dominante alemana, pues los gobiernos de coalición entre sus dos patas políticas históricas han demostrado ser estables.

La ultraderecha de AfD experimenta un notable ascenso, duplicando sus votos desde el 10,3% al 20,7%. Los neonazis arrasa en la antigua Alemania Oriental, en la parte más deprimida del país. Es una noticia más que preocupante, pero es necesario ponerla en contexto para que no parezca más grave de lo que ya es. Los porcentajes de apoyo de AfD están lejos del poder que tiene la extrema derecha en Francia (33%) o en Italia, donde gobiernan con Meloni.

Y además, junto con la innegable subida de la extrema derecha, también se ha producido una reacción contraria, de los sectores más progresistas y antifascistas de la sociedad alemana. En ese sentido, la única formación que ha dado una sorpresa es La Izquierda -Die Linke- con un programa centrado en la defensa de los intereses de las clases populares, tales como imponer un tope a los alquileres, eliminar el IVA a los productos básicos, o subir los impuestos a grandes capitales y grandes fortunas.

Die Linke ha duplicado sus votos desde el 4,9% al 8,6%, lo que les permite entrar de forma holgada en el Bundestag. Han pasado de casi la extinción a ser la formación más votada en Berlín y que es también el partido más votado entre los jóvenes de toda Alemania, quitándole ese puesto a unos Verdes que retroceden merced a sus políticas seguidistas de EEUU en lo internacional.. Y todo ello a pesar de sufrir una escisión: los rojipardos o » conservadores de izquierdas» de la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), que comparten con AfD su mensaje xenófobo y sus simpatías hacia Putin, una formación que con el 4,97% se queda sin entrar en el Parlamento, lo mismo que los liberales de Christian Lindner, representantes de las políticas más duras de la burguesía monopolista alemana.

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El trumpismo haciendo campaña electoral

Imagen de Elon Musk en una pantalla gigante, durante su intervención por videoconferencia en un mitin de Alternativa por Alemania

Estas no han sido unas elecciones normales en Alemania. La primera potencia de Europa ha celebrado estos comicios con un gobierno extranjero -ni más ni menos que el de la superpotencia norteamericana- haciendo abiertamente campaña por la opción más ultrareaccionaria, Alternativa por Alemania.

Desde hace meses, el máximo consejero de Trump, el magnate Elon Musk, se ha lanzado a promocionar a la candidata neonazi, Alice Weidel, haciéndole una entrevista en la red social X, o interviniendo por videoconferencia en los actos electorales de AfD. Pero es que en su recoente visita a Alemania para asistir a la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente norteamericano JD Vance, desdeñó un encuentro con el canciller saliente, Olaf Scholz… para mantener una reunión con Weidel.

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Tres crisis encadenadas

Sin embargo, el verdadero contexto que enmarca estas elecciones es la grave situación que desde años atraviesa Alemania, que abre varias encrucijadas para la poderosa burguesía monopolista germana.

Desde hace más de un lustro Alemania está sumida en tres crisis encadenadas e interrelacionadas entre sí.

La crisis del gobierno de Scholz -entre socialdemócratas, verdes y liberales- es la que ha llevado a la celebración de estos comicios

La que está en primer plano es la crisis política. Lejos quedan los años donde un plácido bipartidismo -entre los democristianos de la CDU y los socialdemócratas de la SPD- permitía a la clase dominante alemana dirigir el país sin muchos sobresaltos. En cambio, ahora ha surgido un marco político mucho más fragmentado, y por tanto más complejo e ingobernable, a derecha e izquierda. En el espectro conservador, además de la CDU, están los liberales, y la ultraderecha neonazi de Alternativa por Alemania. A la izquierda, además del SPD, están los Verdes, Die Linke y los rojipardos de BSW.

Muchas de esas fuerzas, además, rechazan algunos de los tradicionales y sacrosantos consensos de la política alemana, mostrando su animosidad contra el proyecto europeo -que ha permitido a la clase dominante alemana dominar durante décadas económica y políticamente a la UE- y sus simpatías hacia la Rusia de Putin.

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De locomotora a enfermo

Por debajo de la crisis política hay una segunda crisis, la económica.

Alemania ya no es lo que era. El país que antaño fue la «locomotora económica» de la UE ahora parece abocado a convertirse en el «enfermo» de Europa.

Por primera vez en 87 años, tres importantes factorías de Volkswagen echan el cierre, destruyendo decenas de miles de puestos de trabajo

Su modelo económico, basado en la fortaleza industrial del país y en su capacidad para exportar, pierde competitividad en un mundo cada vez más global. Por primera vez en 87 años, tres importantes factorías de Volkswagen echan el cierre, destruyendo decenas de miles de puestos de trabajo, y en el resto los salarios se reducen un 10%.

Todos los motores que habían hecho de Alemania la potencia económica dominante de la Unión Europea se han detenido. Al menos por dos factores. Por un lado estaba basado en la reducción de los costes laborales -algo que se encargó de tirar a la baja primero el socialdemócrata Schroeder, y luego la conservadora Merkel- y por otro en la energía barata que le suministraba Rusia antes de que la invasión de Ucrania lo cambiara todo.

No es de extrañar, pues que diferentes partidos del espectro político alemán, defendiendo los intereses de la clase dominante alemana, quieran volver al este pasado «dorado».

Unos defendiendo mediante la xenofobia y el señalamiento al inmigrante -un reaccionario discurso que podemos ver en la AfD, pero también en los rojipardos de BSW, en la CDU o hasta en los socialdemócratas- la creación de una clase obrera «de segunda», despojada de derechos políticos, para poder hiperexplotarla a conciencia, recuperando la competitividad a base de salarios de miseria.

Otros defendiendo la reconciliación y el acercamiento a la Rusia de Putin, volviendo a los «buenos viejos tiempos» en los que gaseoducto NordStream inundaba de gas barato la economía alemana.

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¿Quo vadis, Alemania?

La tercera podríamos llamarla una «crisis de identidad internacional».

EEUU busca enfrentar a Alemania con China, a pesar de que ambos países tienen una intensa relación comercial

Ya no estamos ante una Alemania como la de los tiempos de Schroeder o Merkel, que acompañada de Francia, podía imponer su diktat y sus políticas draconianas al resto de los países de la UE, ordenando el austericidio de Grecia, o el artículo 135 de la Constitución Española.

Estamos ante una Alemania que encabeza una Unión Europea que ocupa un lugar cada vez más secundario e irrelevante en el plano internacional, y a la que el seguidismo hacia EEUU -especialmente en las épocas de Obama o Biden- le han llevado a pegarse un tiro en el pie contra sus propios intereses.

Una Alemania que ha respaldado el genocidio israelí en Gaza, incendiando Oriente Medio. Una Alemania a la que EEUU intenta indisponer contra China, a pesar de que durante muchos años Pekín ha sido el principal socio comercial de Berlín. Una Alemania que ahora ve aterrada una guerra comercial y arancelaria decretada por Trump que puede hundirla aún más en el marasmo.

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