Modernos de otros siglos

Jack London, la aventura es real

Los relatos de Jack London no son fruto de la imaginación en un salón burgués, sino de una vida apasionante

Posiblemente le conoces porque un profesor te recomendó leer La llamada de lo salvaje o cayó en tus manos una edición juvenil de Colmillo blanco, sus dos libros más populares. Pero la obra de Jack London va mucho más allá de la “literatura de aventuras”. En sus escritos la aventura es la realidad.

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Pasión por la vida

Jack London nació en 1876 y vivió cuarenta años con más intensidad que si hubiera sido un siglo, creció entre la clase obrera y durante años luchó por salir de la pobreza, lo intentó de mil maneras.

Trabajó de niño vendiendo periódicos y más tarde en una conservera con jornadas de hasta 18 horas. Probó suerte fuera de la ley como traficante de ostras y también como representante de la ley en la patrulla pesquera que perseguía a los traficantes. Con 17 años fue marino en un buque de caza de focas en Japón y en plena fiebre del oro fue a buscar el metal precioso en el helado río Yukón. Pasó una temporada en la cárcel detenido por vagabundo. Más tarde consiguió matricularse un año en la universidad de California, hasta que se le acabaron los recursos.

Sus relatos no son fruto de la imaginación en un cómodo salón burgués sino de una vida apasionante. Cuando lo lees puedes sentir el frío que pasan los buscadores de oro en Alaska, el sufrimiento de un niño que trabaja en una fábrica textil o el dolor de los castigos que sufre Bukc (el San Bernardo protagonista de La llamada de la selva). Una sensación tan fuerte de realidad que ninguna de las muchas versiones cinematográficas de sus relatos, algunas de ellas muy buenas, es capaz de transmitir con la misma intensidad.

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London socialista

Respondía todas las cartas y se despedía diciendo “Con usted por la revolución”.

Vale la pena conocer cómo London se hace socialista, tal como lo explica en su artículo “Yo nací en la clase obrera”; nos dice: “Yo nací en la clase laboriosa. Y a la edad de 18 años me encontraba por debajo de mi punto de partida” y Tenía miedo a pensar. Veía al desnudo los elementos simples de esta civilización complicada que me había tocado vivir. La vida era para mí una cuestión de comida y de cobijo. Con el fin de obtener comida y abrigo, el hombre vende cosas (…) Todas estas cosas son mercancías, todo el mundo compra y vende. La única mercancía que el trabajo tiene para vender son sus músculos. El trabajador sólo tiene músculos a la hora de vender (…) Si le fallan los músculos no le queda más que descender a los sótanos de la sociedad para morir miserablemente”.

Pero London aprende que “el cerebro era también otra mercancía. El cerebro es diferente a los músculos. Uno que venda su cerebro se encuentra todavía en su primera juventud cuando no tiene más que cincuenta o sesenta años (…) Pero un trabajador se encuentra agotado o roto a los 40 o 50 años (…) Desde entonces comencé una persecución frenética por el saber. En este terreno encontré, expresado de una manera científica y en una cierta categoría de libros (…) Ya antes de mi nacimiento, otros espíritus más desarrollados que el mío, habían expresado todo lo que yo pensaba y se habían adelantado a su tiempo. Fue entonces cuando descubrí que era socialista”.

El cerebro es otra mercancía. Pero diferente a los músculos…”

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Revolucionario en la vida y en su obra

La posición revolucionaria de London es honda y en varios aspectos. Militó y participó en política activamente defendiendo el marxismo. Respondía todas las cartas que se le dirigían y se despedía siempre diciendo “Con usted por la revolución”. En 1905, cuando ya era un prestigioso escritor y la burguesía norteamericana le invitaba a dar conferencias, es conocido cuando en uno de sus salones proclamó: ¡Nada de una parte! Necesitamos todo lo que poseéis. No nos conformaremos con menos. Queremos llevar las riendas del poder y el destino del género humano… Mirad nuestras manos, miradlas bien: ¡Son manos fuertes!”

En su obra nos presenta la lucha por la supervivencia en la naturaleza, el antagonismo de las relaciones en el capitalismo… Pero aparece una concepción revolucionaria no sólo por lo que nos explica sino por su enfoque, cuando leemos La llamada de lo salvaje, nos está transmitiendo que Buck tiene un comportamiento fruto de la práctica a la que ha estado sometido y que si la práctica cambia, también cambiará su forma de ver las cosas. Y cuando leemos ese libro en una edición juvenil, London nos transmite un pensamiento de una gran fuerza transformadora.

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2000 palabras al día

Jack London era también un proletario de la literatura, tenía como regla escribir cada día como mínimo 2.000 palabras. Como nos dijo Picasso “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.

Escribió 49 libros y cientos de artículos y cuentos, es uno de los autores norteamericanos más leídos del mundo. Su obra cubre géneros muy diversos. Libros en los que nos hace llegar “las aventuras de su vida” como Lobo de mar; otros en los que describe la dureza de las condiciones del proletariado como Gente en el abismo; Martín Eden, en gran parte autobiográfico; o Amor por la vida, una de sus más bellas historias, de la que Nadia Krupskaya cuenta en sus memorias que entusiasmó a Lenin en sus últimos días.

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