«La explicación es tan sencilla como difícil de reconducir para los intereses del PSOE. Los ciudadanos, una vez más, pero en esta ocasión mucho más que en otras, van a votar pensando no sólo en sus gobiernos autonómicos, sino en el Gobierno central. Las ganas de atizarle a Zapatero superan con creces las posibles simpatías hacia los gobernantes locales, si son del PSOE. A sensu contrario, las decepciones causadas por gobiernos populares no sirven para impulsar un cambio en las regiones en poder del PP, porque son mucho mayores las que se atribuyen a Moncloa.»
Lo que hay es una barrida opular propiciada por las ansias que hay de darle un escarmiento a Zapatero. Es decir, que en estas elecciones se votará pensando en el Gobierno, lo quieran o no los candidatos. El Gobierno ha perdido credibilidad entre sus votantes. Aunque desde hace un año ha emprendido un duro ajuste fiscal, eso no le sirve para que la derecha le dé su apoyo. Y los votantes de izquierdas miran para otro lado porque ésa no era la política que les prometió el presidente cuando ganó las elecciones en 2008. Si alguien piensa que las elecciones se van a dilucidar hablando de las tasas de basura se equivoca de medio a medio. (EL MUNDO) PÚBLICO.- El 2 de abril, José Luis Rodríguez Zapatero anunció que seguiría gobernando hasta agotar la legislatura, pero que no se presentaría como candidato socialista a la Presidencia en las próximas elecciones. El Publiscopio que presenta hoy este diario, cuyos trabajos de campo se iniciaron diez días después de la declaración de Zapatero, da la medida del cambio. Hace un mes, el Publiscopio de marzo constataba una diferencia de casi 11 puntos entre las intenciones de voto al PP (27,4% sobre el total de electores) y al PSOE (16,6%), datos directos de encuesta, sin cocina ni modificación alguna. Hoy la diferencia en intención de voto se ha reducido a dos puntos y medio, 25,2% a favor del PP, que pierde dos puntos, y 22,8% al PSOE, que gana seis. EL PAÍS.- Cuando el 22 de mayo se cierren las urnas municipales y autonómicas se formalizará el gran problema que ha estado semienterrado en este largo periodo de campaña preelectoral: miles de facturas sin pagar, poco o nada de dinero para satisfacerlas, y decenas de miles de empresas (sobre todo pequeñas y medianas, pero también grandes) y trabajadores autónomos acosados por la morosidad y a punto de cesar en su actividad ante la imposibilidad de hacer frente a sus propias obligaciones. Entonces entraremos en una nueva fase de la crisis, muy dolorosa, por la debilidad de las políticas de proximidad que protagonizan las comunidades autónomas (CC AA) y los ayuntamientos. Opinión El Mundo Elecciones en clave nacional Casimiro García Abadillo Las dos entregas de la encuesta de Sigma Dos que comenzó a publicar ayer EL MUNDO ponen en evidencia el hundimiento electoral del PSOE. Si los pronósticos se cumplen, a sólo cuatro semanas de los comicios los socialistas tendrían el peor resultado desde la reinstauración de la democracia en unas elecciones municipales y autonómicas. ¿Cuál es la explicación para este varapalo que amenaza incluso a feudos socialistas tan sólidos, hasta ahora, como Castilla-La Mancha o Extremadura? La explicación es tan sencilla como difícil de reconducir para los intereses del PSOE. Los ciudadanos, una vez más, pero en esta ocasión mucho más que en otras, van a votar pensando no sólo en sus gobiernos autonómicos, sino en el Gobierno central. Las ganas de atizarle a Zapatero superan con creces las posibles simpatías hacia los gobernantes locales, si son del PSOE. A sensu contrario, las decepciones causadas por gobiernos populares no sirven para impulsar un cambio en las regiones en poder del PP, porque son mucho mayores las que se atribuyen a Moncloa. Les voy a poner un ejemplo esclarecedor. Una de las grandes sorpresas que depara la encuesta de Sigma Dos es la derrota del PSOE en Extremadura, donde los socialistas han gobernado con comodidad durante décadas. Los resultados de Extremadura -granero de votos para el PSOE junto con Andalucía y Cataluña y, por tanto, termómetro fundamental para detectar la desafección del votante socialista- los voy a comparar con Madrid, que, para el PP, tiene similar importancia, al menos desde el punto de vista simbólico. El sondeo de Sigma Dos ofrece datos aparentemente contradictorios. Cuando a los encuestados de Extremadura se les pregunta por la opinión que tienen de la gestión de su Gobierno regional, un 33,4% la califican de buena o muy buena. Los que piensan que es mala o muy mala son sólo el 21,1%. La valoración que los extremeños dan a su presidente, Guillermo Fernández Vara, es muy alta: 6,36 puntos. Aunque también aprueban al líder del PP, José Antonio Monago, que queda lejos del cabeza de lista socialista, con 5,57 puntos. Sin embargo, en estimación de voto, el PP obtendría el 48,4% de los sufragios (práctica mayoría absoluta), mientras que el PSOE obtendría un 43,8% y dependería de IU para mantener el Gobierno. Ese resultado es aún más sorprendente si se tiene en cuenta que, en las elecciones de 2007, el PSOE obtuvo el 52,9% de los votos y el PP se quedó en el 38,8%. Es decir, que entre los resultados de los últimos comicios y los datos de la encuesta se produce un vuelco de casi 20 puntos. Vayamos ahora a Madrid. Cuando a los encuestados madrileños se les pregunta por la valoración del Gobierno popular, un 36% la estima como buena o muy buena; mientras que un 35,5% cree que ha sido mala o muy mala. La valoración personal de la presidenta, Esperanza Aguirre, es de 5,73 puntos, mientras que la de Tomás Gómez se queda en 4,75 puntos. Sin embargo, cuando los encuestados contestan sobre sus preferencias electorales, las diferencias son abismales. El PP obtendría el 55,1% de los votos, una clara mayoría absoluta, mientras que el PSOE se quedaría en un modesto 28,8%. Es decir, que el PP aumentaría aún más la distancia lograda hace cuatro años, lo que parecía casi imposible. Algunos dirán que Gómez no es buen candidato o que Fernández Vara no tiene el tirón de Rodríguez Ibarra. Puedo aceptar las dos objeciones, pero admitirán conmigo que la distancia enorme entre ambas formaciones en dos comunidades clave para los intereses de los dos grandes partidos no sólo se explica por las características de sus líderes locales. No. Lo que hay es una barrida popular propiciada por las ansias que hay de darle un escarmiento a Zapatero. Es decir, que en estas elecciones se votará pensando en el Gobierno, lo quieran o no los candidatos. A algunos, como José María Barreda (que perdería también frente a María Dolores de Cospedal) o Fernández Vara, esa dimensión nacional puede hacerles perder su comunidad a pesar de su buena valoración ciudadana. Por eso, los barones socialistas querían que Zapatero dijera que no iba a ser el candidato en las próximas elecciones generales antes del 22-M. Parecidos resultados a los de Sigma Dos los tenían en su poder los socialistas y por eso querían borrar la imagen de Zapatero del espectro socialista. La decisión del presidente de anunciar en el Comité Federal del 2 de abril que no se presentaría a las elecciones generales tuvo un efecto positivo para los socialistas, como se vio en la encuesta publicada hace un par de semanas por EL MUNDO. Al PSOE le iría mejor con Rubalcaba, Chacón o Bono que con el presidente del Gobierno como cabeza de cartel. Pero, no se engañen. El efecto placebo desaparece cuando las urnas están cerca. El paro, los recortes, la perspectiva de que la situación no va a mejorar en los próximos meses, eso es lo que le hace daño al PSOE. Y ahí, sin duda, a quien culpan es al Gobierno central, al que tiene la responsabilidad de la política económica. La mejor noticia para Barreda, Fernández Vara o para Griñán sería una mejora sustancial de las cifras del desempleo. Pero eso está descartado en los próximos meses. El Gobierno ha perdido credibilidad entre sus votantes. Aunque desde hace un año ha emprendido un duro ajuste fiscal, eso no le sirve para que la derecha le dé su apoyo. Y los votantes de izquierdas miran para otro lado porque ésa no era la política que les prometió el presidente cuando ganó las elecciones en 2008, ya con la crisis encima. Es la economía, estúpidos. Sí, la economía ha hundido a Zapatero. Y sus sectarias políticas de Estado, basadas en arrinconar al PP, ahora le pasan factura. El PP no le perdonará la estrategia del «cordón sanitario». Por mucho que se empeñen Barreda, Griñán o Fernández Vara, van a tener que hablarle a sus ciudadanos del paro, de la crisis, de los recortes y también de la increíble huida de Troitiño. Si alguien piensa que las elecciones se van a dilucidar hablando de las tasas de basura se equivoca de medio a medio. EL MUNDO. 25-4-2011 Encuesta. Público Se cierra un ciclo, se abre otro José Luis de Zárraga Durante tres años, la derecha política y mediática se ha concentrado en el objetivo de destruir la imagen de Rodríguez Zapatero, primero condensando en su imprevisión, con patente desmesura, toda la responsabilidad por los efectos de la crisis económica y, luego, entonando con cinismo un discurso populista contra las medidas de austeridad que creyó obligado tomar al dictado del gobierno conservador europeo. Y sin duda consiguió plenamente su objetivo, con la colaboración del propio interesado, privado por completo de un discurso que le comunicara con su base social. Todas las encuestas han dado puntual noticia de ese proceso de demolición, que se ha traducido, en las tendencias electorales, en un abismo de intenciones de voto, abstenciones e indecisión, abierto durante todo el último año entre el Partido Popular y el Partido Socialista. Sin embargo, en la clave del éxito del PP en las encuestas preelectorales radicaba también su principal debilidad. Por eso habría querido que las elecciones se adelantaran antes de que esa debilidad pudiera hacerse patente. Los análisis de los Publiscopios y los de las demás encuestas publicadas han puesto siempre de relieve que el PP apenas ganaba dos o tres puntos en tendencia de voto y que su líder tenía una imagen casi tan desastrosa como la del presidente, pese al resguardo de los efectos de la crisis que le ofrecía su acomodo en la oposición. "¡Agárrate a la brocha…!" El voto del PSOE se hundía, más que por los que le restaba el PP, por los que se refugiaban en la abstención, o en segundas opciones de voto o se declaraban indecisos. Unos efectos electorales que parecían estar muy directamente relacionados con el rechazo de las políticas personificadas en Rodríguez Zapatero, y de su misma personalidad, por parte de un sector muy amplio de votantes de izquierdas, acomplejado además, y privado de argumentos, por el clamor de descalificaciones de los medios, los políticos y los votantes de la derecha que han dominado de forma aplastante en la opinión pública. El 2 de abril, José Luis Rodríguez Zapatero anunció que seguiría gobernando hasta agotar la legislatura, pero que no se presentaría como candidato socialista a la Presidencia en las próximas elecciones. Con ello, el Partido Popular y sus medios se quedaron de pronto como aquel pintor al que el compañero dijo: "Agárrate a la brocha, que quito la escalera". Las primeras encuestas que se realizaron, aunque demasiado próximas al acontecimiento para medir bien sus efectos, ofrecían ya indicios claros del sentido y la magnitud de los cambios que podía desencadenar. El Publiscopio que presenta hoy este diario, cuyos trabajos de campo se iniciaron diez días después de la declaración de Zapatero ante el Comité Federal del PSOE, da la medida del cambio. Hace un mes, el Publiscopio de marzo constataba una diferencia de casi 11 puntos entre las intenciones de voto al PP (27,4% sobre el total de electores) y al PSOE (16,6%), datos directos de encuesta, sin cocina ni modificación alguna. Hoy la diferencia en intención de voto se ha reducido a dos puntos y medio, 25,2% a favor del PP, que pierde dos puntos, y 22,8% al PSOE, que gana seis. La estimación de la tendencia de voto debe tener en cuenta otros datos, además de las declaraciones de intención. A los datos del Publiscopio de abril se les ha aplicado el mismo algoritmo de estimación que a los de marzo, con los mismos criterios, para que fuesen estrictamente comparables. Con los datos de marzo, la estimación de voto resultante daba al Partido Popular una ventaja de 13 puntos en porcentajes de voto válido: 43,5% frente a 30,2% del PSOE. Con los datos de abril sigue habiendo una diferencia a favor del PP, pero se reduce a 2,3 puntos: el partido de Rajoy, con Rajoy, obtendría ahora un 40,1% del voto, pierde tres puntos y vuelve justamente a su resultado electoral último; el de Zapatero sin Zapatero sube siete puntos y medio y alcanza el 37,8%, todavía muy por debajo de sus votos en 2008. Los indicios del cambio Zapatero ya no será candidato del PSOE a la Presidencia, aunque sigue siendo presidente y continuará gobernando aún durante casi un año. Pero el cambio que ha asumido en su papel para el futuro modifica profundamente la perspectiva con la que será valorada su imagen y juzgada su gestión política. No es difícil anticipar que su imagen mejorará con ello. Todavía es muy pronto para que se haga patente, porque las imágenes de los políticos tienen una gran inercia en la conciencia de la gente, pero en este Publiscopio hay ya algunos indicios de ese cambio. La confianza sigue siendo ínfima, pero sube en cuatro puntos el porcentaje de quienes declaran tener en él mucha o bastante (de 14,9 a 19,1%). Su valoración sigue siendo muy baja y la de Rajoy, siendo también muy baja, es mejor; pero en enero la puntuación media de este era nueve décimas más alta y ahora la distancia se ha reducido a cuatro décimas (3,6 uno y 4,0 el otro), sobre todo porque la muy baja puntuación media de Zapatero ha subido cuatro décimas (de 3,2 en enero a 3,6 en abril). Es aún muy pronto para anticipar las tendencias electorales con las que se llegará a las elecciones generales. Hay un recorrido muy largo hasta ellas, unas elecciones locales y autonómicas por medio, una campaña de primarias en el PSOE y la elección de un nuevo candidato socialista. Pero es evidente que la distribución de las fichas en el tablero electoral ha cambiado de golpe con la declaración de Zapatero y que se ha cerrado un largo ciclo, en el que las tendencias del voto socialista han descendido a mínimos históricos en los que han permanecido estancadas durante todo un año y han variado de modo correlativo las tendencias del PP y de los demás partidos. El sentido y la magnitud de la evolución del voto en el futuro próximo es todavía impredecible; pero de lo que no cabe duda es de que se ha clausurado un ciclo y se ha abierto otro nuevo. PÚBLICO. 25-4-2011 Opinión. El País El Estado subprime Joaquín Estefanía Cuando el 22 de mayo se cierren las urnas municipales y autonómicas se formalizará el gran problema que ha estado semienterrado en este largo periodo de campaña preelectoral: miles de facturas sin pagar, poco o nada de dinero para satisfacerlas, y decenas de miles de empresas (sobre todo pequeñas y medianas, pero también grandes) y trabajadores autónomos acosados por la morosidad y a punto de cesar en su actividad ante la imposibilidad de hacer frente a sus propias obligaciones. Entonces entraremos en una nueva fase de la crisis, muy dolorosa, por la debilidad de las políticas de proximidad que protagonizan las comunidades autónomas (CC AA) y los ayuntamientos. Si la prioridad de la política económica (la reducción del déficit y la deuda pública a los ritmos previstos) es irrenunciable, la dificultad es evidente. En 2010, el Estado central contuvo el déficit público un poco por encima de lo esperado y mantuvo la deuda pública embridada dentro de los criterios del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, pero no ocurrió lo mismo con el conjunto de las Administraciones Públicas (AA PP): entre las comunidades y los ayuntamientos la deuda ascendió al 15,3% del PIB, habiéndose casi duplicado respecto a 2007, el año de comienzo de la crisis. En 2011, el déficit de las CC AA deberá ser, todo lo más, el 1,3% del PIB y está como media en más del doble (2,8%). Y ello, suponiendo que estos porcentajes sean los correctos: algunas AA PP se han caracterizado por la opacidad de sus cuentas; en ocasiones las han maquillado aparcando parte de su deuda en sociedades mixtas que no aparecen en los presupuestos públicos. El control del gasto de las AA PP figura entre las preocupaciones de quienes que todos los días miran con lupa al Reino de España para prestarle dinero. Además, sus ingresos son muy dependientes de las transferencias del Gobierno central y de las actividades relacionadas con el sector de la construcción. Implicado el primero en un fuerte programa de austeridad (con caídas de los principales impuestos y con gastos comprometidos con los planes de rescate financiero y con el incremento del seguro de desempleo), y con el estallido de la burbuja inmobiliaria, estas AAPP tienen muy difícil seguir financiando las competencias transferidas y los servicios que ahora prestan en materia de sanidad, educación, ayuda a las familias y a los parados, etcétera. Cataluña, que ya celebró sus elecciones autonómicas, es el precedente de lo que puede suceder. Sus intentos de reconducir a la baja algunos servicios básicos o las dificultades para endeudarse en los mercados (en el caso de que previamente se obtenga la autorización del Gobierno), evidencian el camino que van a recorrer otras AA PP. Hay dos tipos de víctimas: los ciudadanos que ven reducida la eficacia de su Estado de Bienestar (educación, sanidad, dependencia…), y las empresas y trabajadores autónomos que sufren el enorme crecimiento de la morosidad. Hay facturas, sobre todo entre algunos grupos de proveedores, que tardan en pagarse casi dos años en algunas CC AA. Además, el propio hecho de la convocatoria de elecciones ha retrasado aun más los pagos pendientes. En 2010 entró en vigor una Ley de Morosidad que indicaba que la demora máxima de las AA PP no podría superar los 50 días este año, 40 días en 2012 y 30 días a partir de 2013. Nada deteriora más la calidad de la democracia que las normas que no se cumplen. Hay ayuntamientos, que ven rechazados los pagarés que firman a sus acreedores porque las entidades financieras no se fían de que vayan a cobrarlos. La secuencia es parecida a ésta: comunidades y ayuntamientos que no pueden pagar sus deudas a las pymes o los trabajadores autónomos; éstos, a su vez, no pueden hacer frente a sus obligaciones por lo que sus acreedores instan su suspensión de pagos. Al suspender pagos, las Administraciones Públicas no vuelven a contratarles, etcétera. Todo ello hace más inentendible que no se haya firmado un pacto transversal entre los principales partidos, que afectase a todas las Administraciones del Estado y que durase más de una legislatura, para que, gobierne quien gobierne, pueda abordar los problemas pendientes y trazar las líneas de la futura financiación. La ceguera de los que se creen vencedores. EL PAÍS. 25-4-2011