La resistencia ante la regresión que supone Trump

El contra anclaje popular

La “era Trump” entraña amenazas, y poderosas fuerzas trabajan para encadenarnos aún más a los planes de recortes y de secuestro de la soberanía que ordena EEUU. Pero a esta ofensiva reaccionaria se enfrenta un amplio y poderoso movimiento popular, que lucha por romper esos amarres

Hay poderosas fuerzas que nos “anclan”, nos encadenan, a los dictados norteamericanos. Que en la nueva etapa abierta con el nuevo mandato de Trump empujan hacia una regresión en nuestro bienestar, derechos y libertades.

Pero hay otras fuerzas, igualmente poderosas, que actúan como “contra anclajes”, y empujan en un sentido contrario. Nos referimos a una lucha popular que recorre todo el país, es un protagonista activo con una enorme influencia y ofrece una feroz resistencia al diktat reaccionario que emana de la superpotencia.

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Una marea por la paz

El mismo día que se conmemoraba el 80º aniversario de la liberación de Auschwitz, Donald Trump anunciaba la intención de ejecutar una nueva limpieza étnica, al pretender expulsar de Gaza, con destino a Egipto y Jordania, a 1,5 millones de palestinos.

Al mismo tiempo, el nuevo inquilino de la Casa Blanca presentaba las bases de un “acuerdo de paz” en Ucrania, que premia al invasor ruso, entregándole una cuarta parte del territorio ucraniano, y castiga al invadido.

Estas son las intenciones del imperio. Pero frente a ellas se levanta una marea que les hará fracasar. La lucha tenaz del pueblo palestino, y una movilización que se ha extendido por todo el planeta, han impuesto un alto el fuego en Gaza. Y la resistencia del pueblo ucraniano pulverizó las pretensiones rusas de alcanzar una victoria rápida.

En España la lucha por la paz es una marea que determina la posición del país. Las movilizaciones contra el genocidio en Palestina se acumulan, uniendo a una inmensa mayoría de la población. Los manifiestos que reclaman en Palestina “Hay que parar la guerra. Ni terrorismo ni genocidio”, y en Ucrania demandan “Fuera tropas rusas invasoras”, son ejemplos destacados.

Si el gobierno español, frente a la vergonzosa postura pro genocidio de potencias como Alemania, ha tomado una posición contra la barbarie ejecutada por Netanyahu y Washington, es por la presión de la inmensa mayoría de la sociedad española.

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Un muro frente a los recortes

Las palabras de Ana Patricia Botín alabando la política económica de Trump nos empujan a cogernos el bolsillo… porque anticipan un nuevo salto en el saqueo.

Ya estamos contemplando las consecuencias de esta amenaza. La no aprobación del llamado “decreto ómnibus”, que agrupaba numerosas medidas de contenido social, más allá de los errores y tacticismos del gobierno, es un aviso. El “escudo social” de que presumía el gobierno debe ser desmantelado o negociado a la baja.

Pero ya hay una fuerza en sentido contrario. Los sindicatos, la mayor fuerza organizada, con más de tres millones de afiliados, han convocado manifestaciones para exigir la continuidad de las medidas que favorecen a pensionistas, inquilinos…

Lo que se anuncia es un grado mayor de atraco a la población, mientras bancos y monopolios anticipan que en 2025 volverán a batir un nuevo récord de beneficios.

Pero hay una mayoría social que exige ir en sentido contrario, aplicando medidas de Redistribución de la Riqueza. Así lo confirman las encuestas. Según el CIS el 86,4% está “muy o bastante preocupado” por el actual nivel de desigualdad social, y el 47,9% considera que hoy hay más desigualdades que hace diez años. Y señalan el camino que se debe seguir: el 74,5% está a favor de que “el gobierno debe garantizar que la riqueza se distribuya de forma justa”, y el 70,7% apoya que los más ricos paguen más impuestos.

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Un clamor en defensa de las pensiones

Más de 12 millones de pensionistas no saben si sus pensiones serán recortadas en febrero. Tras la no aprobación del decreto que incluía la revalorización de las pensiones según el IPC, asistimos a un “juego político”, en el peor sentido de la expresión, donde el futuro de los pensionistas está en el aire.

Ha quedado claro que las pensiones son algo demasiado importante para quedar al albur de la disputa política. La exigencia de que las pensiones se blinden en la Constitución, para que ningún gobierno pueda recortarlas o privatizarlas debe estar en primer plano.

Especialmente en un año donde las pensiones van a estar en el punto de mira. Lo estaban con Biden en la Casa Blanca, y lo siguen estando con Trump.

Hay una amplia mayoría, en la izquierda y también en amplios sectores de la derecha, que exige no tocar las pensiones.

En marzo o abril debe aplicarse la cláusula impuesta por la Comisión Europea, según la cual hay que revisar periódicamente las cuentas de las pensiones… abriendo la posibilidad de recortarlas.

Ya hemos asistido a un acuerdo entre PP y PSOE, el único que han alcanzado en medio de un clima de enfrentamiento… que curiosamente se dirige a introducir nuevos recortes en las pensiones.

Ahora arrecian los reportajes que hablan de la “insostenibilidad de las pensiones”, y algunos incluso se atreven a calificar de “estafa piramidal” al que es uno de los grandes pilares del Estado de bienestar.

Lo que quieren es degradar las pensiones públicas para poder privatizarlas, convirtiéndolas en un nuevo negocio para el capital financiero. Pero se enfrentan a una enorme resistencia social. Hay una amplia mayoría, en la izquierda y también en amplios sectores de la derecha, que exige no tocar las pensiones.

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Ni un derecho menos

Con Trump se irradia desde la superpotencia una corriente que considera que la democracia es aceptable si sirve a sus intereses, pero un engorro del que es necesario desprenderse cuando no coincide con lo que defienden.

Esa corriente cristaliza en el avance de los partidos ultras, en el gobierno en Italia o Argentina, y en crecimiento en la mayoría de países europeos, incluyendo Alemania. Los ultras son el ariete para abrir paso a las propuestas más reaccionarias, que restringen derechos sociales y atacan a los trabajadores inmigrantes o predican un machismo feroz.

Pero en todo el planeta, y especialmente en España, hay una contracorriente. Lo representa un movimiento feminista que ha colocado a nuestro país a la vanguardia mundial de las movilizaciones. También un entramado de organizaciones ecologistas que luchan contra los desmanes de bancos y monopolios, los grandes contaminadores. O multitud de fuerzas en defensa de los derechos de los trabajadores inmigrantes.

Esta contracorriente popular ha conquistado derechos, no va a permitir que sean recortados y lucha por ampliarlos.

Y tiene el apoyo de una mayoría social. Según la última encuesta del CIS la mayor parte de los participantes considera que el cambio climático es una amenaza real y se deben tomar medidas para revertirlo, y exige que se logre una plena igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida.

La llamada “era Trump” entraña amenazas y peligros. Pero a esta ofensiva reaccionaria se enfrenta un amplio y poderoso movimiento popular.

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