Cómo hacer del 29-S un éxito popular

El verdadero debate nacional

A medida que el gobierno, al dictado de Washington y Berlí­n, prepara nuevos recortes y ataques -el próximo, la reforma de las pensiones- contra el 90% de la población y se acerca la jornada del 29-S, se abre ante todo el paí­s, ante cada clase, ante cada grupo polí­tico, sindical o social y ante cada individuo, la cuestión de qué hacer, qué actitud tomar ante la Huelga General. ¿Trabajar activamente por convertirla en un éxito popular? ¿Desistir de participar en ella? ¿O vacilar entre lo uno y lo otro?

Poco más de medio millón de ersonas, es decir, apenas el 1,05% de la población siguió en algún momento el debate sobre el estado de la nación celebrado estos días pasados. Ese es el grado de interés real que despierta la clase política entre la inmensa mayoría de la sociedad española. Y sin embargo, los grandes medios de comunicación, siempre atentos a tratar de forjar la realidad que más conviene a los planes de sus propietarios monopolistas, le han dedicado horas y más horas, páginas y más páginas, buscando ocupar todo el escenario político para que ningún otro asunto de más alcance y relevancia penetre en él. ¿Qué han dicho Zapatero y Rajoy en el debate? Nada que no supiéramos ya. ¿Qué nuevas propuestas, qué alternativas distintas a la rebaja salarial y los recortes sociales han propuesto a la sociedad española? Ninguna. No es extraño por eso que, más allá de la discusión hueca y sensacionalista acerca de quién ganó el debate, las encuestas de urgencia realizadas al día siguiente del debate reflejen que la mayoría piensa que ni Zapatero ni Rajoy dan “la sensación de que saben claramente cuál es la situación actual del país y lo que hay que hacer para remediarla”. Y que una mayoría todavía más aplastante afirme que, tras el debate, tanto uno (Zapatero 75%) como el otro (Rajoy 69%) le inspiran “poca o ninguna confianza”. Y si ni Zapatero ni Rajoy –dos caras de una misma moneda, la del gran capital financiero nacional e internacional– tienen credibilidad ni alternativa, ¿en quién, o en qué, debemos confiar las clases populares? ¿En torno a qué alternativa debemos unirnos? 10 semanas y media Diez semanas y media, ese es el tiempo que queda para la Huelga General del próximo 29-S. Es importante retener el dato. Porque en ese tiempo es mucho lo que nos estamos jugando, y mucho también lo que podemos hacer hasta entonces. Que el 29-S va a ser una importante jornada de lucha está fuera de toda duda. Pero esa no es la cuestión. De lo que se trata es de convertir el 29-S en un gran éxito popular. Y que lo sea o no lo van a medir sus resultados prácticos. En primer lugar, que el 29-S tenga la fuerza suficiente para frenar la ofensiva de la oligarquía y el imperialismo para imponernos una rebaja del 25% de nuestros salarios y rentas. Y para ello es imprescindible que el 29-S sea una huelga general de carácter popular y no exclusivamente obrera. Y, en segundo lugar, que sobre esta base se abra la posibilidad de poder empezar a pensar en un cambio en la correlación de fuerzas entre el pueblo y nuestros enemigos. Para lo cual, a su vez, es esencial que previamente empiece a producirse también un cambio en la correlación de fuerzas en las filas del pueblo. Huelga obrera y popular Todo el éxito del 29-S nos lo estamos jugando –y lo estamos haciendo ahora mismo, durante su preparación– en torno a una cuestión principal. Si la Huelga General va a quedar reducida a una movilización exclusiva o principalmente obrera, o si vamos a conseguir que tenga una amplitud y una dimensión muy superior, transformándola en una Huelga General popular y obrera, una verdadera jornada de lucha nacional en la que participen y estén representados, en mayor o menor grado, todos los sectores sociales cuyos intereses están siendo atacados. Los sindicatos convocantes, CCOO y UGT, coinciden y están unidos en hacer del 29-S una Huelga General obrera. A ella se dirigen sus llamamientos, entre ella se mueven sus dirigentes, en torno a ella están movilizando sus fuerzas, y además escasamente. Esto es un grave error. No porque los trabajadores no tengan que estar en primera fila y ser la columna vertebral del movimiento huelguístico, sino porque su tarea principal es la de conseguir unir al resto de clases populares, al conjunto de sectores (funcionarios, autónomos, parados, jubilados, amas de casa, estudiantes, pequeños y medianos empresarios, profesionales e intelectuales,…) que si no están siendo ya atacados por el plan de ajuste, lo van a ser de forma inmediata. La fuerza principal que tenemos es justamente esa: que sus ataques se dirigen y afectan de forma sustancial al 90% de la población. No dirigirse a ese 90%, no luchar por unirlo, no buscar que se incorpore activamente a la lucha es, además de un grave error político, dar por perdida la batalla antes incluso de que se inicie, entregando a nuestros enemigos la más poderosa de nuestras armas. Si desde hace ya más de cinco semanas desde estas mismas paginas venimos apoyando e impulsando las concentraciones unitarias, pacíficas y silenciosas que el movimiento de Unidad Popular contra la crisis realiza semanalmente en más de 20 ciudades, es justamente para hacer visible que sí existe otro camino: el de unir al 90% de la población para dar la batalla, y darla con éxito, a sus planes de recortes, rebajas y planes de ajuste. Si el 29-S se convierte en una jornada de lucha obrera y poco más, ellos habrán conseguido uno de sus principales objetivos: trocear y seccionar la respuesta popular. Es inadmisible que precisamente quienes han convocado la huelga lleven ahora una línea que, objetivamente, perjudica al movimiento y debilita sus objetivos. Es imperativo redoblar el trabajo y la exigencia al movimiento sindical –tanto en los sindicatos mayoritarios como en los minoritarios, tanto sobre sus direcciones como entre las bases– para que dé un giro radical a la orientación que están imponiendo. Cambiar la correlación de fuerzas En última instancia, el objetivo del 29-S no es otro que el de asestar un poderoso golpe discordante a la situación política del país, una respuesta popular con la envergadura suficiente para abrir el camino hacia un cambio en la correlación de fuerzas. Hoy las fuerzas de la oligarquía y del imperialismo aparentan ser todopoderosas porque no parece haber nada visible que escape a su control. Y ese es uno de los factores que más peso tienen en el desánimo y la paralización de importantes sectores populares. Que aun rechazando los recortes y los ajustes que les afectan directamente, tampoco ven por ningún lado una alternativa real y factible capaz de imponer una salida distinta a la crisis. El 29-S tenemos la oportunidad de que emerja y se haga visible una alternativa de “ahorro, redistribución e inversión en creación de riqueza y empleo desde los intereses de la mayoría” ante los ojos de millones de personas de nuestro pueblo. De que seamos capaces o no de hacerlo va a depender el éxito de la Huelga General. De que una alternativa así acumule fuerza política y organizativa dependerá que el 29-S marque un punto de inflexión a partir del cual sea posible empezar a dar la batalla entre el pueblo y los grandes centros de poder en un escenario político distinto, en otra correlación de fuerzas. Que el 29-S contribuya a cambiar ese escenario no es algo que esté en absoluto predeterminado, depende de lo que nosotros hagamos hoy. De que cada una de las diez semanas y media que quedan suponga un avance en la línea de unir al 90% de la población. De que cada una de esas semanas sumemos más y mejores fuerzas a las concentraciones, extendiéndolas por toda la geografía española. De que cada semana miles de personas del pueblo se conviertan en difusoras de esta línea recogiendo firmas de apoyo al manifiesto del movimiento de Unidad Popular contra la crisis. De que aprovechemos al máximo todos y cada uno de los 70 días que quedan para crear el clima de opinión necesario que convierta el 29-S en un éxito popular.

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