Educación en caí­da libre

¿Arma contra la crisis o ví­ctima de ella?

A nadie le puede caber la menor duda de que la Educación es una herramienta imprescindible para hacer frente a la crisis. Los problemas son dos: ¿no es más ahora una ví­ctima de la polí­tica de recortes que una herramienta? Y ¿no lo es por el modelo educativo implantado en los últimos 30 años?

Las camanas se han lanzado al vuelo. Con satisfacción moderada los expertos afirman que “hemos llegado a Bolonia. Aunque sea como punto de partida”. Por otra parte el “pacto educativo” ocupa ahora páginas en los periódicos, tiempo en los medios y caracteres en la web, girando la preocupación “de todos” en torno al fracaso escolar. Bolonia y el fracaso escolar, los dos pies de un sistema educativo que naufraga. ¿Quién fracasa? Hasta ahora España presenta un incumplimiento completo de los retos marcados por la UE en materia educativa. La explicación que las autoridades europeas dan no podía ser más inaceptable: “los malos resultados de España se deben a la llegada masiva de inmigrantes durante los últimos años, que son más susceptibles al abandono escolar y a tener problemas de comprensión lectora por constituir uno de los grupos sociales más desfavorecidos; y al fuerte crecimiento experimentado por la economía española hasta el inicio de la crisis, que alejaba a los jóvenes del sistema escolar por la facilidad de encontrar un puesto de trabajo y ganar dinero.”. La Administración no tiene nada que ver, al parecer. La UE se marcó cinco objetivos en materia de educación que deberían alcanzarse como muy tarde en 2010: situar la tasa de abandono escolar por debajo del 10%; reducir al menos un 20% el porcentaje de alumnos con problemas de comprensión lectora; lograr que al menos el 85% de los jóvenes completen la educación secundaria; aumentar en un 15% el número de diplomados en matemáticas, ciencias y tecnologías; y lograr que el 12,5% de la población adulta participe en formación continua. Por lo que se refiere al primer objetivo, España no sólo no ha logrado reducir la tasa de abandono escolar sino que ésta ha aumentado del 29,1% en el año 2000 al 31,9% en 2008, frente al 14,9% de media de la UE. Únicamente Malta (39%) y Portugal (35,4%) registran peores resultados que España. Los Estados miembros con menos abandono escolar son Polonia (5%), Eslovenia (5,1%) y República Checa (5,6%). Que desde luego nunca han sido consideradas como la novena potencia económica del planeta, como en el caso de España. España también retrocede posiciones en materia de comprensión lectora. La tasa de alumnos de 15 años con problemas de lectura aumentó del 16,3% en el año 2000 al 25,7% en 2006 (frente al 24,1% de media comunitaria). En este caso, los peores resultados son los de Rumanía (53,5%) y Bulgaria (51,1%), mientras que la clasificación la encabezan Finlandia (4,8%) e Irlanda (12,1%). En 2008, sólo el 60% de los jóvenes españoles de 22 años completaron la educación secundaria no obligatoria, muy lejos del objetivo del 85% marcado por la UE y muy por debajo de la media comunitaria del 78,5%. Pero además, el porcentaje ha descendido desde el 66% que se registraba en España en 2000. De hecho, España es el tercer país de la UE con peores resultados en materia de educación secundaria no obligatoria, sólo superada por Malta (53%) y Portugal (54,3%). En este objetivo, los países mejor situados son Eslovaquia (92,3%) y Polonia (91,3%). Las causas Atendiendo a la honda reflexión europea cuando acusa a los inmigrantes del fracaso español, traemos aquí las conclusiones del informe PISA: “el 50% del rendimiento educativo de los jóvenes se explica por la posición social de su familia, un 18% por la composición socioeconómica de las familias de los estudiantes del centro educativo, y un 6% por características didácticas y organizativas de los propios centros escolares. El otro 26% queda sin explicación”. Esto ha llevado a que cuando el debate se mueve en torno a ese “6% por características didácticas” se levanten las voces que defienden nuestro sistema educativo comparándolo con el franquista o criticando de idealistas los que ponen encima de la mesa las profundas desigualdades sociales que ha agudizado el modelo de los últimos 30 años. Sin embargo no hace falta mucha lucidez política o educativa para ser conscientes de que ese 6% es el que determina al resto, hasta al 26% “inexplicable”. Quien tiene la sartén por el mango es el Gobierno, no vaya a pasar como con la crisis que ahora la tenemos que solucionar “entre todos”. Las causas estarán, por lo tanto, en quién ha tenido y tiene capacidad de decisión real sobre el sistema educativo y el modelo implantado, que tanto vale decir los diferentes gobiernos centrales en Primaria y Secundaria, y los Consejos Sociales en la Universidad. También habrá que añadir a los rectores agrupados en la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas – CRUE – y a los gobiernos autonómicos. Un modelo de país Los datos son contundentes y el fracaso rotundo, y aunque se hable de la necesidad de inversión, y la de España está por debajo de la media (4,5% frente al 5% europeo), mientras no se cuestione en qué se invierte y con qué orientación no se pincha hueso. Otra cosa es el reducción del 37% del presupuesto en ciencia e innovación, y el recorte en Educación y Política Social de 105 millones, de los que 14,7 millones son para el aumento de la oferta de plazas en las escuelas oficiales de idiomas, enseñanza de inglés, y 40,4 en gratuidad del segundo ciclo de educación infantil. Evidentemente no parece que se le considere una herramienta para salir de la crisis. En los últimos 20 años la población universitaria ha pasado de 600 mil a 1,6 millones, el número de graduados se ha multiplicado por cuatro. Pero la realidad es que un 50% de los que empiezan, no acaban, y que en siete años se han reducido un 10% los matriculados en licenciaturas. Por otra parte los matriculados en Humanidades han disminuido un 50%, y los de Ciencias de la Salud un 30%; los que sí aumentan son las Técnicas y las Jurídico-Sociales. Son los resultados los que apuntan la naturaleza del modelo: el 35% no pasa de la ESO, el 48% no termina Bachillerato, sólo el 10% va a la Universidad, el 50% abandona, y de los que acaban el 50% van a parar al sector servicios. Siguiendo la pista de los datos del propio Instituto Nacional de Estadística puede comprobarse la evolución del sector productivo, al que la Universidad, se supone, debe nutrir con cuadros superiores y técnicos. Desde 1986 el sector agrícola español ha menguado un 45%, y el industrial un 37%, pasando a estar en mano del capital extranjero, es decir, a un 60% de EEUU, Alemania, Francia y Reino Unido, que además monopolizan Transporte, Comercio, Alimentación y Química. ¿Qué modelo educativo necesita un país cuya economía depende de tres o cuatro países, y a la que solo debe nutrir con fuerza de trabajo?. Si no se atiende la disminución de profesionales en Humanidades y Salud (formación integral y universal, condiciones y tiempo de vida) será porque no se consideran sectores necesarios para el proyecto en el que está embarcado nuestro país. Tampoco ante la crisis. ¿Quién se beneficia? En el sector universitario, el Banco Santander es la entidad financiera con mayor inversión en educación en nuestro país, una de las principales en Iberoamérica y una entidad, en este terreno, de peso en Europa – sólo en el Reino Unido trabajan con 31 universidades -. 1300 profesionales del Grupo trabajan en la División Global Santander Universidades con capacidad de decisión en 700 instituciones. El Consejo Asesor Internacional, promovido por el Santander, está formado por 10 rectores y directivos del Grupo que valoran y “aportan” sugerencias sobre la educación en 11 países en los que está presente Universia – Argentina, Brasil, Colombia, Chile, España, México, Perú, Portugal, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela -. A la espera del II Encuentro Internacional Universia 2010 – padrino oficioso del proceso de Bolonia -, en Guadalajara, en la anterior reunión celebrada, en la que se presentaron los proyectos para el 2009, estaban presentes 18 rectores, Emilio Botín, Antonio Horta-Osorio, consejero delegado de Abbey – banco inglés adquirido por el Santander en el 2004 – Francisco Luzón y José Antonio Villasante Cerro entre otros directivos de Banco Santander. Juan Ramón de la Fuente, rector de la UNAM, presidió la reunión como presidente de la Asociación Internacional de Universidades – filial de la UNESCO -. (Los Consejos Sociales, órganos constituidos por la LRU de 1983, son la máxima instancia de gobierno ejecutivo de la Universidad. En ellos se orientan y distribuyen los gastos, y se elige al gerente. A parte de partidos y sindicatos, entidades como el Santander o Telefónica participan en las decisiones). El Plan Bolonia prevé la reducción del sistema público de becas sustituyéndolo por “el método europeo”; préstamos hipotecarios que los estudiantes, o sus padres – lógicamente, se podría decir – han de devolver. Esto – también lógicamente – supondrá que durante años antes y/o después de incorporarse al mercado laboral hasta un 40% de sus horas de trabajo irán a parar a las arcas de la banca. Al mismo tiempo las tasas aumentarán entre 600 y 800 euros lo que hará impensable para muchos poder estudiar. Si hasta ahora un 15% de los alumnos compaginaban los estudios con un trabajo a jornada completa para costearse la carrera, ahora será del todo imposible. No ya por los precios sino porque los préstamos estarán condicionados al cumplimiento de 40 horas presenciales en las aulas – ¿también lógico? -. Sería ridículo, a estas alturas, pretender comparar la situación actual con el sistema franquista aludiendo a los avances democráticos y pedagógicos. Es como si en 1930 alguien defendiera el “crack” del 29 porque se está mejor que en el proceso de Reconstrucción de Lincon, 60 años antes. Degenerar para construir Si hasta ahora hemos abordado la base de intereses y responsabilidades que dan naturaleza al modelo educativo y que dirigen la orientación de la Educación ante la crisis, caso a parte pero consecuencia, es el contenido moral y formativo en sí mismo, generado consciente o inconscientemente como resultado de una educación residual. Un país de servicios dedicado a generar fuerza de trabajo, y sin un proyecto que reclame una formación popular de vanguardia al servicio de los intereses propios, no puede más que buscar la degeneración de la calidad de la formación y la desestructuración del tejido social, eliminando cualquier capacidad autónoma de articulación al margen del Estado. Si el Estado se corrompe la sociedad no puede estar viva, no sea que alguien levante las faldas para que se vean las vergüenzas. Así se han atacado dos elementos fundamentales que permiten cohesionar un proyecto independiente, democrático y de progreso: la autoridad del maestro y la competencia. ¿Debería el Estado proteger la autoridad del maestro?, más bien debería devolvérsela. Porque no es que se haya producido un “embrutecimiento” de un alumnado que se rebela contra los maestros, generando una oleada de denuncias por ataques violentos en las aulas. Sino que desde su concepción en la LOGSE, los maestros han pasado de ser un referente moral, una autoridad educativa, a ser un mero “intermediario”, un vehículo que ha de crear las condiciones para que los alumnos “aprendan por sí mismos” o “aprendan a aprender”. Esto, sin duda, lo ha posibilitado las mismas condiciones de formación del profesorado (maestros y dirección de los centros) y el papel que ocupa en los colegios, con una diplomatura ninguneada en la cola europea, sin capacidad de decisión real sobre los contenidos y sin un sistema dinámico de evaluación de resultados. Pero lo principal son los propios contenidos, el sistema de valores, en el que la firmeza o la imposición han sido rechazadas bajo la bandera del pasado franquista. Generando, al contrario, la dictadura del fracaso escolar. Como plantea Ricardo Moreno en su “Panfleto Antipedagógico”, si no se les enseña disciplina cuando no tienen ganas de estudiar, no podrán hacerlo cuando las tengan. Si tarde o temprano han de incorporarse al mercado laboral, como explicaba Marta Ferrusola al hablar de la educación de los inmigrantes en Cataluña, basta con que aprendan a leer la nómina, la declaración de hacienda y las recetas del médico. En definitiva, no importa la disciplina que da independencia, sino la del mercado laboral, que esa se cumple sí o sí. Pueden espantarse los pensadores de lo políticamente correcto, porque cualquier padre es consciente de que si no existe una disciplina, sus hijos no podrán decidir democráticamente en el futuro cualquier cosa que quieran ser, más bien serán esclavos de su ignorancia o del desprecio a valores básicos como la determinación, el sacrificio o el esfuerzo. Mientras el currículum educativo ha formado en la “tolerancia”, porque hay que tolerarlo todo, se ha señalado a las familias como culpables, por consentidores y malcriadores. Como si el modelo social se construyera de abajo arriba y no de arriba a abajo. Los primeros serán los últimos Por una parte nos enfrentamos a la degradación de la excelencia. Una supuesta tabla rasa igualitaria que se pone en función de los alumnos más atrasados, para que estos, en nombre de una educación integradora que no genere desigualdades, no se sientan apartados o desalentados. El resultado es que los objetivos de formación tienden a reducirse y menguar hasta lo impensable. La exigencia, así, es cada vez menor. Y no porque haya ido adaptándose, sino porque este ha sido el diseño. Con este espíritu inspirador aunque se pretenda formar en unos contenidos los alumnos nunca podrán alcanzarlos, en su mayoría. Desde algunas foros se ha reclamado la necesidad de permitir que los alumnos que no quieran estudiar puedan incorporarse al mercado laboral o derivar su educación a la Formación Profesional, de tal forma que estos no sean un freno para los que sí quieren. Lo que no haría más que provocar otro grado de desigualdades sino se cambia la orientación. Por una parte porque actualmente los niños con más dificultades ya son “apartados” alentando a las familias que los integren en “grupos de refuerzo” con psicopedagogos, ocupando el tiempo en el que deberían estar aprendiendo con sus compañeros en recuperar lo atrasado. Lo que, en todo caso, tendría que contemplarse como un tiempo extra – que luego igualmente harán, o no, con un profesor particular pagado por sus padres -, se convierte en una especie de ghetto desde el que es casi imposible “reintegrarse”. Y por otra porque la orientación y el trabajo de los maestros ha de poner a los mejores de la clase como “liebre” que tire del resto, tratando al grupo como tal y no como individuos aislados, unos mejores y otros peores. Algo que es imposible sin partir de que los niños son lo que se les enseña, y no que unos valen y otros no. Por mucho que un niño haya nacido en una familia en la que sus padres no tengan más que la educación básica, la determinación de estos es la clave para que en el futuro el crío sea un excelente médico o ingeniero. Esto obliga a revisar constantemente el trabajo propio, comprendiendo los factores – fruto de ese trabajo del maestro – que permiten que un niño saque sobresalientes, para aplicárselos al resto. Estando las cosas como están, dejar el problema en niños que quieren y niños que no, puede resultar torcido. Porque si la culpa es del niño, con un 30% de fracaso escolar y menos de un 15% de licenciados…

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