Reacciones a la masacre indí­gena en Perú

Evo Morales: No hay que pedir perdón por defender la vida

El presidente de Bolivia, Evo Morales, dijo este domingo que cuando se trata de defender la vida, no hay por qué pedir perdon, en respuesta las declaraciones de algunas autoridades peruanas que han sugerido que el mandatario boliviano debe disculparse por haber calificado de «genocidio la represión policial en la región amazónica de ese paí­s, en la que murieron una cantidad indeterminada de personas, mientras decenas están heridas.

«He estado escuchando a algún ministro de la hermana reública del Perú que me dice que pida perdón. Cuando se trata de defender la vida, no hay nada por qué pedir perdón», declaró el presidente, durante un acto realizado en el norte de La Paz.El sábado el canciller de Perú, José Antonio Garcí­a Belaúnde, exigió a Bolivia que se disculpara por las declaraciones de Morales en las que calificó como genocidio el operativo policial que reprimió una manifestación indí­gena de la norteña localidad amazónica de Bagua, al norte del paí­s, que protestaba por la derogación de varios decretos que consideraban lesivos a sus derechos territoriales y ancestrales.La exigencia de la cancillerí­a boliviana radica en las declaraciones del relator de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para los Derechos de los Pueblos Indí­genas, James Anaya, quien al concluir su visita de tres dí­as por Perú, especí­ficamente por las zonas cercanas a la masacre indí­gena, dijo que no habí­a encontrado evidencias de un genocidio, aunque sí­ de violaciones a los derechos humanos.»Hay revelaciones de violaciones de derechos humanos», dijo Anaya.En otra parte de su discurso, Morales negó que su paí­s sea enemigo de Perú.»No somos enemigos de Perú», enfatizó el presidente andino. El Ejecutivo peruano aprobó una serie de decretos sobre la tierra y el medio ambiente que los indí­genas consideraron lesivos para sus derechos, y que fueron aprobados para el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos a la legislación peruana.Estos decretos regulan el uso y explotación de los recursos hí­dricos y naturales de la selva, incluidos los recursos gasí­sticos, petroleros y maderero, estos reglamentos han sido tajantemente rechazados por más de 65 etnias indí­genas de Perú.Según los indí­genas, con dicha legislación se contraviene su derecho a la consulta, contemplado en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que suscribió Perú, además, alegan que con la implementación de dichas normas se violenta su derecho a la vida. Por esta razón, los nativos iniciaron el pasado 9 de abril una protesta con bloqueos de rutas y rí­os, y tomas de instalaciones petroleras, para conseguir la derogación de decretos.La estrategia de el gobierno del sátrapa Alan Garcí­a, llevar a la mesa de negociación a los dirigentes indí­genas, sin tener ninguna voluntad de llegar a ningún acuerdo. El gobierno trataba de tomar tiempo en su lucha por defender los derechos adquiridos por los monopolios y la oligarquí­a fiel al imperialismo en su objetivo de convertir la selva peruana en un inmenso erial, fruto de la explotación de la madera, el petróleo y los prósperos cultivos de soja transgénica para producir biocombustibles. De tal forma que ante la opinión publica hacia parecer a los intransigentes y egoí­stas indí­genas, que no luchan por el «bien común» y el desarrollo de la nación. Dividiendo y enfrentado al pueblo entre si. Preparando el terreno para sacar su verdadera cara fascista y genocida, dando la orden al ejército y la policí­a de entrar en la selva a sangre y fuego. La protesta indí­gena y la reacción en contra de la represión policial lo dejaron aislado y enfrentado a un creciente movimiento social que se multiplicó por todo el paí­s, y no tuvo otra alternativa que retroceder. Fue el propio gobierno el que le pidió al Congreso que se anulen las leyes. La convulsión social que tení­a contra las cuerdas al gobierno no le dejó al presidente sátrapa Garcí­a otra salida que retroceder..Golpeados por la masacre y conmocionados, los indí­genas celebraron en silencio su victoria. En Bagua, epicentro de la represión contra los nativos amazónicos, nadie salió a las calles a celebrar el triunfo. La mayorí­a de los indí­genas han regresado a sus comunidades, selva adentro, pero algunos permanecen en Bagua, reclamando por los detenidos y los desaparecidos. Entre ellos se respira un ambiente de desconfianza y temor. La derogación de las leyes rechazadas por los indí­genas fue tomada con satisfacción y alivio por la población no indí­gena de la ciudad de Bagua, que apoyó la lucha de los nativos y que también sufrió la represión policial. Ahora, la ciudad exige que se eliminen el estado de emergencia y el toque de queda, que rige a partir de las nueve de la noche.Fue un triunfo que les costó sangre a los nativos de la Amazoní­a. Fueron dos meses de protestas y bloqueos de carreteras, con un saldo de al menos 34 muertos, más de 60 desaparecidos oficiales y más de un centenar de heridos, las cifras de desaparecidos aumentan según las cifras de las asociaciones indí­genas y la misma iglesia a cientos que no han regresado a sus comunidades, según el gobierno se esconden en la selva. Además, los indí­genas han debido soportar la persecución contra sus principales dirigentes y una implacable campaña de satanización en su contra.

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