Las elecciones en Alemania, la primera potencia europea, amenazaban con desatar la caja de los truenos. Especialmente cuando desde la Casa Blanca Trump y Musk pidieron abiertamente el voto para los neonazis de Alternativa por Alemania (AfD).
¿Cuáles son los resultados? Ganan los conservadores de la CDU, con el 28,5% de los votos. Se encarama a la segunda posición la Afd, con el 20,7%. Desplome de los socialistas, relegados al tercer lugar con el 16,4%. Retroceso, aunque limitado de los Verdes. Hundimiento de los liberales, que enarbolaban las tijeras de los recortes. Y espectacular crecimiento de Die Linke, La Izquierda.
Se ha evitado el desastre mayor. AfD duplica sus votos, pero se queda por debajo de las expectativas, y casi con seguridad verá vetada una vez más su entrada en el gobierno. Y, sobre todo, se ha producido una reacción en una parte importante de la sociedad germana, plasmada en la altísima participación, y en los excelentes resultados, especialmente entre los jóvenes, de una formación a la izquierda de la socialdemocracia, Die Linke.
Pero Alemania sigue sumida en una encrucijada que lejos de saldarse parece que se agudiza. Ya no es la locomotora de Europa sino el enfermo del continente, sumida en una honda recesión. Afronta una crisis política, de la que el avance de la ultraderecha es solo una de sus expresiones, que se ahonda. Y afronta un escenario internacional que, con Trump en la Casa Blanca, no es precisamente halagüeño.
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Una Alemania en crisis
La locomotora está gripada
El marco económico, político y social, que dibujan una profunda crisis en Alemania, explican la importancia de estas elecciones.

Un solo hecho nos permite comprender el calado de esa crisis. Volkswagen, emblema del poderío industrial germano, anunciaba hace pocos meses un drástico plan de ahorro en sus plantas alemanas, que suponían cierres de fábricas y despidos. La automoción, punta de lanza del capitalismo alemán, está seriamente amenazada. Antes los chinos compraban millones de coches alemanes, ahora los vehículos eléctricos chinos le están ganando la batalla a Berlín.
Alemania presume de ser el mayor exportador del mundo, pero ha sido superado holgadamente por EEUU y por China, y la competitividad de la industria alemana sigue una curva descendente.
Berlín ha presumido siempre de ser la “locomotora de Europa”, pero ahora está gripada y envejecida. Alemania lleva dos años en recesión, con unos países del sur, entre ellos España, históricamente despreciados pero que ahora multiplican el crecimiento alemán.
Sobre esta base se ha abierto en Alemania, el país mas “estable” de Europa, una severa crisis política. Expresada en una oleada de descontento. Los alemanes también han visto decrecer su poder adquisitivo a golpe de la inflación o la subida de alquileres. Y la “gran coalición”, el gobierno conjunto de conservadores y socialistas -como si aquí gobernaran el PP y el PSOE unidos-, la histórica alternativa de la burguesía alemana para los momentos de crisis, enfrenta cada vez más dificultades.
A esto se debe añadir una situación internacional adversa. En primer lugar por los efectos de la invasión rusa de Ucrania, que han instalado la guerra a pocos cientos de kilómetros, y cerrado el grifo de la energía barata que venía de Moscú. Pero también por sumisión a EEUU, que atenta contra los intereses alemanes. Los gobiernos de Berlín han aplaudido el genocidio israelí en Gaza. Y se han sumado a los ataques a China, a pesar de que es su primer socio comercial.
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La “gran coalición”
Cada vez más difícil
Todo indica que podrá reeditarse la “gran coalición”, el gobierno conjunto entre la CDU y el SPD, que Merkel presidió hasta en tres ocasiones. Aunque sea por la mínima, ambas formaciones suman mayoría absoluta en el parlamento.

Esta es una singularidad alemana. En España sería impensable que el presidente fuera Feijóo y el vicepresidente Pedro Sánchez. Pero la gran burguesía de Alemania tiene la capacidad de hacer socialmente aceptable, en los momentos de crisis, la unión de sus dos principales alternativas, por la derecha y por la izquierda.
Aunque cada vez lo tiene más difícil. Durante décadas, la suma de los conservadores (CDU y CSU) y los socialdemócratas (SPD) superaba el 70% de los votos. Ahora apenas llega al 45%.
En estas condiciones la gobernabilidad afronta mayores problemas. Las diferencias entre ambas formaciones -en política económica…- se hacen más relevantes. Y su fusión contra natura resulta menos aceptable socialmente.
Especialmente cuando ambas patas de la mesa, la derecha y la izquierda, no atraviesan su mejor momento. La CDU ha sido la fuerza más votada, pero en un momento de hundimiento de los socialistas se ha quedado por debajo del 30%. El peor resultado de Merkel fue el 33%. Y la socialdemocracia ha perdido un tercio de los votos, es la tercera fuerza, superada por los ultras, y su registro del 16% de los votos es el peor resultado de toda su historia.
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Los ultras de AfD
Crecen pero no tanto

Con más del 20% de los votos la ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD) ha duplicado los votos obtenidos en los anteriores comicios, donde se quedaron en el 10%. Pero esperaban más. Especialmente cuando han recibido el sonoro apoyo del nuevo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump.
Cuando Elon Musk pidió el voto para la AfD las encuestas ya le otorgaban en torno a un 20%. Desde entonces no han despegado. El espaldarazo dado desde la Casa Blanca no ha jugado un efecto positivo, más bien ha despertado los temores de muchos.
La AfD es una fuerza ultra, neonazi aunque no puedan decirlo abiertamente, y que enarbola el odio más feroz hacia la inmigración como bandera.
Varios son los factores que explican este avance de la ultraderecha en Alemania.
En primer lugar, aunque no sea la alternativa principal de la burguesía alemana, sí hay sectores de ella que la han alentado, como escuadrón de choque contra los trabajadores inmigrantes o alternativa para recomponer relaciones con la Rusia de Putin.
En segundo lugar se beneficia de un racismo incrustado por la burguesía germana en los tuétanos sociales. Entre los votantes socialistas son mayoría los que reclaman políticas más duras contra la inmigración.
Y en tercer lugar están alimentados por el fascismo, disfrazado bajo la bandera roja, de la Alemania del Este. Es significativo que la AfD sea la primera fuerza en todos los lands germanos que formaban parte de la RDA.