Josep Marí­a Castellet:

Dos almas y una sola pluma

Castellet era un amante de Sinatra, «la voz que se adapta a todos los oí­dos, y que aunque no sepas inglés se entiende perfectamente. Su música recoge la história más profunda de EEUU». Un retrato en pocas palabras de la visión artí­stica de un gran editor. Josep Marí­a Castellet falleció el pasado jueves 9 de enero. Permanecerá siempre un pedazo vivo de nuestra historia, un canal de gigantesca sensibilidad y entrega a la literatura española, a la lengua y a los autores catalanes.

Se ha dicho estos días que Josep María Castellet construyó un puente entre la literatura española y la catalana, como dos partes enfrentadas entre las que había que mediar. O que conectó la cultura catalana con la europea, como si ésta tuviera una identidad superior a la riqueza y pluralidad de la hispana. Nada que ver con el valor de su trabajo y trayectoria. Un intento por convertir a un amante de la libertad y la cultura en un instrumento político de división. «Con aciertos y errores, como siempre, los hechos de Castellet, su inmensa obra editorial, hablan por él sin lugar a dudas»

Castellet fue un defensor de la literatura y la cultura universal, de la libertad y del arte. Se significó durante el franquismo como intelectual comprometido y un referente de la lucha cultural contra la dictadura, adentrándose en la complicada tarea de la renovación de la literatura española, tanto en castellano como catalán. Fue fundador de la Associació de Escriptors en Llengua Catalana y una figura fundamental para las letras catalanas en la segunda mitad del siglo XX.

El mestre

Era escritor, crítico literario, editor, conspirador cultural eterno, y promotor de iniciativas culturales con intención política implícita. Desde los esfuerzos por driblar la censura, con la defensa del “objetivismo narrativo”, o realismo crítico, en el que era el lector quien completaba en su mente la obra escrita por el autor, a las lecturas del teórico marxista Györyi Lukács -su apoyo al PCE en la clandestinidad- que le llevaron a publicar su canon de la poesía española, Veinte años de poesía española, (1960), y poco después, de la catalana, en Poesia catalana del segle XX (1963). Proyectos que se fraguaron en el homenaje a Antonio Machado en Colliure en 1959, por parte de una generación de poetas como José Agustín Goytisolo, Ángel González, José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, Alfonso Costafreda, Carlos Barral o José Manuel Caballero Bonald, y en cuya raíz estaba también la creación de una editorial, Colliure.

Así lo recordaba Carlos Barral en sus memorias publicadas en el 2003:

“Recuerdo las innumerables sesiones en casa de Castellet, discutiendo listas de autores, nombre por nombre, y datando poemas y libros, como si fuera una sola. Nos veo, a José Agustín Goytisolo, a Jaime Gil de Biedna y a mí, sentados en el suelo (…), sugiriendo, discutiendo entre nosotros. José María [Castellet], al que todavía no llamábamos el ‘mestre’, sin instrumentalizar aún por los escritores en lengua catalana, tomaba notas sentado en el borde de un sillón”

El arte editorial

Poco después se alejó de los estructuralistas y volvió a romper esquemas con su antología Nueve novísimos poetas españoles (1970), donde incluía a realistas como Vázquez Montalbán, y en cuya contraportada aparecía Castellet con aspecto “hippie” y acompañado por el símbolo internacional de denuncia de la Guerra de Vietnam.

En 1964, Max Cahner le propuso dirigir Edicions 62. Décadas después, Castellet es sin duda un símbolo del trabajo editorial independiente, y del concienzudo esfuerzo por elevar socialmente la cultura catalana y sus autores, en castellano y en catalán. Se resistió hasta el final y nunca aceptó que los nuevos tiempos significaran gigantescas fusiones editoriales, como consecuencia de alguna extraña “ley de la gravedad editorial”, ni la desaparición de los editores transmutados en jefes comerciales.

Ganador de premios como el Nacional de las Letras Españolas, la Creu de Sant Jordi, el Premi Nacional de Cultura, la Medalla d’ Or de la Generalitat… Jospe María Castellet es un símbolo de unidad y cohesión cultural, un persistente investigador y un genial editor.

Los críticos le recordaron siempre las sonadas exclusiones de sus antologías, su tendencia a impregnarse de “modas” y su giro “catalanista”. Pero con aciertos y errores, como siempre, los hechos de Castellet, su inmensa obra editorial, hablan por él sin lugar a dudas.

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