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El BCE deja a España e Italia en una situación lí­mite y dispara la deuda

Mario Draghi, el presidente del BCE, chocó ayer en Frankfurt contra el nuevo muro de Berlín. El italiano se quedó sin poder anunciar la «suficiente» respuesta que con tanta repercusión sísmica había evocado una semana antes para aplacar la crisis del euro. Tuvo que consolarse con anunciar para septiembre hipotéticas compras, condicionadas por el rechazo de Alemania, de bonos de España e Italia, con la esperanza de que esa difusa promesa tranquilice a los mercados. Veremos.

A cambio de tan tímido anuncio, Draghi acabó pidiendo a los gobiernos de España e Italia, a los que busca ayudar con su propuesta de compra de deuda, que solicitaran ayuda al Fondo Europeo de estabilidad, un rescate camuflado, bajo «estricta condicionalidad». Y aún en ese caso, aclaró Draghi, habría que convencer al Bundesbank, el banco central alemán, para que aceptara en ese nuevo escenario que el BCE comprase bonos de deuda en el mercado. En resumen, lo que ayer acordó el consejo del BCE es una «orientación. El comité de política monetaria, el de riesgo y el de mercados trabajarán sobre esta orientación y entonces tomaremos una decisión final». Insostenible para España e Italia (…)

Jens Weidmann, el presidente del Bundesbank, el banco central alemán, emergió victorioso sobre Draghi. Acudió al campo de batalla de Frankfurt, donde reside asediado el BCE, arropado por una buena parte de la élite económica y política alemana, que no oculta su falta de respeto hacia el jefe italiano del banco central. También de los banqueros centrales de los países más cercanos a la órbita del antiguo marco alemán. Draghi, por su parte, contaba con la esperanza de italianos, españoles y franceses. Más el apoyo de Timothy Geithner, el secretario del Tesoro de EE.UU. que pese a su buena voluntad «no entiende mucho lo que pasa en la eurozona», como sostiene una fuente informada sobre el contenido del reciente periplo del estadounidense por Berlín, Frankfurt y París.

Draghi ensayó un movimiento conciliador no proponiendo abiertamente la compra inmediata de deuda y condicionándola al rescate previo. Al final, se acordó estudiarlo todo, pero sin ningún compromiso, lo que no evitó que Weidmann expresara su reserva, como reconoció el propio Draghi. A partir de hoy, los mercados tendrán la palabra. Si las vagas promesas consiguen tranquilizar a los inversores por unos días, lo decidido ayer por el BCE tendrá el mismo tiempo de vigencia. Si, por el contrario, la sangría de la deuda y las bolsas continúa al ritmo de ayer, volverá a ser un agosto de infarto y nadie debería descartar reuniones de urgencia este mismo fin de semana para evitar el desastre final.

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