Opinión

Curar al paciente

Es incontestable que un modelo educativo produce un modelo de sociedad, y un modelo de ciudadanos. Y a nadie se le escapa que la Educación en España se desmorona como una casa vieja, en la que cuando se arregla un desconchado, se cae una pared. Es más, los últimos pasos van encaminados a que no solo no sirva como un instrumento valiosí­simo frente a la crisis, sino que sea uno de los sectores que la pague.

Algo tan contundente aarece constantemente emborronado o confundido cuando se aborda el fracaso escolar o el ya famoso “Pacto de Estado” por la Educación. Hacer el diagnóstico y señalar el origen de la enfermedad es, en este caso, una tarea “livingstoniana”. A cada paso se cruzan multitud de opiniones y valoraciones cruzadas que se convierten en maleza, mala yerba y rastrojos que impiden avanzar. Todas con un doble objetivo: “entre todos la mataron y ella sola se murió” y “ellos tienen que ser malos porque si no, ¿qué soy yo?”. Los padres, los maestros, la comunidad educativa, los alumnos, la educación del pasado, el atraso histórico… nunca se señala a quién dirige, nunca quién lo diseñó, y menos dentro de los últimos 30 años. Pareciera que llevamos tres décadas remontando algo y no sabemos el qué porque no se soluciona. Todos somos culpables, o tenemos nuestra parte de culpa, pero a la hora de la verdad lo que sí que no tenemos es capacidad de decidir sobre la solución. La consecuencia inmediata es la de presentar a las familias como caprichosas malcriadoras que “han querido dar a sus hijos todas las comodidades que ellos no tuvieron”. Y en todo caso, se reclama la intervención del Estado, otorgando a los maestros una categoría legal que permita castigar la sublevación del alumnado por vía penal. Todo, en definitiva, para no destapar las vergüenzas de un modelo educativo degradante para un país degradado y dependiente. Como en la novela de Henry James “Otra vuelta de tuerca”, en la que una institutriz sentencia a los niños: “ellos tienen que ser malos, porque sino ¿qué soy yo?”. Aunque también podría traerse la frase aquella de “enseñales a limpiar zapatos, para luego recriminarles que solo saben limpiar zapatos”. Y alguna más, todas ellas, aprendidas de memoria antes de comprender su significado, claro. En unas condiciones ya insostenibles para una parte importante de la población, es indignante que se tire de tijera en los presupuestos educativos. Pero más lo es que no se cuestionen las bases de principios, morales y sociales, en la que se asienta la educación actual. Un sistema de valores sobre el que es imposible educar en un proyecto de futuro en el que la paz, la independencia, la democracia y la libertad sean factores de cohesión. No importa pensar con nuestra propia cabeza y caminar con nuestros propios pies, sino que otros piensen por nosotros y nuestros pies carguen con sus gastos. Puede decirse que una afirmación así hay que demostrarla. Este número pretende tan solo abrir una puerta al debate, que mantendremos abierta cada número y a la que están invitados todos los suscritos y lectores. Pero… “para curar al paciente, primero hay que gritarle que está enfermo”.

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