La presencia de tropas españolas en el extranjero

¿Dónde estamos, qué intereses defendemos?

Oficialmente, España participa en 12 misiones internacionales y tiene desplegados un total de 2.748 efectivos militares en los paí­ses bálticos, en distintos puntos de Oriente Medio, en el Sahel, en el Cuerno de África y en pleno corazón del continente africano. ¿Pero realmente son los intereses de España los que defienden nuestros soldados en esos lugares?

La muerte de dos policías en el atentado contra la embajada española en Kabul el pasado 11 de diciembre ha vuelto a colocar en primer plano –a pesar de la “ley del silencio” decretada por fuerzas políticas y medios de comunicación– la presencia y los riesgos de las misiones militares de las tropas españolas en el extranjero.

Casi 3.000 efectivos del Ejército de Tierra, la Armada, la Fuerza Aérea, Policía Nacional y Guardia Civil están desplegados en tres continentes, Europa, Asia y África, en 12 misiones militares bajo mando de la UE, la ONU y la OTAN.

Pero antes de entrar en cuál es el verdadero papel de las tropas españolas en estas misiones y cuáles son los intereses que defienden es necesario preguntarse sobre el peso y el papel que juega actualmente España en el mundo. En la respuesta a esta cuestión está la clave para entender los otros interrogantes. «Casi 3.000 efectivos españoles están desplegados en 12 misiones militares»

Caída en picado

Desde el año 2010 asistimos a una progresiva degradación del peso y el papel de España en el mundo. La llamada de Obama a Zapatero, que puso en marcha el primer plan de recortes y ajustes, fue inmediatamente hecha pública por el portavoz de la Casa Blanca. Un mensaje claro al resto del mundo sobre la nueva categoría a la que había sido conducida nuestro país: el emperador llama de madrugada al jefe de un país vasallo para ordenarle sin miramientos lo que se le exige y a continuación lo hace público.

Apenas un año después, en agosto de 2011, Merkel ordena la reforma de la Constitución española para asegurar que los banqueros alemanes cobrarán sus deudas por encima de cualquier cosa. Zapatero y Rajoy, sumisos al toque de pito de la canciller alemana, se apresuran a cambiar, de espaldas al parlamento y al pueblo, el artículo 135 de la Constitución.

Doce meses más tarde, agencias de calificación, mercados financieros y jefes de gobierno europeo lanzan una brutal campaña de desestabilización de la economía española. Hollande o Schauble no se recatan en afirmar públicamente la necesidad de que España, como Grecia, Irlanda o Portugal, sea sometida a un rescate y fiscalizada por los hombres de negro de la troika. La prima de riesgo española se dispara, mientras Rajoy y Montoro nieganel rescate del sistema bancario es impuesto y el memorándum de 40 condiciones elaborado por la troika pasa a convertirse en el programa de gobierno de Rajoy.

El proyecto general de saqueo contra el 90% de la población decretado por Washington y Berlín hacía necesario degradar políticamente al país, es decir, debilitar su posición en el mundo y rebajar su colocación en la cadena imperialista.

Desde entonces, el peso de nuestro país en el mundo y en la UE viene cayendo en picado. España es la cuarta economía de la eurozona, pero no posee ninguno de los cargos importantes de la UE, no tiene ningún comisario en el gobierno europeo ni ningún representante en el consejo del Banco Central Europeo, las instituciones donde, bajo el liderazgo alemán, se toman las principales decisiones que afectan a los países europeos.

Incluso en áreas históricamente sensibles a la influencia de España, como Iberoamérica, hemos visto recientemente cómo la diplomacia española quedaba fuera de juego en asuntos de tanta trascendencia como la normalización de las relaciones Cuba-EEUU o las negociaciones de paz en Colombia.

El reverso de la moneda Pero como cualquier moneda, esta también tiene su reverso. Si por un lado es necesaria la degradación política de España para imponerle el saqueo exterior, esta debilidad crea a su vez más y mejores condiciones para someter a nuestro país a las necesidades militares de defensa del imperio.

Así, el último decreto del gobierno Zapatero, que había iniciado su mandato ordenando la retirada de las tropas españolas de Irak, es aprobar la instalación del escudo antimisiles norteamericano en la base de Rota.

Para no ser menos que su antecesor, el gobierno Rajoy aprobaba este mismo año la modificación del Tratado con EEUU para permitir la instalación permanente de 3.000 marines en la base de Morón encargados del control del Norte de África y el Sahel.

Pero el Pentágono no se conforma sólo con utilizar a España como gran base o plataforma militar desde la que lanzar sus agresiones contra otros pueblos y países. Necesita y exige también que España tome parte en sus aventuras militares dirigidas a tratar de sostener por lafuerza su hegemonía mundial.

Y en esta exigencia la superpotencia nortemaricana no está sola. También la UE y las viejas potencias imperialistas europeas, especialmente Francia, hacen uso de nuestra nueva y degradada condición internacional para imponernos deberes militares para que nuestros soldados defienden sus intereses de explotación y saqueo sobre sus antiguas colonias africanas. «Nuestra presencia en Mali es para proteger los intereses del gigante francés de la energía nuclear, Areva»

De Kabul a Bamako

Así, si nuestros soldados siguen en Afganistán después de 13 años de guerra no es, como nos dicen, ni para combatir el

terrorismo, ni para proteger a la población, ni para salvar a las mujeres afganas de la esclavitud.

Lo que en realidad estamos haciendo allí es participar en el proyecto norteamericano para Asia Central, una región del mundo estratégicamente muy importante, donde se dan cita, se coluden y se enfrentan los intereses de los dos mayores rivales a nivel global de la hegemonía norteamericana: Rusia y China.

Para EEUU mantener, mal que bien, el control de Afganistán es tener abierta una puerta de entrada hacia las repúblicas centroasiáticas. Y con ello frenar la expansión de la influencia China hacia su occidente e intentar forzar una vía de penetración del islamismo radical a la región china de Xinjiang, región de mayoría musulmana y uno de los flancos débiles por donde la inestabilidad puede sacudir potencialmente a Pekín.

De la misma forma, nuestra presencia en Mali no busca acabar con la expansión del yihadismo como falazmente trata de convencernos la democrática y civilizada Francia. Lo que nuestros militares hacen allí es, ni más ni menos, que proteger los intereses de la multinacional francesa Areva, el gigante mundial de la energía nuclear que atesora la mayor parte de las reservas mundiales de uranio gracias a la explotación de las minas de Níger, donde los conflictos y la inestabilidad de Mali podrían fácilmente traspasar sus permeables fronteras.

Afganistán y Mali son sólo dos ejemplos. Pero sumamente representativos para entender qué papel juegan nuestros militares en sus misiones en el exterior: defender y proteger no los intereses de España y los españoles, sino de las grandes potencias imperialistas –singularmente los de la superpotencia norteamericana– a las que nuestra política exterior está subordinada.

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