EEUU, el mayor manipulador de los tipos de cambio

«Las maniobras e intentos de Estados Unidos de manipular las tasas de cambio vienen de largo y tienen objetivos múltiples, pues no es tan sencillo como conquistar ventajas económicas y comerciales. El tipo de cambio del renminbi no puede someterse a voluntad de otros paí­ses. En realidad, ninguno de los bancos centrales, incluidos los de los paí­ses occidentales, deja rienda suelta a las tasas de cambio, la cantidad de dinero puesto en circulación y la cantidad de préstamos.»

Los medios y formas de Estados Unidos ara manipular las tasas de cambio son relativamente encubiertos y astutos. Estados Unidos ha venido manipulando las tasas de cambio del dólar a través de formas indirectas y recursos astutos. Por ejemplo, recurre con frecuencia a engañosos informes de bancos de inversión o resultados de estudio de los expertos para difundir informaciones seductoras en el mercado destinadas a revaluar o devaluar el dólar. La tendencia de la marcha del dólar siempre coincide hábilmente con el ritmo de la recuperación económica de Estados Unidos y el ciclo del dólar corresponde justamente al ciclo de la recuperación económica, lo que es también una manifestación y resultado de la manipulación de las tasas de cambio por parte de Estados Unidos. (DIARIO DEL PUEBLO) THE ECONOMIST.- Alemania está, con razón, orgullosa de su capacidad para controlar costos y mantener su exportación. Pero también tiene que reconocer que su éxito ha sido conseguido en parte a expensas de sus vecinos europeos. A los alemanes les gusta creer que hicieron un gran sacrificio al abandonar hace años su amado marco alemán, pero lo cierto es que se beneficiaron más que nadie del euro. Casi la mitad de las exportaciones de Alemania van a otros países de la zona euro que ya no pueden recurrir a la devaluación para contrarrestar la competitividad alemana. China. Diario de Pueblo EEUU es el mayor manipulador de los tipos de cambio en el mundo Suficientes pruebas muestran que Estados Unidos, que acusa con frecuencia a otro país de manipular las tasas de cambio y le ejerce continuas presiones para cambiar el valor de su moneda, es precisamente el más grande “país manipulador de los tipos de cambio” en el mundo. Este país hegemónico que coloca sus estrechos intereses económicos y políticos por encima de todo, en realidad, no tiene ninguna condición para hacer, a título de viejo maestro, comentarios y críticas imprudentes contra los tipos de cambio y políticas pertinentes de otros países. Desde luego, los medios y formas de Estados Unidos para manipular las tasas de cambio son relativamente encubiertos y astutos. Cao Honghui, director de la Oficina de Mercado Financiero del Instituto Financiero de la Academia de Ciencias Sociales de China, señaló: Estados Unidos ha venido manipulando las tasas de cambio del dólar a través de formas indirectas y recursos astutos. Por ejemplo, recurre con frecuencia a engañosos informes de bancos de inversión o resultados de estudio de los expertos para difundir informaciones seductoras en el mercado destinadas a revaluar o devaluar el dólar. El que últimamente, los fondos compensatorios de Estados Unidos menospreciaran el euro y la libra esterlina y, en el futuro, puedan atacar al yen es precisamente un ejemplo de que EEUU manipula el dólar en forma encubierta. A través del ataque a las monedas de estas economías principales, Estados Unidos ha podido mantener la posición dura del dólar como instrumento de su hegemonía, ayudar a sí mismo a librarse del pantano de la recesión económica y ganar la iniciativa para una nueva vuelta de desarrollo. Estados Unidos, mediante la manipulación de las tasas de cambio del dólar, ha reducido en grandes márgenes las reservas y propiedades en dólares de China y otros países en vías de desarrollo para superar la presión de su enorme deuda externa y, al mismo tiempo, se ha aprovechado del “efecto de evaluación de valor” para elevar el valor de sus propios bienes relacionados con el exterior. Por ejemplo, bajo la manipulación de la Reserva Federal de Estados Unidos, el dólar devaluó frenéticamente en más del 40% después de firmado en 1985 el “Acuerdo de Plaza”; después de 2001, la continua devaluación del dólar frente a las principales monedas ha excedido del 30%. Correspondientemente, aunque el volumen total de la deuda externa de Estados Unidos se incrementó en 3,856 billones de dólares, la deuda neta disminuyó en 199.000 millones de dólares, es decir, obtuvo una ganancia neta de capital por el monto de 4,055 billones de dólares, de los cuales 892.000 millones de dólares por la manipulación de la devaluación del dólar y 3,163 billones de dólares por forzar la revaluación de monedas de otros países y lograr una ganancia neta a través de los cambios de los precios de bienes. Cuando Estados Unidos recurre a medios políticos, diplomáticos y comerciales para obligar al renminbi a revaluar de acuerdo con su exigencia y criterio, también intenta dejar el comercio de las exportaciones de China en una situación difícil, muchas empresas en quiebra, innumerables trabajadores en desempleo, abatida la economía e inestabilidad social. Para enfrentar el impacto de la crisis financiera provocada por él mismo, EEUU tuvo que imprimir billetes y pedir préstamos en grandes cantidades y, en el curso de pedir créditos, se vio obligado a revaluar el dólar para elevar la capacidad seductora. Entonces, Estados Unidos recurrió primero al Fondo de Estabilización para vender euros en grandes sumas, lo que condujo a una vertiginosa caída del euro y el alza del dólar y luego, imprimió frenéticamente billetes y, a través de una serie de complejos procedimientos y medios manipuladores como la eliminación de las deudas de cobranza dudable, controló la tasa de aumento del dólar para alcanzar sus objetivos. Zhang Monan, vice investigador del Departamento de Pronósticos Económicos del Centro Nacional de Informaciones, indicó: La tendencia de la marcha del dólar siempre coincide hábilmente con el ritmo de la recuperación económica de Estados Unidos y el ciclo del dólar corresponde justamente al ciclo de la recuperación económica, lo que es también una manifestación y resultado de la manipulación de las tasas de cambio por parte de Estados Unidos. El reajuste táctico del dólar tiene un fuerte color egoísta y unilateralista; el alza y la caída del dólar, aparentemente sin ley alguna, coinciden de hecho con las tácticas económicas de Estados Unidos. De 2009 a esta parte, la crisis económica mundial ha mostrado obviamente tres etapas, es decir, la de agravamiento (de comienzos de 2009 a comienzos del mes de marzo), la de mejoramiento (de comienzos de marzo a fines de octubre de 2009) y la de recuperación (de fines de octubre de 2009 hasta la fecha). El ciclo del dólar coincide precisamente con el ciclo de la recuperación económica. En la etapa de agravamiento, todo el mercado financiero global estaba ocupado en el “desapalancamiento” en tanto que el dólar aprovechó su “propiedad de evitar riesgos” y su posición fuerte de etapa para atraer el retorno de fondos a su territorio y equilibrar el balance por saldos. En la etapa de mejoramiento, Estados Unidos abrió la válvula de la movilidad del dólar, de modo que la cuantificación de la relajante política monetaria no sólo incitó un fuerte repunte del mercado de capital, sino que también, a través de la devaluación del dólar en grandes márgenes, estimuló la poderosa recuperación de la economía física, particularmente del comercio. En la etapa de recuperación, Estados Unidos logró terminar su profunda recesión económica en el tercer trimestre, con un crecimiento de 3,5% (fue reajustado en 2,2% después del trimestre); de este modo el dólar cumplió su tarea de “aparato equilibrante” para reajustar la recuperación económica y, para mantener el equilibro de intereses del dólar y compensar la brecha de etapa desde hace un año, su margen de repunte superó el 5%. De fines del año pasado a esta parte, debido a la crisis financiera en Europa, el dólar tuvo un fuerte repunte y revaluó en cerca del 10%. En general, la Reserva Federal de Estados Unidos sigue una táctica de “descuido de buena voluntad” respecto a las tasas de cambio del dólar y su política monetaria se basa completamente en la situación económica de Estados Unidos, de manera que los tipos de cambio del dólar no son norma de medir o variar la política monetaria. No obstante, cuando las cuentas corrientes suben abruptamente o la deuda externa se incrementa vertiginosamente, la Reserva Federal de Estados Unidos toma medidas para intervenir en el mercado u obligar a revaluar las monedas de otros países y manipular la devaluación del dólar para promover las exportaciones, mejorar el pago internacional y reducir la neta deuda externa. Cuando la comunidad internacional pone en tela de juicio la fiabilidad del dólar y se reduce grandemente la velocidad del flujo de fondos hacia Estados Unidos, el gobierno estadounidense entona en tono alto un fuerte dólar, e incluso toma la iniciativa de intervenir en el mercado para elevar el tipo de cambio del dólar. Xiang Songzuo, subdirector del Instituto de Monedas Internacionales de la Universidad del Pueblo de China, puntualizó: La política monetaria de Estados Unidos es “antojadiza”, pues cuando es necesario devaluar, manipula inmediatamente para lograrlo; y cuando es necesario revaluar, manipula de inmediato para alcanzarlo. La condición clave para esa política de tipo de cambio es precisamente la “tasa de cambio flotante”. Yu Zuyao, académico honorario de la Academia de Ciencias Sociales de China, apuntó: “Las maniobras e intentos de Estados Unidos de manipular las tasas de cambio vienen de largo y tienen objetivos múltiples, pues no es tan sencillo como conquistar ventajas económicas y comerciales. El tipo de cambio del renminbi no puede someterse a voluntad de otros países. En realidad, ninguno de los bancos centrales, incluidos los de los países occidentales, deja rienda suelta a las tasas de cambio, la cantidad de dinero puesto en circulación y la cantidad de préstamos.” DIARIO DEL PUEBLO. 19-3-2010 Inglaterra. The Economist Alemania: el motor de Europa En otras partes del mundo, Europa es ampliamente considerado como un continente cuya economía es rígida y esclerótica, cuyos habitantes son poco trabajadores y dependientes del estado del bienestar, y cuya base industrial es anticuada y está disminuyendo, engranajes y palancas quebradas que condenan al Viejo Continente a un futuro sombrío. Como con la mayoría de los lugares comunes, hay algo de verdad en ello. Sin embargo, (…) los logros de Alemania, la mayor economía de Europa, cuentan una historia bastante diferente. Hace diez años, Alemania era el enfermo de Europa, lastrado por un crecimiento lento y un alto desempleo, con sus grandes fabricantes moviéndose en una desesperada búsqueda de menores costos. Ahora, a pesar de la recesión, el desempleo es menor de lo que era hace cinco años. Aunque Alemania recientemente cedió su lugar como mayor exportador mundial a China, su destreza exportadora sigue intacta. Como proporción del PIB, el superávit por cuenta corriente este año será más grande que el de China. Esta hazaña le da un mentís a la imagen, común en Estados Unidos y Asia, de Europa como un continente fracasado incapaz de cambiar. Y, para el resto de Europa, hay mucho que decir por tener una economía fuerte en el centro geográfico y político del continente. Sin embargo, el éxito de Alemania es, paradójicamente, también la causa de problemas de sus vecinos, problemas que ellos, y Alemania, necesitan abordar. Lo viejo y lo nuevo La gran flexibilidad de Alemania es la consecuencia de viejas virtudes combinadas con otras nuevas. El viejo sistema de gestionar la creación de consenso ayudó a mantener a sindicatos y empleadores juntos cuando fue necesario presionar a la baja los costes. El famoso Mittelstand (las pequeñas y medianas empresas, a menudo de propiedad familiar) rediseñaron su estrategia, paso a paso, juzgando qué hacer en Alemania, qué enviar el extranjero y qué externalizar. Al mismo tiempo, la política económica tomó una dirección nueva liberalizadora. El gobierno de Schröder introdujo reformas en el mercado de trabajo y de bienestar en 2003-04; impulsadas por ellas, y por las presiones competitivas de la moneda única europea, las empresas alemanas mantuvieron despiadadamente presionados hacia abajo los salarios reales. Los costos laborales unitarios cayeron a un promedio anual del 1,4% en 2000-08 en Alemania, en comparación con un descenso del 0,7% en América y una subida del 0,8% y 0,9% en Francia y Gran Bretaña, respectivamente. Aunque la recesión del año pasado afectó duramente a Alemania, su economía está mucho mejor ahora de lo que estaba hace una década, cuestión que debe tenerse en cuenta en Francia, donde el presidente Nicolas Sarkozy ha despotricado contra la subcontratación, y en el sur de Europa, que hacen lo imposible por preservar unos salarios demasiado generosos y unos mercados laborales rígidos. Alemania está, con razón, orgullosa de su capacidad para controlar costos y mantener su exportación. Pero también tiene que reconocer que su éxito ha sido conseguido en parte a expensas de sus vecinos europeos. A los alemanes les gusta creer que hicieron un gran sacrificio al abandonar hace años su amado marco alemán, pero lo cierto es que se beneficiaron más que nadie del euro. Casi la mitad de las exportaciones de Alemania van a otros países de la zona euro que ya no pueden recurrir a la devaluación para contrarrestar la competitividad alemana. Mientras que los anglosajones estaban gastando todo su dinero, los alemanes mantuvieron el ahorro. La inversión interna no ha seguido el mismo ritmo. El resultado de la proeza alemana en la exportación, junto con su reticencia a gastar e invertir, han sido enormes superávit comerciales. Los excedentes de ahorro de Alemania han sido canalizados hacia el extranjero, a menudo en activos de alto riesgo en Estados Unidos y en bonos de deuda pública de países como Grecia. Sería absurdo sostener que una prudente Alemania es responsable del libertinaje de Grecia o de la burbuja inmobiliaria de España (a pesar de que algunos heroicos economistas lo hayan argumentado). Pero es cierto que, dentro de una zona de moneda única, los países con superávit habituales suelen ir acompañados por los déficit habituales. Dar una oportunidad al gasto Los desequilibrios no pueden sostenerse para siempre, ya sean déficits o excedentes. Sin embargo, los países con superávit tienden a verse como virtuosos y ver a los países deficitarios como venales, lo que implica que el peso del ajuste recaiga en los prestatarios. La respuesta de Alemania a los disturbios de Grecia, España y otros países de la zona euro ha seguido esa línea. Un plan de rescate financiero de Grecia, una vez tabú, ahora es objeto de debate, y los ministros alemanes han llegado incluso a sugerir un supuesto Fondo Monetario Europeo (…) Pero la idea de que Alemania debería tratar de ajustar, mediante la reducción del ahorro y un mayor consumo e inversión, aún parece inaceptable para el Gobierno de Angela Merkel. Es cierto que los vecinos de Alemania tienen mucho trabajo por hacer. Francia, Italia y España tienen que seguir a Alemania en reformar sus mercados laborales, Italia, España y Grecia necesitan reforzar sus finanzas públicas. Pero Alemania también tiene que seguir adelante con la liberalización. Su red de regulaciones es demasiado rígida, y su protección laboral es demasiado alta, sus sistemas de salud, de bienestar y educación todavía necesitan grandes dosis de cambio, su sector de servicios está subdesarrollado. No hace falta ser un fanático del libre mercado para pensar que es demasiado duro iniciar un nuevo negocio en Alemania, o para preocuparse por los excesivos impuestos para pagar el cuidado médico y el sistema de bienestar reducen empleos en servicios de bajos salarios. Tampoco todos los cambios que Alemania necesita para hacer significan un retroceso. Muy pocas mujeres trabajan a tiempo completo, en parte porque el apoyo al cuidado de los niños es insuficiente. Las perspectivas demográficas del país son nefastas. Un ambicioso programa de reformas estructurales de Alemania sería muy útil para impulsar el consumo y la inversión, y, a su vez, para aumentar el crecimiento del PIB, que sigue siendo preocupantemente débil. Alemania también puede permitirse recortes fiscales para impulsar el crecimiento sin arruinar las finanzas públicas. Si Alemania mirara algo más lejos, vería que esto es en su propio interés más amplio, tanto porque sería bueno para los consumidores alemanes como porque ayudaría a la zona euro a la que está enganchado. La moneda única europea, al igual que la propia Unión Europea, deben mucho al pasado liderazgo alemán. Si desaparece, tanto la moneda como el club tenderán a sufrir, y Alemania será la que más pierda. THE ECONOMIST. 11-3-2010

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