Debacle del PSC, CiU cerca de la mayorí­a absoluta

«CiU sumarí­a casi once puntos a su resultado del 2006 y añadirí­a hasta 18 escaños más a su cómputo actual, con lo que se situarí­a a apenas dos de la mayorí­a absoluta del Parlament. Con 66 diputados, los nacionalistas duplicarí­an la cifra de escaños de sus más inmediatos rivales, los socialistas, que cederí­an casi cuatro puntos sobre su resultado de las anteriores catalanas y perderí­an hasta cinco diputados. De hecho, con una estimación de voto del 23,1% y una horquilla de 32/33 escaños, el PSC rozarí­a ahora su mí­nimo histórico; es decir, los 32 diputados y una tasa electoral del 22,4% que obtuvo en los comicios de 1980.»

Las restantes formaciones del actual Govern triartito parecen correr una suerte similar. Esquerra, por ejemplo, habría estabilizado sus pérdidas, pero sigue a casi seis puntos de su resultado del 2006 y perdería hoy hasta ocho escaños. Y en cuanto a Iniciativa, el socio que mejor parecía resistir el declive del tripartito, refleja en el último sondeo una sensible caída en sus expectativas. Concretamente, los ecosocialistas perderían más de dos puntos y hasta dos escaños. En conjunto, y frente al cómputo de CiU, situada a un suspiro de la mayoría absoluta de la Cámara catalana, las tres formaciones de izquierda no reunirían más de 55 o 56 diputados; catorce menos que ahora. (LA VANGUARDIA) EL PAÍS.- No debe sorprender que las reformas económicas, anunciadas con alboroto pero tan torpemente instrumentadas, no acaben de servir del todo para recuperar la confianza de los mercados. A pesar de lo que crea el jefe del Gobierno, la credibilidad de la economía española pende hoy de las estadísticas. Un mal resultado del paro, una evolución torcida de la morosidad o cualquier accidente no previsto pueden dar al traste de forma súbita con la recuperación del diferencial de deuda o ahondar la desconfianza en los bancos, castigados con saña en el interbancario. Las reformas están a medio hacer; y en esas condiciones sirven de bien poco. EL PERIÓDICO.- El experto Cailloux no quiere ni pensar en la eventualidad de un credit event que significara un recorte del 30% de la deuda soberana española, porque la repercusión sería de 400.000 millones aquí y 1,3 billones de euros en el resto de la zona euro. Estamos hablando del 40% y del 15% de pérdidas financieras respectivas, o sea, de una auténtica catástrofe. Aparte del impacto financiero, en términos reales de producción sería en España de 10 puntos y en el resto de la eurozona de un 1%. Es, por tanto, ineludible la intervención del poder público y un stress test o prueba de los bancos y las cajas que tenga la necesaria credibilidad. Encuesta. La Vanguardia CiU sigue cerca de la mayoría absoluta frente a un tripartito que no remonta La ventaja electoral de CiU comienza a adquirir un carácter geológico y en apariencia irreversible. El último sondeo del Instituto Noxa sobre las próximas elecciones catalanas de otoño, realizado esta semana al calor de las reacciones a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, confirma con escasas variaciones el mismo escenario que han venido dibujando las encuestas de La Vanguardia desde marzo pasado. Es decir, la escapada de CiU, que hace cuatro meses se puso por primera vez al borde de la mayoría absoluta, no constituyó un episodio efímero, fruto de la gélida atmósfera de una nevada que entonces paralizó Catalunya, sino que ha adquirido un carácter estable. Buena prueba de ello es que la tempestad política provocada en las últimas semanas por el fallo del Alto Tribunal al parecer había consolidado incluso al alza los apoyos que la coalición nacionalista registró en el sondeo de mayo (41,1%), dejándolos hoy (42,1%) muy cerca de los niveles de marzo (43,9%). En concreto, y de confirmarse los pronósticos de la encuesta, CiU sumaría casi once puntos a su resultado del 2006 y añadiría hasta 18 escaños más a su cómputo actual, con lo que se situaría a apenas dos de la mayoría absoluta del Parlament. Con 66 diputados, los nacionalistas duplicarían la cifra de escaños de sus más inmediatos rivales, los socialistas, que cederían casi cuatro puntos sobre su resultado de las anteriores catalanas y perderían hasta cinco diputados. De hecho, con una estimación de voto del 23,1% y una horquilla de 32/33 escaños, el PSC rozaría ahora su mínimo histórico; es decir, los 32 diputados y una tasa electoral del 22,4% que obtuvo en los comicios de 1980. Las restantes formaciones del actual Govern tripartito parecen correr una suerte similar. Esquerra, por ejemplo, habría estabilizado sus pérdidas, pero sigue a casi seis puntos de su resultado del 2006 y perdería hoy hasta ocho escaños. Y en cuanto a Iniciativa, el socio que mejor parecía resistir el declive del tripartito, refleja en el último sondeo una sensible caída en sus expectativas. Concretamente, los ecosocialistas perderían más de dos puntos y hasta dos escaños. En conjunto, y frente al cómputo de CiU, situada a un suspiro de la mayoría absoluta de la Cámara catalana, las tres formaciones de izquierda no reunirían más de 55 o 56 diputados; catorce menos que ahora. El resto de los grupos que a día de hoy ocupan asiento en el Parlament se enfrentarían a un destino desigual. Por lo que respecta al PP, las oscilaciones en su intención de voto son insignificantes y se encuentra en condiciones de repetir la cuota electoral que hace cuatro años (algo más del 10%) y los 14 diputados que cosechó entonces. Por el contrario, la formación antinacionalista Ciutadans sigue por debajo del fatídico listón del 3% –mínimo exigible para lograr representación–, pese a la ligera mejoría que ha registrado en el último sondeo. Las expectativas serían aún peores para los grupos que aspiran a entrar por primera vez en el Parlament. Así, una candidatura independentista capitaneada por Joan Laporta gozaría de una estimación de voto del 1,9%, mientras que el partido xenófobo Plataforma per Catalunya no sumaría más del 0,6% del sufragio. Los restantes indicadores del sondeo son del todo coherentes con el horizonte electoral que dibuja la encuesta. Así, la percepción negativa sobre la situación política de Catalunya sigue aumentando (ahora la comparte ya el 70%) y la pulsión por el cambio se ha acentuado en las últimas semanas hasta alcanzar a tres de cada cuatro catalanes. Sólo un 22% juzga innecesario un relevo al frente del Govern. De hecho, la propia valoración de la gestión del Ejecutivo catalán sufre ahora un ligero empeoramiento, que acentúa la ventaja de las opiniones críticas. Y algunos datos son demoledores: sólo uno de cada diez electores de Iniciativa juzga buena la gestión del Govern. En cambio, uno de cada cuatro votantes socialistas y uno de cada tres de ICV o de Esquerra la consideran mala o muy mala. La puntuación que los ciudadanos adjudican a los principales dirigentes políticos ratifica a su vez las expectativas electorales, puesto que el líder de CiU, Artur Mas, mantiene prácticamente intacta su nota mientras que la del president Montilla cae por primera vez por debajo del aprobado. Y en paralelo, también la valoración de la actuación del actual presidente de la Generalitat experimenta un cierto retroceso. En concreto, las opiniones positivas sobre su gestión caen cinco puntos con respecto a mayo y crecen en tres las negativas, que son por primera vez más numerosas. En cambio, la valoración del líder de la oposición no hace más que mejorar. Las opiniones positiva sobre su actuación ya pasaron del 37% al 40% entre marzo y mayo, y ahora crecen dos puntos más, hasta alcanzar al 42% de los ciudadanos. Por el contrario, sólo un 17% de los consultados juzga negativamente su conducta. La ventaja de Mas se aprecia en el hecho de que la tasa de votantes de Esquerra e ICV que juzgan positiva su actuación es superior a la de los que elogian la de Montilla. Este posicionamiento a favor del líder de CiU se aprecia también en las preferencias sobre el próximo president. En este ámbito, la ventaja de Mas sobre Montilla no hace más que acentuarse, hasta el punto de que a día de hoy supera los 27 puntos (cinco más que en mayo pasado). Y así, mientras más de la mitad de los catalanes opta por el candidato de CiU, sólo uno de cada cuatro se inclina por el del PSC. Finalmente, la clave del espectacular ascenso de CiU sigue radicando en la elevada fidelidad de sus votantes (pues hasta un 93% de quienes apoyaron a la coalición nacionalista en el 2006 volvería a hacerlo ahora), junto a las transferencias de voto procedentes del resto de las formaciones. Según la encuesta de Noxa, CiU tendría hoy el apoyo de dos de cada diez electores socialistas o republicanos y de uno de cada diez votantes populares o ecosocialistas del 2006. En definitiva, una auténtica aspiradora electoral LA VANGUARDIA. 18-7-2010 Editorial. El País Reformas a medias El discurso económico del presidente del Gobierno en el debate sobre el estado de la nación dejó una declaración de principios para la memoria ("Tomaré las decisiones que España necesita aunque sean difíciles, cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste") y la defensa de las cuatro grandes líneas de política económica, una de las cuales es un plan de reducción del gasto público y tres consisten en reformas estructurales (sistema financiero, mercado de trabajo y pensiones) con distintos grados de elaboración. Obsesionado en la descalificación genérica, el PP ha sido incapaz de articular ningún argumento sólido contra cualquiera de esas políticas. Y no es de extrañar, porque las cuatro parten de un diagnóstico correcto de la situación (aunque quizá se podría objetar que la prioridad de la reforma laboral y el plan de ajuste del gasto podría haberse estructurado sin tanto daño para la inversión pública) y son exactamente las sendas por las que debería transitar un gobierno del PP. Ahora bien, diagnosticar un problema y decidir una solución no equivale a resolverlo correctamente. El salto entre ambos términos se cubre con una gestión política y administrativa a corto plazo; y en este aspecto el Gobierno ha demostrado una dificultad que, en último extremo, puede comprometer la recuperación económica. Los cambios y decisiones de austeridad se han visto demediados por las vacilaciones o la incapacidad de sumar aliados. El recorte del gasto público, imprescindible para convencer a los acreedores de la deuda española de que es posible reducir el déficit desde más del 11% del PIB actual al 3% en 2013 tendría que haberse acompañado por comparecencias periódicas del Gobierno ante los inversores. Pero sobre todo requería una negociación a fondo con los poderes autonómicos para exigir un recorte drástico de los gastos y una redefinición en profundidad de las relaciones económicas del Estado con las autonomías. La reforma financiera también pende del hilo autonómico. Las fusiones de cajas, calientes o frías, se han realizado a duras penas, porque los Gobiernos regionales no aceptan otras fusiones que no sean las de entidades de la misma autonomía. Pero cuando Zapatero da por hecho que la reforma financiera ha concluido, se olvida de que falta la tarea principal, el ajuste en personal y oficinas de las cajas fusionadas; y que en esa tarea los Gobiernos autónomos no van a colaborar, sino que esgrimirán la defensa del empleo. Tampoco mira a los bancos, cuya liquidez está estrangulada por la desconfianza de las entidades bancarias europeas. La reforma laboral se fía a un proceso político enrevesado, con un decreto ley de efectos inmediatos enturbiado por la expectativa de que algunos aspectos de la norma pueden ser modificados durante la tramitación parlamentaria; y la reforma de las pensiones permanece varada, en estado de enunciación y sin expectativa de concreción a corto plazo. Ni el Gobierno ha demostrado fuerza política para imponerse a los poderes autonómicos ni suficiente arrojo para enfrentarse a los sindicatos. No debe sorprender que las reformas económicas, anunciadas con alboroto pero tan torpemente instrumentadas, no acaben de servir del todo para recuperar la confianza de los mercados (aunque algo se ha avanzado), no se vean como imprescindibles por parte de la opinión pública española y tan solo susciten críticas arrebatadas entre quienes se oponen a ellas. A pesar de lo que crea el jefe del Gobierno, la credibilidad de la economía española pende hoy de las estadísticas. Un mal resultado del paro, una evolución torcida de la morosidad o cualquier accidente no previsto pueden dar al traste de forma súbita con la recuperación del diferencial de deuda o ahondar la desconfianza en los bancos, castigados con saña en el interbancario. Las reformas están a medio hacer; y en esas condiciones sirven de bien poco. EL PAÍS. 18-7-2010 Opinión. El Periódico El gran enfermo de Europa Francesc Sanuy Cara al debate de política general, ZP se las prometía muy felices. La victoria de los futbolistas en el campeonato del mundo le permitía la foto con los jugadores. Sus ministros más incompetentes ya anunciaban el porcentaje de incremento del PIB que representaría el consumo de cerveza y la euforia de las masas enfervorizadas a la hora de tomar decisiones económicas después del gol de Iniesta. Recordemos ahora que la mayor parte de los bancos comerciales han puesto a la venta sus reservas de oro, que incluso un técnico bien preparado como Solbes cometió el error de precipitarse a hacer lo mismo dos años antes de lo necesario y a un precio ridículamente inferior. O hagamos memoria de aquellas consignas gubernamentales de comer conejo o de no comprar productos extranjeros. Y, por último, evoquemos las que la ministra Salgado realizaba después de la visita a Londres, diciendo que en aquellos tres días había aprendido mucho. Es cierto que la sinceridad siempre es de agradecer, pero algunos cargos hay que confiarlos a personas ya capacitadas. En todo caso, la vicepresidenta segunda descubrió la existencia del fondo Pimco, primer especialista mundial en colocación de emisiones de deuda pública. Y parece que la gestión sirvió de algo, porque a pesar del aumento del diferencial con los bonos alemanes, que nos han encarecido las operaciones, de momento se han ido cubriendo las necesidades. Curiosamente, el Gobierno no ha presumido aún de este resultado, posiblemente porque sabe que no es un indicador de confianza, sino la consecuencia de una presión concertada de los países líderes de la UE y de EEUU. El pasado lunes, por ejemplo, China, el primer país del mundo en volumen de reservas, compró 1.000 millones de euros de bonos españoles, después de unos meses de ausencia en los mercados de los países meridionales o periféricos de la zona euro. La operación la realizó Safe, administración estatal de moneda extranjera. El intermediario Pimco comentó que era un voto de confianza en el euro, se dijo que China no rescataba a España, sino a la UE. Y la cosa tiene su importancia, porque Asia está recuperando su posición en el mundo. Según Angus Maddison, (que murió el pasado abril y que había calculado incluso un PIB mundial de 105.400 millones de dólares en el año uno de la era cristiana), durante 18 de los últimos 20 siglos, Asia representó más del 50% de la producción global. O bien, si prefieren la instantánea presente, 4 de los 10 primeros bancos mundiales son estatales y chinos y uno de ellos, el Agrícola, que acaba de sacar a bolsa una parte del capital, tiene 320 millones de clientes y 441.000 empleados. Sin embargo, Jacques Cailloux, economista del RBS, opina que, a medio plazo, España lo va a tener muy difícil para recuperar la confianza en la solvencia de su sistema financiero. Necesitará 140.000 millones de euros de capital adicional. Pero, de momento, parece que, tal como se ha hecho aparentemente con Caja Madrid, el FROB infravalora las necesidades reales de las entidades financieras. The Economist ha titulado dos artículos de forma preocupante. El primero, en el mes de marzo, era El síndrome de mañana, que hacía referencia a unas declaraciones de Artur Mas que acusaban al Gobierno central de no tener el valor necesario para adoptar las medidas necesarias. El segundo, del mes de mayo, decía España no funciona y afirmaba que no hay fútbol que pueda disimular el coste y el precio cada vez más elevados de obtener crédito en el exterior. En realidad, las necesidades son tan grandes que solo el EFSF (fondo europeo de estabilización financiera) las podría asumir. Solo a partir de los primeros 50.000 millones de euros los bancos españoles podrían ir a pedir fondos por su cuenta. El experto Cailloux no quiere ni pensar en la eventualidad de un credit event que significara un recorte del 30% de la deuda soberana española, porque la repercusión sería de 400.000 millones aquí y 1,3 billones de euros en el resto de la zona euro. Estamos hablando del 40% y del 15% de pérdidas financieras respectivas, o sea, de una auténtica catástrofe. Aparte del impacto financiero, en términos reales de producción sería en España de 10 puntos y en el resto de la eurozona de un 1%. Es, por tanto, ineludible la intervención del poder público y un stress test o prueba de los bancos y las cajas que tenga la necesaria credibilidad. Vemos, pues, que el Banco de Pagos Internacionales de Basilea ya ha comprado 346 toneladas de oro en operaciones swap, o sea, con opción a recompra. O también que los que confiaban en el euro como equivalente del marco alemán se van al franco suizo. Nos conviene, naturalmente, portarnos bien, hacer los deberes que nos imponen los países más importantes y, ante todo, evitar que hagan un cortafuegos y nos dejen fuera a la intemperie. Y recordar lo que es aplicable a los gobernantes: «No deberías haber envejecido antes de ser sabio». (Rey Lear. Shakespeare). EL PERIÓDICO. 18-7-2010

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