SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Deterioro irreparable de la universidad

SE puede decir más fuerte, pero no más claro: «la disminución de los presupuestos generales del Estado para 2013 en un 18% en educación superior, y en un 80% en los gastos no financieros en I+D+i, supone un deterioro irreparable del sistema que, justamente con la congelación de las plantillas de recursos humanos, llevará a nuestro país a la pérdida del tren del desarrollo tecnológico, hipotecando la investigación y los mayores avances en la frontera del conocimiento». Así reza el primer punto de la nota La universidad, garantía de futuro hecha pública el lunes por el Consejo de Rectores de Universidades de España, que reúne a los responsables de los centros de educación superior. Se trata de una respuesta, de inusual unanimidad, al plan de recortes anunciado por el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert. «Nuestro país -prosigue la nota- debe basar su progreso en el conocimiento. Sin inversión en educación superior ni en I+D+i será inviable el funcionamiento de las universidades públicas. Y, sin conocimiento, no habrá progreso». He aquí unos postulados válidos para España y para cualquier país. Pero volvamos al caso que nos afecta. Hay en todo el Estado 79 universidades, 50 de ellas públicas. Con los recortes en curso, perderán este año unos 3.000 profesores, un 3% de sus efectivos. Esta diminución supone una nueva baja en términos continentales, puesto que la inversión española en educación terciaria representa sólo un 1,1% del PIB, por debajo de la media europea (1,4%). Dicho de otro modo, la realidad sobre la que se quieren aplicar los recortes está ya muy deteriorada. Es bien sabido que vivimos en tiempo de recortes. Pero no todos tienen el mismo efecto. La nota de los rectores lo expresa con claridad meridiana: la educación superior, la investigación, el desarrollo y la innovación, que van intrínsecamente unidas entre sí, deben ser consideradas como una inversión y no como un gasto. El Gobierno quizás se vea abocado a una baja generalizada del presupuesto. Pero, aun así, debe conservar el buen criterio para darse cuenta de que no se pueden podar por igual todos los árboles. Algunos recortes comportan una merma en el presente Estado de bienestar. Otros comprometen el futuro colectivo de un modo irreversible; otros nos relegan al furgón de cola del desarrollo tecnológico; otros empequeñecen el papel de España y reducen hasta extremos insolidarios su contribución al proyecto europeo; otros niegan la colectiva y legítima ambición de progreso. En este caso, ya no se trata de un problema que ataña al presente de las universidades, sino al futuro de todos.Hay un factor secundario, pero no menor, asociable a las iniciativas defendidas por el ministro. Es lo que podríamos denominar el estilo Wert. Toda formación política tiene sus estrategias. Es bien legítimo que así sea. Otra cosa es cómo las aplica, justifica o comunica. En este sentido, Wert no se cansa de evidenciar su impericia. Displicente, poco o nada dialogante y eventualmente agresivo, parece aprovechar cualquier ocasión legislativa para echar leña al fuego social. Lo saben -y deploran- incluso en su partido. Y no será porque carezca de otras prioridades: ayer se publicaron estudios que revelan la triste competencia, en términos relativos europeos, de los alumnos españoles de primaria en lectura, matemáticas o ciencias. Hora sería de que el propio Wert se diera cuenta de todo ello. O, en su defecto, de que el Gobierno reorientara sus ímpetus.

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