“Flores de papel” de Ebbaba Hameida

El alma del Sáhara

“Flores de papel” nos conduce al alma de un pueblo hermano, el saharaui, a través de la mirada de tres mujeres, tan diferentes y tan iguales.

El título del libro nos remite a los momentos del dominio colonial español. Leila, saharaui, acaba de dar a luz a una niña. Y una española quiere celebrarlo como manda la tradición, con un ramo de flores. Pero en el desierto hay pocas flores, y crea un extraño ramo de papel. La mujer saharaui reacciona con perplejidad y un punto de rechazo: “os inventáis hasta leche debajo de las piedras”.

Es una anécdota que nos recuerda dos importantes verdades. La de dos mundos, dos concepciones. La de quienes están acostumbrados a modificar el ambiente a su antojo, construyendo ciudades, y la de quienes no se sitúan por encima de la naturaleza y no conciben que sea manipulada. Pero también el pasado muy reciente de la presencia española en el Sáhara, que se convierte en presente en la hermandad, por encima de los desmanes de las autoridades, entre ambos pueblos.

Ebbaba Hameida nació en los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf. Es saharaui. Pero también es española, y la mayor parte de su vida ha transcurrido entre Italia y España. Una doble condición que entraña arraigos y desarraigos.

Con “Flores de papel” nos regala un libro que ella misma define como “autoficción”. Nos cuenta la historia real de su vida, de la de su familia y su pueblo. Apegada a los hechos probados, como la periodista que es. Pero lo hace empuñando el arma de la ficción, que no se aparta de la realidad sino que puede indagar en sus pliegues más íntimos. Como la escritora que también es.

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Tres momentos. Tres mujeres.

El protagonista del libro es el pueblo saharaui. Pero está contado en primera persona, no por el estilo literario sino que Ebbaba nos narra lo que ha vivido, ella y los suyos. Contar la historia del Sáhara exigía personalizarlo, en tres momentos, pero sobre todo en tres mujeres. Tan diferentes, en cómo viven y en qué piensan, pero al mismo tiempo tan unidas y tan iguales, hermanadas por el exilio, la guerra y la voluntad de recuperar una patria usurpada.

Leila, la abuela, arrancada de una vida nómada para ser encerrada en una casa donde cada ladrillo es un puñetazo en el estómago. Que no entiende por qué las cabras deben ser enjauladas o que la comida no esté en la naturaleza sino en las tiendas. Y que, por primera vez, tiene conciencia de vivir bajo un poder colonial que los domina.

Naima, la madre, expulsada de su tierra bajo una criminal lluvia de napalm y fósforo blanco. La generación que crea el Frente Polisario, y levanta casas y escuelas en el exilio de Tinduf. Una enfermera revolucionaria que hace crecer flores, no de papel sino de resistencia, en medio del desierto.

Y Aisha, la más joven, que llega a Italia con solo seis años por una enfermedad que no puede ser atendida en los campamentos donde ha nacido. Dividida entre los profundos lazos con su madre biológica y su patria, y una nueva familia de acogida, en una realidad tan diferente del exilio en medio del desierto. Un desgarro interior, lleno de encuentros y desencuentros. Que le conduce a inventarse un novio, para estar “integrada” y contentar a la familia italiana, y respetar a la familia saharaui, que le reclama ser una mujer respetable. O se expresa en el dolor cada vez que vuelve a Tinduf, donde viven con carencias que ella no tiene en su doble exilio en Italia.

Una mirada, la de Ebbaba, que reclama su libertad como saharaui y como mujer. Que cuando vuelve a los campamentos la pregunta insistente es cuándo va a tener hijos. Contestada de forma tajante: “como mujeres existimos, y nuestra libertad es tan importante como la del Sáhara”.

Que ha escrito la historia de su pueblo para “cumplir con mi responsabilidad y mi conciencia de no dejar de lado a los míos”.

Una periodista que ha cubierto numerosas guerras donde se reproduce la tragedia y la lucha del Sáhara. Por ello “en las babushkas de Ucrania veía a mi abuela”, y Gaza “te recuerda a lo que es vivir en una cárcel a cielo abierto sin haber cometido ningún delito”.

Ebbaba nunca ha pisado el Sáhara Occidental, ocupado por Marruecos, donde vive la familia de su padre. Pero sabe que un pueblo puede rebelarse contra el “maktub” o destino. E imagina una segunda parte de “Flores de papel” con una cuarta generación que pueda ser “100% libre”, como saharauis y como mujeres.

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