La doble fusión de Antena 3 y La Sexta, de Telecinco y Cuatro es ya un hecho consumado. Si las primeras noticias, antes del verano, apuntaron a la fusión de Cuatro y La Sexta, y la formación del mayor monopolio de comunicación del mundo hispano, la realidad ha superado a los peores temores. Los imperativos de la crisis y el proceso de concentración monopolista no parece que genere ninguna contradicción en los estómagos «progresistas». Una fusión a cuatro bandas con Zapatero como maestro de ceremonias que acelera la hiperconcentración de poder mediático en manos de un puñado de monopolios y, sobretodo, de la banca.
Primero Zaatero se encargó de crear las condiciones necesarias para que el milagro se obrase. Con la ley de urgencia de medios vino a abrir las puertas de la concentración monopolista, colocando el 27% de cuota de pantalla como límite máximo para cualquier fusión. Lo que significa que tres plataformas mediáticas pueden controlar el 81% del mercado. Al mismo tiempo, y a solicitud de La Sexta, el Gobierno autorizó la entrada de canales de pago en la TDT. Mejor imposible. Pero faltaba lo más importante, los fondos. Para ello y en nombre de “una televisión pública realmente independiente” se aprobó la desaparición de la publicidad en TVE, que ya es efectiva con el nuevo año. El pastel publicitario ve desaparecer al principal competidor, liberando esas entradas al servicio de las operadoras privadas. ¿De dónde se financiará TVE entonces?, de una cuota que deben pagar las mismas privadas que acapararán las entradas publicitarias. Y ya se sabe que quien paga manda. El resultado de esta doble fusión da como resultado dos gigantes mediáticos que acaparan el 90% de la publicidad, dejando el otro 10% para las televisiones autonómicas. Siempre el mismo color Lo más descarnado del proceso es que las televisiones que se hacen llamar “progresistas” respiran satisfechas ante un resultado que deja al descubierto las vergüenzas y el verdadero carácter de los medios “de izquierdas”. Por una parte, Mediaset, propietaria de Telecinco, y a su vez propiedad de Silvio Berlusconi, se hace con el 82% del resultado de la fusión con Cuatro (del Grupo Prisa, que posee, entre otros medios, el periódico El País o la cadena Ser), y por otra el Grupo Planeta, accionista mayoritario de Antena 3 (el periódico La Razón, y la emisora Onda Cero, por ejemplo) controlará el 78% de la plataforma mediática resultante de la fusión con La Sexta, propiedad de Mediapro, que es propietaria también del periódico El Público. Si la gestión del Grupo Planeta de La Razón y el periódico ultranacionalista Avui, al mismo tiempo, ya evidenciaba una contradicción “de colores”, el terremoto de la crisis ha dejado al descubierto los cimientos del entramado mediático cada vez en menos manos sin que importe color que, realmente, nunca tuvieron… o siempre tuvieron el mismo. La banca gana, la banca decide Pero si Zapatero ha actuado de “partenaire”, de maestro de ceremonias, nada de esto puede entenderse sin la intervención de la banca española, última propietaria y beneficiaria. Además de la presencia del Banco Santander como accionista en Antena 3, es uno de los principales acreedores del Grupo Prisa, participando en su momento en la concesión del crédito necesario para la adquisición de Sogecable. De hecho es ante la cabeza de la oligarquía española, Emilio Botín (presidente del Banco Santander), ante quien debe responder la familia Polanco (accionistas de referencia del Grupo Prisa) del préstamo aplazado hasta marzo del 2010 de 1.950 millones de euros que estrangula al gigante mediático. Por si esto fuera poco recientemente Juan Abelló, presidente de Sacyr y ex-consejero del Santander, adquirió el 20% de las acciones de Mediapro, pasando a ser el tercer accionista del grupo. Por su parte el BBVA participa también del accionariado de Antena 3 y Onda Cero a través de acuerdos anteriores con Telefónica, y además pasa ahora a ser uno de los principales avalistas de la fusión de Telecinco y Cuatro, formando parte del “pool” bancario asesorado por el J.P. Morgan, y junto a la banca italiana Imi. La banca es quien tiene en sus manos los medios, quienes deciden si estrangulan o proporcionan respiración asistida en medio de la crisis. Son quienes, en última instancia, deciden qué se dice, cuándo se dice y para qué en los medios de comunicación en España. Una cuestión de soberanía nacional En una reciente entrevista para esta casa, Enrique Bustamante, miembro del Consejo de Sabios de RTVE decía que “ningún país europeo ha aceptado que sus grandes cadenas estén en manos de capital extranjero, porque es una cuestión de soberanía nacional. Pero en España cuando sólo había dos cadenas privadas, A3 y T5, su accionariado sospechosamente era mayoritariamente extranjero. Espero que esa flexibilidad “cosmopolita” no se traslade al futuro”. Pero la realidad, de nuevo, es contundente. No solo por la adquisición de Cuatro por parte de la familia Berlusconi, la presencia del grupo alemán Bertelsmann como segundo accionista mayoritario en Antena 3, o la posesión del 30% de acciones de Mediapro por parte de la mayor multinacional publicitaria del mundo, WPP… sino porque como es costumbre en este tipo de fusiones, las partes interesadas han requerido los servicios asesores de grandes holdings bancarios internacionales. El J.P. Morgan (banco norteamericano que se encuentra entre los mayores del mundo), ha sido la parte asesora de Telecinco y Mediobanca (banco italiano que es además accionista mayoritario de Media Group, propietario a su vez de los periódicos El Mundo, Marca o Expansión) ha avalado al Grupo Prisa. La banca de inversiones norteamericana Morgan Stanley ha hecho lo propio con Antena 3 y el Citigroup (el otro buque insignia de EEUU en las finanzas mundiales) con Mediapro. Actuando como “joint global coordinators”, “lead managers” o “bookrunners” en la jerga financiera, son los encargados de proporcionar asesoramiento, reunir los socios bancarios necesarios para la ejecución del acuerdo (“pools” bancarios) y auditoriar libros, cuentas y operaciones, lo que les proporciona una capacidad de decisión determinante sobre los movimientos de los monopolios resultantes. ¿Un banca “progre”? El ejemplo más abrumador de la unanimidad de los medios de comunicación pese a su “diferente color” son las crónicas hechas sobre la manifestación convocada por los sindicatos el pasado 12 de diciembre. Ante la contundente presencia de más de cientos de miles de trabajadores y sindicalistas en las calles de Madrid, y una línea que señalaba directamente a la banca y a la política del gobierno frente a la orientación claudicante de las cúpulas sindicales, la actuación unánime de los medios fue vergonzosa. Como si la manifestación no hubiera existido y, en todo caso, hubiera sido un fracaso avalado por las ridícula cifra de 30.000 manifestantes. Dando rienda suelta a un vomitivo odio de clase, “a derecha e izquierda”, los medios de comunicación han respondido a la voz de su amo. No se esperaba el apoyo, cuanto mínimo reflejando la verdad, de los medios de la derecha, pero ya tampoco nadie lo puede esperar de los medios supuestamente progresistas. Con esta doble fusión la banca aumenta su poder sobre los medios, poder que ya ejercía antes. Si a la política de Zapatero le sumamos la actuación de estos medios, ante la evidencia solo nos queda por oír que el Banco Santander es un banco progresista.