El Ibex 35 aumenta un 22% sus beneficios

El club de la otra dimensión

Nosotros «estamos en otra dimensión». La respuesta de Botí­n al juez que le interrogaba por el caso de las multimillonarias jubilaciones con las que compró la dirección del banco nacido de la fusión del Santander con el Central-Hispano, es aplicable a los monopolios del IBEX-35. Ellos también están en «otra dimensión». Mientras el 90% de la población sufrimos un descenso brutal en nuestros salarios y rentas, ellos han obtenido un 22% más de beneficios en 2010.

A finales del asado mes de enero, la mayoría de las grandes empresas monopolistas que forman el IBEX 35 publicaban sus cuentas de resultados del año 2010. De conjunto ganaron 48.200 millones de euros (más de 8 billones de las antiguas pesetas), un 26% más que el año anterior. Cuando presenten sus datos las siete empresas que faltan, se calcula que el aumento de beneficios total quedará en torno al 22%. A la cabeza de todos los grupos monopolistas se sitúa Telefónica, con unos beneficios récord de 10.167 millones de euros, un incremento del 30,8% respecto a 2009. Le sigue de cerca el Banco de Santander, con otros 8.181 millones de euros. Inmediatamente detrás de los dos “gigantes” monopolistas de la bolsa española, vienen Repsol, BBVA y Endesa, con beneficios superiores a los 4.000 millones de euros. Ya a más distancia, Iberdrola, con 2.871 millones, y la constructora Ferrovial, con 2.163 millones de euros. De conjunto, este selecto grupo de siete corporaciones concentran más del 76% de los beneficios anuales del IBEX-35. La crisis no sólo no reduce, al contrario, incrementa sus beneficios, sino que además está provocando una creciente concentración monopolista de la riqueza en menos manos. La política económica y las medidas de Zapatero que para la mayoría de la población nos está suponiendo un empobrecimiento generalizado, con rebajas salariales, subidas de impuestos, inflación, incremento de las tarifas, recorte en las pensiones y los gastos sociales,… para este reducido grupo de grandes corporaciones monopolistas españolas significa, por el contrario, más y más beneficios. Aunque nadie se ha atrevido todavía a hacer un cálculo exacto de la pérdida de riqueza y poder adquisitivo que para el 90% de las familias españolas han supuesto los planes de ajuste dictados por el FMI y Berlín, ya hay quien habla, en una primera aproximación que seguramente se queda corta, de un descenso en las rentas y salarios de entre un 10 y un 15% en 2010 como media. Lo que significa seguramente para amplios sectores pérdidas superiores al 20% en sus rentas. Pero como demuestran los resultados de las empresas del IBEX-35, lo que unos perdemos, otros lo ganan. Lo que para la mayoría se cuenta en términos de pérdida acelerada de renta disponible para el ahorro y el consumo, para unos pocos monopolistas se mide en incrementos de un 20 o un 30% en sus beneficios. ¿Pero no decían que el país se había quedado sin riqueza, que habíamos gastado por encima de nuestras posibilidades y que por eso ahora es necesario aplicar drásticas medidas de ajuste? Ya dice el refrán que se coge antes a un mentiroso que a un cojo. Y los hechos y los números demuestran una vez más las mentiras sobre las que está construido todo su discurso sobre la austeridad. Lo que ocurre, en realidad, es que condenar a la austeridad –una forma refinada de denominar al empobrecimiento– a la mayoría es necesario para que una minoría siga acrecentando su riqueza, su poder y sus beneficios. Ese es todo el quid de la cuestión. A eso se reduce todo. Redistribuir la riqueza, claro que sí se puede Como hemos insistido reiteradamente en estas páginas desde que estalló la crisis, el problema de España no es que no tenga riqueza o no disponga de recursos para enfrentarse a ella, sino que esa riqueza y esos recursos están muy desigualmente distribuidos. Las entidades financieras, las sociedades de inversión, los fondos privados y las grandes empresas –que están controladas por el 1% más rico de la población– disponen de más de dos tercios de la riqueza financiera total del país. Según se desprende de los propios datos del Banco de España, no más de medio millón de personas acumulan en sus manos una riqueza financiera por un valor superior a los tres billones de euros, una enormidad equivalente a más de 500 billones de las antiguas pesetas. Con esos recursos, ¡claro que sí se puede salir de la crisis en beneficio de la mayoría y acabar con el paro! Pero para eso hace falta otra política de redistribución de la riqueza, de ahorro en los gastos del Estado y de inversión productiva. Y para ello es necesario instaurar un nuevo sistema fiscal en el impuesto de sociedades, en una escala del 0 al 90%, donde paguen más quienes más beneficios obtienen de acuerdo a su capital. Y sometido a su vez a una escala de 10 niveles de desgravación, de acuerdo con el grado de reinversión productiva de los beneficios y de inversión en I+D+I. Porque lo que increíblemente ocurre en nuestro país, es que mientras bancos y grandes monopolios –sin contar siquiera sus manejos financieros en los paraísos fiscales– disponen de recursos y exenciones fiscales que les permiten tributar un 20%, o incluso menos, de sus ganancias, las pequeñas y medianas empresas se ven obligadas a entregar a Hacienda el 31,5% de sus modestos beneficios Sólo con que a los bancos y los monopolios del IBEX-35 –que duplican los beneficios obtenidos por 1,2 millones de pequeñas y medianas empresas– les aplicáramos el mismo rasero, es decir, que pagaran el doble de impuestos sobre los beneficios que las pequeñas y medianas empresas, el Estado recaudaría 25.436 millones de euros más cada año. Si al resto de bancos y cajas y al conjunto de empresas calificadas como “grandes” por Hacienda, les aplicáramos únicamente la misma carga fiscal, un 31,4%, que a las pymes, obtendríamos otros 40.924 millones de euros. Un total de 66.000 millones de euros cada año. El equivalente a 44 veces lo que Zapatero ha ahorrado congelando las pensiones. O a más de 7 veces de lo que supone la reducción del 5% al salario de los funcionarios. Pero aquí lo que se está haciendo es justamente lo contrario. Congelan pensiones, rebajan salarios, aumentan impuestos a la mayoría, recortan gastos sociales para que bancos y monopolios no vean mermada su cuenta de beneficios y puedan seguir acumulando y concentrando riqueza a la misma, o superior, velocidad. Que el 1% de la población española posea el 70% de la riqueza financiera del país –con un valor estimado tres veces superior al PIB español–, que en el peor año de la crisis obtengan unos beneficios declarados superiores a los 50.000 millones de euros deja bien a las claras la justeza de la alternativa de redistribución de la riqueza. ¿Hay o no recursos para salir de la crisis? ¿Es o no un problema de redistribución de la riqueza, de en manos de quién está y al servicio de qué intereses se pone? Hay gente que cree que aplicar esos impuestos del 30% o más a las grandes fortunas es irrealizable. Que lo único que conseguiríamos es empobrecer más al país porque los ricos sacarían su dinero de España. Pero esto es justamente lo que ellos quieren que pensemos. Cuando en realidad es un argumento que no se sostiene En primer lugar, porque de lo que estamos hablando no es sólo de dinero, sino de capital, y en particular de riqueza financiera. ¿Qué van a hacer Botín, el BBVA y La Caixa? ¿Llevarse sus 10.000 sucursales en España a otro país? ¿Qué va a hacer Telefónica, cortar la línea de los 47,1 millones de clientes que tiene en España y que suponen más del 40% de su negocio global? ¿Acaso a Repsol los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia no le han quitado la propiedad sobre los yacimientos petrolíferos y le han multiplicado los impuestos por los beneficios que obtiene? ¿Y que han hecho, abandonar el país? De ninguna manera. No han tenido más remedio que tragar, porque la fuerza política organizada de los pueblos les ha impuesto que donde antes ganaban 100 ahora ganarán “sólo” 50. Esa es la clave de todo. Organizar nuestra propia fuerza política. Con ella todo es posible. Sin ella estamos a merced de que los Zapatero de turno nos condenen al empobrecimiento para que unos cuantos banqueros y monopolistas, nacionales y extranjeros, puedan seguir forrándose a costa de todos nosotros.

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