A diez años del derrumbe financiero

El fantasma de Lehman Brothers

El 15 de septiembre de 2008, el pánico financiero se desataba en medio mundo al conocerse que la histórica y centenaria entidad norteamericana, primer banco de inversión de Wall Street y gestor de muchas de las mayores fortunas del mundo se habí­a declarado en bancarrota.

Doce meses después, muchos de los gobiernos de los países desarrollados y dirigentes de las grandes instituciones financieras mundiales hablan sobre la aparición de “brotes verdes” en la economía que marcarían el principio del fin de la crisis. Pero, independientemente incluso de que muchas de estas apreciaciones se correspondan más con los deseos subjetivos de quienes las formulan que con los datos objetivos de la realidad, lo cierto es que la caída de Lehman Brothers marcó un punto de inflexión en la distribución del poder financiero en el mundo. A partir de ella, nada puede volver a ser ya como antes. Un auténtico tsunami ha derrumbado desde entonces su antigua jerarquía. La crisis financiera desatada en Wall Street ha actuado sobre un movimiento tectónico, de desplazamiento de “placas continentales financieras” que venía produciéndose desde tiempo antes, pero a un ritmo y con una intensidad que los últimos 12 meses han dejado en pañales. Vuelco jerárquico

Así, basta apenas echar un vistazo a los dos ranking del top-18 de la banca mundial elaborados por el prestigioso diario económico británico Financial Times en 1999 y 2009 para observar el drástico cambio en la jerarquía de la banca mundial que se ha producido en el corto espacio de una década. Y que ha conocido en el último año una aceleración tan brusca, que difícilmente los hace reconocibles. En 1999, el capital financiero anglosajón disfrutaba de una hegemonía absoluta en el orden bancario mundial. Fruto de esa hegemonía es un ránking en el que copaban 14 de los 18 primeros puestos de los bancos mundiales por capitalización bursátil, un 77,7%. 10 de los 18 mayores bancos del mundo eran entonces de propiedad norteamericana y otros 4 ingleses. De los 5 primeros, 3 eran de EEUU y 2 británicos. Entre los 10 primeros, encontrábamos 6 estadounidenses. Suiza, con dos, Japón, con uno, y el Santander de Botín, que por aquel entonces iniciaba su fulgurante carrera hacia el top ten de la banca mundial, tenían que conformarse con los (escasos) puestos de consolación. Pues bien, una década después, esa jerarquía no se parece ni remotamente. Hoy, en 2009, entre los 18 mayores bancos del mundo hallamos a 5 chinos, 2 australianos, uno canadiense y uno brasileño. Ninguno de estos países poseía, hace una década, ninguna gran institución financiera entre las 18 primeras del mundo. Los 10 norteamericanos han quedado reducidos a 4, una pérdida relativa del 60% –que en números absolutos, de capitalización bancaria es mayor, como veremos la próxima semana, cuando analicemos la distribución del poder financiero por áreas regionales– mientras que los británicos han quedado dramáticamente disminuidos a uno. Pero es más, no sólo es el volumen global de bancos situados entre los 18 primeros, sino también los cambios de posición cualitativos. En 1999, EEUU tenía 3 de los 5 mayores bancos del mundo. Hoy sólo tiene uno. Y se han visto obligados a ceder los tres primeros puestos del podio a los gigantescos bancos chinos. Las implicaciones que un cambio de este envergadura en el poder financiero mundial tiene en la economía y la política mundiales son enormes. EEUU, tras su fracaso en Irak, reveló ante el mundo sus debilidades político-militares. Pero el estallido de la crisis en Wall Street ha dejado al desnudo la absoluta fragilidad, la verdadera falacia sobre la que se asentaba su reinado financiero sobre los mercados de todo el planeta.La burguesía entra en un estado paranormal Imaginaros que despertáis tras una noche de tranquilo reposo y os encontráis, al escuchar los noticieros de la mañana, que Bonnie & Clyde han decidido a última hora presentarse como candidatos a la Casa Blanca por el partido de los gángsteres y se han colocado ya como favoritos en las encuestas; que los Bush acaban de coronarse en pleno centro de Harlem como la nueva dinastía real de los EEUU. Y que la reina Isabel II de Inglaterra ha posado desnuda en la portada del Play Boy, siendo propuesta por la revista a sus lectores como la mujer más sexy del planeta. Pues bien, este mundo surrealista apenas si sería un pálido reflejo de lo que ha ocurrido en estos 15 días. Lo que está sucediendo ante nuestros ojos es más anómalo todavía. Antes de la caída de Lehman Brothers todos habíamos dado por descontado que los bancos custodiaban prudentemente nuestro dinero, que las instituciones financieras eran sólidas, que los centenarios bancos de inversión gestionaban con aplomo las grandes fortunas, que las aseguradoras respondían de las transacciones comerciales, que los bancos hipotecarios se cuidaban de salvaguardar la devolución de los créditos que concedían. Después de ella, y de la sacudida sísmica que ha provocado en el sistema financiero internacional, empezamos a comprobar día a día que la solidez que cada una de esas cosas tenía que cumplir ha dejado de ser percibible. De todos los pilares llamados a sostener los fundamentos económicos del mundo capitalista, ha resultado que ninguno era lo que aparentaba ser. Las instituciones que estaban nombradas y reconocidas para ejercer el papel de árbitros de la economía mundial comienzan a adquirir una entidad fantasmagórica, pierden su materialidad a marchas forzadas, se desvanecen ante nuestros ojos. Las cifras multimillonarias a las que nos habíamos acostumbrado en todos estos años de deslumbrante expansión capitalista –y las instituciones que decían poseerlas o responder de ellas– empiezan a mostrar un estado delicuescente, fundiéndose una tras otra. Algunos cálculos estiman en hasta 10 billones de dólares el valor de la riqueza que se va a evaporar con la crisis. Hipotecas basura, activos tóxicos, valores contaminados,… Lo que hasta ayer mismo se decía ser sano y robusto, aparece hoy como infecto y descompuesto. Ingeniería financiera, contabilidad creativa, gestión del riesgo, activos colaterales, apalancamiento, derivados financieros,… todas las celebradas creaciones intelectuales de Wall Street aplaudidas durante todos estos años en las tribunas de prensa, por los medios políticos, en los círculos académicos han desaparecido como un fantasma al conjuro de un nombre, hipotecas subprime, al que ni sus mismos creadores reconocen como el brujo que conjuró las potencias subterráneas que ahora son incapaces de dominar. El estallido de la crisis ha permitido comenzar a observar un fenómeno tan anómalo como oculto hasta este momento: la burguesía monopolista mundial ha entrado en un estado paranormal, su corporeidad ha empezado a diluirse con cada quiebra de instituciones centenarias, con cada rescate del Estado, con cada inyección de liquidez. Si hasta este momento los afeites en su rostro financiero, los coloretes en sus mejillas bursátiles, las pelucas y teñidos en su cabeza bancaria habían creado la ilusión de un cuerpo joven, dinámico y atractivo, la caída de Lehman Brothers ha tenido la virtud de devolvernos la realidad de sus facciones avejentadas y su perfil macilento, de su cuerpo decrépito y su silueta espectral. (Fragmento de la intervención de apertura de la Escuela de Marxismo “Paralelismos y diferencias de la actual crisis con la del 29”. Septiembre de 2008)

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