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Berlí­n se aferra a su receta de austeridad

La arquitectura de los centros de poder cuenta muchas cosas sobre sus inquilinos. El Elíseo, en París, plagado de alfombras rojas y lámparas de araña, desprende un aire refinado, decadente. La Moncloa es un palacio bunkerizado, encerrado en sí mismo. Y a la sede de la cancillería alemana, una mole de cemento, se la conoce como la lavadora por su forma cúbica y su cristalera circular. Macizo y robusto: así es el edificio que alberga el despacho de la canciller Angela Merkel en Berlín y así son también las convicciones de los líderes alemanes, que a estas alturas es casi como decir los líderes de la Unión. Puede que la recuperación en Europa tarde más de lo esperado, y puede que EE UU, Reino Unido y Japón estén algo mejor porque han sido más atrevidos en las políticas económicas. El caso es que Alemania está convencida de que su receta (austeridad y reformas) es la mejor de largo, asegura con rotunda convicción una alta fuente en Berlín.

Y eso difícilmente va a cambiar: las fuentes consultadas en la capital alemana, del más alto nivel, sugieren que la política económica europea, que ya ha empezado a suavizarse, se puede seguir puliendo en función de los resultados de las elecciones en septiembre y del devenir de la crisis económica, pero poco más. Que nadie espere ningún giro radical, más allá del tiempo extra en algunos países para recortar el déficit o el renovado acento sobre las políticas sociales para luchar contra el desempleo juvenil.

Los programas y, sobre todo, las ideas de los grandes partidos (democristiano y socialdemócrata) apenas difieren en lo fundamental: a Alemania le fue bien con las reformas, y a Europa le va a ir igual de bien, apuntan representantes de ambos partidos, si elude la ruta fácil de las peticiones al BCE, si opta por recortar gasto y reformar en lugar de sucumbir a la tentación de subir impuestos como el IVA, según un alto cargo alemán, que critica esa medida en países con problemas como Grecia.

El credo de la austeridad y las reformas es lo único que puede sacar a la UE de la crisis en la que se ha metido, según la citada alta fuente en Berlín. Lo demás sería crecimiento sustentado sobre bases poco sólidas. La inversión pública alemana es pírrica, de poco más del 1% del PIB: inferior incluso a la española, que se ha hundido con la crisis. Y eso no va a variar, según las fuentes consultadas, pese a las peticiones del Sur. En Berlín se alude continuamente al crecimiento “sano”: sin más deuda. Eso no es negociable.

Berlín, al menos, no se va a oponer a dar más tiempo para que Francia y España, por ejemplo, recorten sus déficits, pero a cambio quiere reformas —sobre todo laborales—, y pronto. Además, Berlín señala que aún hay que hacer mucho por ganar credibilidad en el saneamiento de la banca. Y ahí apunta a España, a cuyo Gobierno responsabiliza de no haber usado el grueso de los 100.000 millones del rescate.

La literatura comparada no favorece a Europa: EE UU se recupera, mientras la UE acumula año y medio en recesión. Pero los demás bloques económicos acabarán pagando caro el haber optado por las vías fáciles, asegura una alta fuente de la cancillería: Alemania no piensa que no haya alternativa a su recetario, pero está convencida de que su fórmula es mejor. Todo lo demás es como escupir con el viento de cara. Y si hay efectos colaterales, como la creciente germanofobia, Berlín puede con ello: “Es un mal temporal. Se evaporará cuando vuelva el crecimiento. Es más fácil aplicar medidas dolorosas acusando a un enemigo externo; si hay que buscar un chivo expiatorio en Alemania, podemos vivir con eso”.

Junto a las fuentes oficiales, que hablan con la estricta condición del anonimato, la conclusión entre los analistas es parecida: “A Berlín no le preocupan las críticas porque las ve como malas interpretaciones de la realidad por parte de quienes cuestionan su liderazgo. En realidad, Alemania ni siquiera desea liderar: solo le preocupa que no haya más transferencias a otros países. Una parte de la ciudadanía no lo aceptaría, y por eso surgen fenómenos como Alternativa para Alemania, el partido favorable a salir del euro”, explica Stephan Homburg, del Instituto de Finanzas Públicas. “El objetivo principal de Merkel es evitar sobresaltos hasta septiembre. Es posible que por eso permita medidas de apoyo del BCE. Porque si hubiera sobresaltos, algún rescate explícito antes de las elecciones, los partidos radicales sacarían tantos votos como Beppe Grillo en Italia y Merkel podría estar acabada”, afirma este economista. Y cierra: “No hay demasiada austeridad en Alemania. No se engañe: tampoco la hay en España: ¿Un déficit del 10% del PIB puede llamarse austeridad?”.

Ese sentimiento está muy extendido. De ahí que los analistas consideren “muy dudoso” que Merkel abandone las recetas de consolidación y reformas aún después de los comicios, dice el analista Jörg Bibow. “El reflejo natural de los alemanes es el contrario: el enfermo ha empeorado porque necesita otra dosis, si no de austeridad sí de reformas”, prosigue. Wolfgang Münchau, director del think tank Eurointelligence, explica que el pensamiento alemán “es uno de los más extremos del mundo: niega completamente los efectos positivos que pueda tener un keynesianismo incluso moderado, incluso en la trampa de liquidez en la que está Europa”.

Merkel, en fin, teme las críticas cada vez más duras de los socios europeos por los excesos, pero a su vez teme justo por el otro extremo, por quienes la acusan de blanda en su país. “El Gobierno sabe que está cada vez más solo y que un frente común del Sur le deja en minoría en Bruselas y en el BCE con las elecciones cerca. Eso le obliga a abrir la mano. Pero a la vez Merkel está convencida de la necesidad de las reformas, y de ahí no la va a sacar nadie”, avisa Ansgar Belke, del influyente DIW. “Una cosa no se discute: la canciller está convencida de que la austeridad —o como quiera llamarse— es imprescindible en Europa, aunque se ha dado cuenta de que hay que buscar la forma de que no ahogue el crecimiento o de lo contrario habrá lío”. En público, Merkel suele decir que a Europa le va a costar 10 años salir de esta. En privado, varias fuentes oficiales martillean una y otra vez con una idea fuerza: hay que desconfiar de las salidas fáciles de la crisis. Hay que invertir hoy en sufrimiento, en suma, para evitar dosis mayores el día de mañana. Ese es el mantra, casi místico, en las cancillerías.

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