Alemania dicta la receta para Grecia

«La fórmula impuesta por la cancillera Angela Merkel, que aplaza toda operación de refinanciación de la depauperada economí­a griega a una situación de quiebra inminente, obedece a la presión de la opinión pública, al rigor fiscal que exige su ministro de Finanzas y a la cercaní­a de las elecciones en Renania del Norte-Westfalia, el 9 de mayo. Más que el final de una crisis, la solución adoptada en Bruselas debe entenderse como un aviso de la poderosa economí­a alemana a los demás integrantes de la eurozona, en especial Portugal y España, y puede que también Italia».

En última instancia, la crisis griega ha certificado en la ráctica algo por demás previsible: la imposibilidad de imponer a Alemania una política de ajuste económico que implique rectificar su propio programa de recuperación. Ni siquiera Francia, por mucho que se esfuerce en demostrar lo contrario el presidente Nicolas Sarkozy, puede hacerlo. La salud y la administración de la eurozona es cosa alemana. (EL PERIÓDICO) EL PAÍS.- Los Gobiernos de la UE, y especialmente el mentor de este mecanismo, Alemania, no fueron tan exigentes cuando concedieron ayudas a sus bancos en crisis, por casi dos billones de euros, frente a los pocos miles que se juegan en el caso de Grecia. Se ha desaprovechado la ocasión de enriquecer la unión monetaria con los elementos más sólidos de una verdadera unión económica, mucho más allá del Pacto de Estabilidad, instado por el mismo país que boicoteó su aplicación en 2003 y lo difuminó en 2005, cuando le perjudicaba. EXPANSIÓN.- La Ley de Economía Sostenible suscitó una escéptica expectación cuando fue anunciada con todo el boato por el presidente Zapatero. Durante los más de diez meses que ha durado su gestación ha cosechado un escaso entusiasmo y, una vez en trámite parlamentario, no convence a casi nadie. El último en manifestar sus recelos ha sido el Consejo de Estado, cuyo dictamen pone en evidencia la dispersión y falta de concreción de un texto que ampulosamente está llamado a cambiar el patrón de crecimiento español. Editorial. El Periódico Alemania dicta la receta para Grecia Los desequilibrios que presenta la cohesión de la eurozona han quedado una vez más al descubierto con el acuerdo alcanzado para auxiliar a Grecia en caso extremo. Al final, se ha impuesto la primacía de la ortodoxia alemana para gestionar la crisis económica a la flexibilidad exigida por otros socios de la zona euro –singularmente Francia y España, que ostenta la presidencia de turno de la UE– que, por diferentes motivos, consideran un mal precedente la implicación del FMI en una eventual operación de rescate de Grecia. Un precedente que, por de pronto, entraña la aparición de EEUU en la resolución de los problemas económicos europeos a través de la minoría de bloqueo de que dispone en el FMI y del peso doctrinal de los economistas estadounidenses en la institución. La fórmula impuesta por la cancillera Angela Merkel, que aplaza toda operación de refinanciación de la depauperada economía griega a una situación de quiebra inminente, obedece a la presión de la opinión pública, al rigor fiscal que exige su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, y a la cercanía de las elecciones en Renania del Norte-Westfalia, el 9 de mayo. Pero es tributaria también del pavor alemán a los juegos de manos monetarios que pueden desencadenar inflación y de las dificultades que hace 10 años puso el Tribunal Constitucional a la desaparición del marco. Más que el final de una crisis, la solución adoptada en Bruselas debe entenderse como un aviso de la poderosa economía alemana a los demás integrantes de la eurozona, en especial Portugal y España, y puede que también Italia. Y la reacción de los mercados al acuerdo –apreciación del euro y reducción del coste de la deuda griega– debe entenderse como un apoyo de los inversores a la estrategia de Berlín, aunque algunos analistas alemanes hayan prodigado durante los últimos días las críticas a las condiciones puestas por su Gobierno, inspiradas antes, dicen, por los adversarios del euro que por los defensores de la unión monetaria. En última instancia, la crisis griega ha certificado en la práctica algo por demás previsible: la imposibilidad de imponer a Alemania una política de ajuste económico que implique rectificar su propio programa de recuperación. Ni siquiera Francia, por mucho que se esfuerce en demostrar lo contrario el presidente Nicolas Sarkozy, puede hacerlo. La salud y la administración de la eurozona es cosa alemana. EL PERIÓDICO. 27-3-2010 Editorial. El País Un parche muy útil A juzgar por las primeras reacciones de los mercados, el compromiso alcanzado el jueves por los países del Eurogrupo para ayudar a Grecia, mediante una combinación de préstamos bilaterales concedidos por ellos mismos y de ayudas del Fondo Monetario Internacional (FMI), ha conseguido el objetivo que se le presumía de atajar la especulación contra la deuda soberana griega. Era la cuestión más urgente que tenían sobre la mesa los países del área euro; y que la han resuelto correctamente queda demostrado por la reacción de satisfacción del Gobierno griego. Si los indicios bursátiles se afianzan, quedará demostrado que habrá bastado el simple anuncio de unas medidas de apoyo, sin necesidad siquiera de aplicarlas. Razón de más para lamentar el mes y medio transcurrido desde que se dio el primer paso, cuando los 27 expresaron, entonces sólo de boquilla, su solidaridad con Grecia. El retraso ha tenido un precio: cada día transcurrido desde la última cumbre le ha costado al país víctima (y culpable por sus anteriores incumplimientos) una buena cantidad de dinero adicional. La utilidad inmediata de la decisión no oculta ni su escasa ambición, ni su minimalista proyección a largo plazo. La acotada cuantía del apoyo (quizá 20.000 millones de euros) contrasta con la larga lista de cautelas y condiciones: la ayuda no será comunitaria, sino individualizada a cargo de la suma de los países de la zona euro, y a título "complementario" de la dispensada por el FMI; se otorgará sólo como último recurso, si los mercados se cierran a Atenas; se decidirá por unanimidad y se desembolsará voluntariamente; no incluirá subvenciones al tipo de interés. Los Gobiernos de la UE, y especialmente el mentor de este mecanismo, Alemania, no fueron tan exigentes cuando concedieron ayudas a sus bancos en crisis, por casi dos billones de euros, frente a los pocos miles que se juegan en el caso de Grecia. La apelación a una "sustancial", aunque no mayoritaria ayuda del FMI, condición impuesta por Berlín y favorecida por la opinión anglosajona, es práctica y barata, sí. Pero este solapamiento evidencia que se ha desaprovechado la ocasión de enriquecer la unión monetaria con los elementos más sólidos de una verdadera unión económica, mucho más allá del Pacto de Estabilidad, instado por el mismo país que boicoteó su aplicación en 2003 y lo difuminó en 2005, cuando le perjudicaba. Útil, pues, pero parche al fin y al cabo. EL PAÍS. 27-3-2010 Editorial. Expansión Una ley que no convence a nadie La Ley de Economía Sostenible suscitó una escéptica expectación cuando fue anunciada con todo el boato por el presidente Zapatero. Durante los más de diez meses que ha durado su gestación ha cosechado un escaso entusiasmo y, una vez en trámite parlamentario, no convence a casi nadie. El último en manifestar sus recelos ha sido el Consejo de Estado, cuyo dictamen pone en evidencia la dispersión y falta de concreción de un texto que ampulosamente está llamado a cambiar el patrón de crecimiento español. Como si se tratase del monstruo de Frankenstein, la ley está formada por una ecléctica batería de medidas deslavazadas que fueron aportadas por los distintos departamentos ministeriales, de dudosa eficacia para el objetivo al que dicen aspirar y, mucho menos con capacidad para dar respuesta a los inmediatos problemas que tiene planteados la economía española, y que en gran medida giran en torno al eje del paro. La frialdad con la que la Ley de Economía Sostenible ha sido acogida por los grupos políticos se suma a la constatación ayer de que estos tampoco han picado el anzuelo de apoyar las mediocres medidas surgidas del fiasco de las negociaciones de Zurbano, que se aprobarán el martes por decreto. Crece la sensación de que en la gestión de la crisis el Gobierno sigue instalado en una permanente operación de márketing para ganar tiempo –o mejor dicho, para perderlo– en la equivocada creencia de que todo es cuestión de que la ola de la recuperación mundial arrastre también a España. Desde que se admitió formalmente la existencia de una grave crisis económica, el Gobierno ha venido sistemáticamente promoviendo iniciativas de corto alcance en un intento por aparentar que se está combatiendo la crisis con contundencia. El resultado es un rosario de medidas, del que reiteradamente se jacta el presidente Zapatero, pero que ni por separado ni en conjunto tienen capacidad para influir en la actividad económica, para espolear el crecimiento económico y generar empleo. Mientras el Gobierno siga empeñado en bordear los asuntos nucleares del problema con cuestiones secundarias será imposible que pueda recuperar la credibilidad perdida y pueda concitar el necesario consenso parlamentario para afrontar las grandes reforma que realmente necesita la economía española para salir de la crisis. EXPANSIÓN. 27-3-2010

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