Botín también está obligada a pagar sus facturas

La oligarquía entrega a precio de saldo al capital extranjero algunas de sus “joyas de la Corona”

Ana Patricia Botín, la presidenta del Banco de Santander, jamás tendrá problemas para llegar a fin de mes, como le sucede a muchos españoles. Pero también, de otra manera muy diferente, está obligada a pagar sus facturas.

Tras adquirir el Banco Popular por un solo euro, el Santander vendió el 51% de su negocio inmobiliario al fondo norteamericano Blackstone. El paquete estaba valorado en 30.000 millones de euros, pero el fondo estadounidense pagó solo 4.000. Casi ocho veces menos que su valor real.

No es un caso aislado. La lista de grandes empresas de las que se ha apoderado el capital extranjero no para de crecer. Engullendo a grandes magnates locales, como los valencianos Lladró o los vascos Sendagorta.

Pero, desde el año 2014 y acelerando su ritmo desde entonces, la subasta ha alcanzando el IBEX 35, el sancta sanctorum de la oligarquía española.

Iberia ha sido adquirida por British Airways, la familia Koplowitz ha perdido el control de FCC, capital extranjero controla ya el consejo de El Corte Inglés…

La voracidad del capital extranjero por apoderarse de una cuota mayor de las riquezas nacionales se ha multiplicado. El pasado año aumentó en un 60% la compra de empresas españolas por parte del capital extranjero. Hasta el 52% de las compras de empresas en España son realizadas por fondos o monopolios foráneos.

Y los principales bancos y monopolios españoles, presionados por el elevado peso de una deuda con la que financiaron su expansión en los años de bonanza, está entregando una parte de su negocio al control del capital extranjero.

No son pequeñas y medianas empresas. Son los gigantes más emblemáticos de la oligarquía.

El BBVA acaba de entregar al fondo norteamericano Cerberus el 80% de sus activos inmobiliarios. Estaban valorados en 13.000, pero los ha vendido por solo 4.000. Al mismo tiempo, se ha deshecho de todo su negocio bancario en Chile, uno de los primeros países donde el capital financiero español se expandió, y que ahora debe abandonar.

Un monopolio antes intocable como Telefónica está sufriendo también las sacudidas. Es la segunda empresa de telecomunicaciones europea con mayor nivel de endeudamiento. La agencia norteamericana Moody´s rebajó el pasado año la calificación de sus títulos de deuda a solo un escalón por encima del bono basura.

Desde entonces, Telefónica busca vender activos para reducir su deuda. Va a deshacerse de O2, la empresa británica cuya compra fue el orgullo oligárquico en los años de bonanza. Ya ha vendido una parte -Telxius- por un tercio de su valor real. Pero grandes bancos norteamericanos como Goldman Sachs y Morgan Stanley le exigen más ventas.

Mientras, La Caixa va a deshacerse de Abertis, la principal concesionaria de autopistas española, por la que puja la italiana Atlantia.

El total de las ventas de la oligarquía el pasado año al capital extranjero sumó 65.000 millones, cuatro veces más que en 2013.

Quien piense que esto no nos afecta, que solo es una redistribución entre “ricos nacionales y extranjeros”, se equivoca completamente.

El mayor control del capital extranjero sobre la economía nacional, aunque sea a costa de la oligarquía, significa una mayor dependencia del país, y un grado más elevado de saqueo sobre nuestras riquezas, que acabaremos pagando la mayoría de la población.

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