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Acontecimiento y daños

‘ACONTECIMIENTO’ se titula uno de los últimos libros de Slavoj Zizek, el filósofo europeo más polémico del momento. Es denso y provocador, como todos los suyos, y define acontecimiento como «algo traumático, perturbador que parece suceder de repente y que interrumpe el curso normal de las cosas. Algo que surge aparentemente de la nada». Las tarjetas black son el Acontecimiento de Zizek. Un hecho traumático y perturbador que ha cambiado el curso «normal» de las cosas. El dinero dilapidado por los dueños de las tarjetas acosa a la clase política en su vida diaria. Los cargos públicos del PP están espantados. Cogen un taxi y el taxista les dice: «Con mi voto no cuenten, votaré a Podemos». Llegan a casa y su mujer les pregunta: «¿Qué vergüenza es esta?». Sus hijos se les encaran: «¿En qué mundo vivís»?. Los vecinos les paran en el descansillo: «Esto es el colmo».

«Acontecimientos» es, precisamente, como llama Mariano Rajoy a los escándalos de corrupción. Tanto el fraude de Pujol como las tarjetas de Blesa, Rato y compañía. Rajoy presume de haber sido él quien ha descubierto el «acontecimiento» y de haber actuado con diligencia. Lo primero es verdad. El Gobierno a través del Frob envió al fiscal las tablas de excel con los gastos. Pero lo hizo dos años después de la quiebra de Bankia. Ni siquiera con mucha generosidad se puede apreciar diligencia. La verdad es que Rajoy renunció a pedir cuentas a los gestores de Bankia -a Rato le puso él-a pesar de los 24.000 millones de su rescate. No hubo comisión de investigación, sus ejecutivos siguieron viviendo a cuerpo de rey con los millones que se llevaron y los españoles tuvieron que resignarse a renunciar a un principio en vigor desde el Código de Hammurabi: «El que la hace la paga». La Bankia sana sólo se puso a investigar a la Bankia delincuente cuando la Comisión Ciudadana Anticorrupción del Partido X hizo llegar a distintos medios de comunicación un anónimo con los correos de Blesa. Fue hace nueve meses y a Goirigolzarri se le pusieron los pelos de punta. Si acababan saliendo también los gastos de clubs, lencería, hoteles y alcohol, sería el fin. Auditoría y control de daños. Pero el Acontecimiento es tan bestial, tan indigno y tan disolvente que a lo mejor el daño es irreparable y los votantes le tienen más miedo a la golfería que a Podemos.

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