La revuelta egipcia y el precio del pan

Consecuencias (im) previstas de la crisis

Ahora pocos lo recuerdan, pero el germen de la revuelta social y popular contra el régimen de Mubarak, comenzó a gestarse hace dos años, cuando el 6 de abril de 2008 tuvo lugar en Egipto una huelga general contra el alza del precio del pan, del costo de vida y por un aumento de salarios convocada por las agrupaciones sindicales de los trabajadores del sector textil y distintas fuerzas opositoras.

Sólo dos meses antes, un esectacular repunte de los precios de los alimentos había llevado a miles de personas al borde de la inanición. La huelga general fue el punto álgido de una violenta revuelta social, que envió la primera oleada de choques sísmicos contra el régimen de Mubarak.Durante las manifestaciones que acompañaron a la huelga general, seguida de forma especialmente intensa en el norte del país donde se concentra la industria manufacturera, fue donde por primera vez empezaron a escucharse de forma masiva, pese a la feroz represión policial, las consignas contra el régimen reaccionario de Hosni Mubarak que ahora han eclosionado en torno a la plaza Tahrir.Sólo la acumulación y distribución subsidiada de enormes cantidades de trigo por parte de los militares consiguió atajar la revuelta. Pero desde esa fecha, los esfuerzos del gobierno Mubarak para almacenar trigo y evitar nuevas conmociones fueron un fracaso, dado que los precios de los alimentos han continuado elevándose a niveles récord.Según la FAO, los precios de los alimentos llevan siete meses consecutivos creciendo y la agencia alimentaria de la ONU pronostica que pronto sobrepasarán su precio más alto en la historia, alcanzado en diciembre 2010.En el origen del alza espectacular de los precios de los alimentos –la canasta básica de la compra de comida supone el 50% del ingreso medio de una familia egipcia– no está sólo, como afirman los grandes medios de comunicación, en la creciente demanda de China, la India y otras economías emergentes, los desastres naturales como las sequías y las inundaciones o la utilización de parte de la producción agrícola para bio-combustibles. La especulación desenfrenada que los grandes bancos de inversión mundiales están haciendo con los mercados de futuros de materias primas como el petróleo y los alimentos son responsables directos de un encarecimiento del precio de los alimentos básicos que impulsa a muchos pobres, condenados a morirse de hambre, a lanzarse a la calle y a la revuelta.Según el propio Departamento de Estado norteamericano, durante los dos últimos años tuvieron lugar en el mundo más de 60 revueltas sociales a causa del precio de los alimentos.En Egipto (como en Túnez y el resto del Norte de África), aunque la lucha popular adquiriera rápidamente un cariz político al dirigirse contra un régimen tiránico, opresor e híper-corrupto, el catalizador capaz de aglutinar la revuelta social han sido también las condiciones de vida miserables a las que está condenada la mayoría de la población. Condiciones de pobreza que la crisis no ha hecho sino agudizar y empeorar, trasladando sus consecuencias desde el centro del mundo capitalista donde estalló, hacia los países más débiles y dependientes de las grandes potencias.Fue la Administración Clinton, con la aprobación de la Ley de Modernización de Futuros de Materias Primas en el año 2000, la que abrió las puertas a esta posibilidad. Antes de ella, existían una serie de mecanismos, instituciones y reglas aceptados internacionalmente para prevenir la distorsión o la manipulación de los precios de los alimentos y las materias primas al margen de la oferta y la demanda normales.Cuando en agosto de 2007 cayó Bearn Stearns y comenzaron a hacerse visibles los contornos de una crisis financiera de dimensiones desconocidas, cantidades ingentes de capital en manos de la gran banca, los fondos de inversión o los fondos soberanos comenzaron rápidamente a deshacer sus posiciones en los mercados de derivados financieros, buscando otros “nichos de mercado” donde mantener el nivel de beneficios que la gran burbuja inmobiliaria-financiera les había proporcionado en los años anteriores. Y lo encontraron en los opacos mercados de futuros del petróleo, de las materias primas y los productos alimenticios. Para las grandes oligarquías financieras mundiales, las pérdidas por el colapso del sistema bancario podían ser compensadas, al menos en parte, especulando desenfrenadamente en estos mercados, sin importarles ni los impactos distorsionadores que ello iba a tener en la oferta global de alimentos, ni que la gente se muera de hambre en el mundo.La lógica de las crisis capitalistas sigue implacable sus propias leyes. Lo que empieza como crisis económica, tarde o temprano se convierte en crisis social. Y es en ellas donde se gestan crisis políticas como las que estamos viviendo estos días en el Norte de África y el mundo árabe. Ya lo dijo Marx hace 150 años, pero muchos siguen emperrados en negarlo: “la burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros”.

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