La Comisión Europea había propuesto adelantar gran parte de los 76.000 millones de euros del Fondo Social Europeo que están presupuestados para el ejercicio 2007-2013, para luchar contra el desempleo que se dispara por la crisis. España ha sido históricamente uno de los grandes beneficiarios del FSE, que en esta ocasión pretendía repartir 19.000 millones de euros entre todos los socios en 2009 y 2010. El ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, vio escurrirse la parte española tras las protestas de un grupo de contribuyentes netos al presupuesto de la Unión Europea, liderados por Alemania, Suecia y Holanda.
Merkel también se ouso a la financiación al 100% de los proyectos de formación, ganándose el enfado de buena parte de líderes europeos, acosados por el impacto de la crisis. La perseverancia alemana obligó a la Comisión a guardarse la propuesta. De no invertirse en programas de formación, las partidas no gastadas volverán en última instancia a los contribuyentes netos, entre los que se encuentran los tres países que bloquearon la propuesta.Después de rechazar el adelanto de los fondos y de asegurar que no pondrán de nuevo en marcha planes de estímulo económico con dinero público para crear empleo, los Veintisiete alertaron a los gobiernos europeos de que puede haber de nuevo necesidad de recapitalizar o limpiar balances de alguna entidad bancaria.Desde que comenzó el desplome mundial en septiembre del año pasado con la caída de Lehman Brothers, el Gobierno alemán se ha centrado casi exclusivamente en la gestión de la crisis a escala nacional, rechazando sistemáticamente cualquier intento de adoptar un planteamiento unitario europeo. Las tensiones en las relaciones franco-alemanas han ido en aumento, esto pone de manifiesto un cambio fundamental de actitud en el grueso de la clase dominante alemana. La perspectiva alemana se está aproximando a la de Francia y del Reino Unido»: la UE deja de convertirse en un proyecto de futuro para pasar a ser el marco económico e institucional en el que cada una de las grandes potencias europeas afirman sus intereses nacionales. Abandonando el proyecto de la «Europa de los pueblos».La competencia cada vez más despiadada entre las burguesías monopolistas, y la tendencia «al repliegue nacional, debido a los inmensos gastos en el rescate financiero y mantener un minimo de subvencion para contener un posible estallido social, esta llevando a que en el seno de la UE -que hace unos años parecía caminar de la mano del Europa de los Pueblos» y de la Constitución Europea por la vía férrea de la unificación obligatoria bajo la égida franco-alemana- a fuertes tendencias centrífugas y disgregadoras. Pero claro, aquellos eran otros tiempos, donde se trataba de repartir los beneficios de la explotación. Ahora hay que distribuir las perdidas.Hace un año Alemania luchaba con China para que la potencia asiática no le arrebatara el puesto de primera exportadora de mercancías global. Hoy esa lucha está definitivamente perdida, y la contracción acelerada del mercado mundial ha puesto de rodillas a las exportaciones, que han caído un 19% en un país donde casi la mitad de su economía depende de la demanda exterior. Hubo quien confió en que la hegemonía germana en la fabricación de bienes de equipo, tecnología de gama alta y mercancías de alto valor añadido en general permitiría a Alemania aguantar mejor el temporal, pero tal cosa se ha revelado como otro de tantas vanas esperanzas. La fuerza productiva alemana es demasiado voluminosa, y como en todas las crisis capitalistas, la destrucción de capital sobrante alcanzará una violencia inusitada.La mayor economía europea enfrenta la recesión más profunda desde 1949. Los expertos pronostican que el producto interior bruto (PIB) de Alemania sufrirá una contracción del 6,0 por ciento este año y del 0,5 por ciento en 2010. Semejante retroceso tendrá también sus efectos sobre el mercado laboral y los presupuestos públicos. A lo largo del 2009 Alemania perderá más de un millón de puestos de trabajo y el desempleo alcanzará en otoño los 4,7 millones de personas. A finales de 2010, la cifra podría ser de casi cinco millones.Y es que, además de una crisis política, la amenaza de una crisis social se cierne sobre un país donde el narcótico del Estado del Bienestar fue capaz de convencer a los trabajadores -a golpe de subvención y subsidio- de que el capitalismo podía tener un rostro suave, humano y hasta agradable. Hasta ahora los adocenados sindicatos alemanes habían logrado evitar despidos masivos convenciendo a las empresas de que mantuvieran el empleo a costa de reducir la jornada laboral, y al gobierno que pagara en subsidios estatales las entradas salariales restantes. Pero según se va agudizando la crisis Alemania necesita recortar aportaciones a Europa para centrarse en salvar su economía y contener un estallido social.