Selección de prensa nacional

ZP en el hemiciclo

Como era de prever, el debate sobre el estado de la nación se lleva hoy -y con toda seguridad mañana- toda la atención de la prensa nacional. La edición on line de La Vanguardia publica ya hoy mismo una columna sobre el tema de Lluis Foix, donde dice que la soledad parlamentaria de Zapatero, manifestada en el primera parte del debate, puede pasarle una cara factura polí­tica a lo largo de la legislatura. Aunque, concluye, si la desconfianza de las fuerzas parlamentarias en Zapatero es máxima, no es menor la que sienten los ciudadanos ante una clase polí­tica incapaz de ponerse de acuerdo y tomar medidas que beneficien a la mayorí­a.

Por su arte, Raúl del Pozo en El Mundo hace una irónica reflexión no exenta de profundidad. Recuerda cómo en los años 30 Trotsky escribió en que había dos sistemas para salvar a un capitalismo enfrentado a una crisis mirtal: el fascismo y el New Deal. “No digo, dice a continuación, que Zapatero sea trotskista, pero piensa que en el colapso que vivimos primero hay que ayudar a la banca paralizada y narcotizar a los sindicatos. Su plan es la pura ortodoxia: un New Deal a la española, con claves keynesianas para evitar los disturbios obreros y rescatar a la banca”. Salvar a la banca, narcotizar a los sindicatos y evitar disturbios obreros para salvar el capitalismo. Es una buena definición de la socialdemocracia y su papel histórico. Opinión. El Mundo ZP EN EL HEMICICLO Raúl del Pozo ¿Qué hará el presidente en el Debate de la Nación?, le pregunto a un destacado político de la época Aznar. «Nunca -contesta- busca una solución sino un enemigo. Seguirá metiéndose con Aznar y con Bush, aunque este último ni publica libros ni da conferencias». Cuando ven al leviatán de las 2.000 flexiones en primera página se alarman tanto en Génova como en Ferraz, aunque lo que haga, como todos los escritores de Planeta, sea promocionar un libro. Yo bailé un chotis con Raffaela Carrà cuando publiqué Noche de tahúres (…) Los dos partidos se embestirán porque están las elecciones europeas en puertas. Ahora parece que es el PSOE de Zapatero el que decrece en intención de voto y Mariano Rajoy ha llegado a la más disparatada conclusión a que llegó político alguno: pasará por la puerta de Génova el cadáver del Gobierno Zapatero, devorado por la crisis, y España le llamará como al sepulturero de guardia. Los de la derecha dicen que Zapatero tiene un fraile en la lengua, que propone un socialismo de Cáritas, que su bondad y firmeza éticas no son sino demagogia, pero hay quien sospecha que el presidente no se aparta de la escolástica socialdemócrata: pacto social, ayuda a los pelados. Hoy mismo va a prometer más subsidios. Es verdad que su Gobierno parece más acorralado que nunca por la derecha nacional y las derechas nacionalistas, aquellas lagartijas que él convirtió en cocodrilos, pero a las que luego, después de matarlas a besos, quita el poder, como ya ha ocurrido en Cataluña, Galicia y País Vasco. Dicen que Zapatero carece de una alternativa a la tormenta perfecta; puede que la receta sea equivocada, pero sí que la tiene. León Trotsky escribió en los años 30 que hay dos sistemas para salvar el capitalismo condenado a muerte: el fascismo y el New Deal. No digo que Zapatero sea trotskista, pero piensa que en el colapso que vivimos primero hay que ayudar a la banca paralizada y narcotizar a los sindicatos. Su plan es la pura ortodoxia: un New Deal a la española, con claves keynesianas para evitar los disturbios obreros y rescatar a la banca. Zapatero, el clemente, afable y apacible, ofrece más subsidios, giro a la izquierda o por lo menos giro a la beneficencia, mientras la derecha, que siempre vive vísperas sicilianas, le va a decir que es una calamidad, que el presidente ha perdido la cabeza, que está a punto de perder la mayoría en el cambio de ciclo. ZP tendrá que aflojar un poco la escota y ofrecerle a la derecha parte del timón, sobre todo para rescatar a las cajas en quiebra. EL MUNDO. 12-5-2009 Editorial. ABC DEBATE DE UNA NACIÓN EN CRISIS EL debate sobre el estado de la Nación que hoy enfrentará nuevamente a José Luis Rodríguez Zapatero y a Mariano Rajoy es uno de los más importantes de todos los realizados hasta el momento, porque se produce en medio de la mayor crisis económica mundial y nacional y en puertas de unas elecciones que, aun siendo europeas, pueden marcar el curso del resto de la legislatura. Las posiciones del Gobierno y del PP son conocidas, porque la falta de entendimiento entre uno y otro ha hecho que se defiendan pública y antagónicamente, pero esta previsibilidad de los discursos no merma la trascendencia que puede tener el resultado del debate ante la opinión pública. Es más, esta confrontación justifica más que nunca un debate parlamentario que puede llegar a ser esa moción de censura que el PP sitúa en la calle y que en algún momento podría llegar formalmente al Congreso de los Diputados. La clave del debate estará en cómo Rajoy articula los argumentos de censura a Zapatero y cómo éste pretenderá eludirlos. Por lo pronto, el presidente del Gobierno se presenta con el mayor número absoluto de desempleados en la historia democrática, con una tasa de paro que supera el 17 por ciento, un déficit público creciente e ineficiente, una extensión de la morosidad familiar y empresarial, una caída constante de la productividad y una recesión sostenida. Con estos datos, el Gobierno ha optado por fabricar a toda prisa coartadas para su fracaso, como las que exhibió el PSOE en el mitin de Vistalegre este pasado domingo. Culpar de la crisis al PP, un partido que hace cinco años dejó el gobierno, no es sólo mentir a los ciudadanos; es ante todo un acto de cobardía desnudada por los datos. Para herencia gravosa, la que dejó el PSOE en 1996. Para herencia positiva, la que recibió Zapatero en 2004. Si no ha habido consenso con el PP en materia económica, se debe a la misma razón que explica que no la haya habido en otras materias de Estado. El PSOE prefiere a las minorías extremistas -ERC, BNG o Izquierda Unida- para no ceder un ápice en su forma partidista de gobernar, incluso cuando la situación de crisis económica aconseja un urgente pacto de Estado. Claro que tampoco Zapatero ha conseguido pactos en otras áreas, pese a sus compromisos personales. Hoy el presidente del Gobierno no puede decir que exista un diálogo social fructífero, pese a que sea su eslogan favorito, ni puede presentar un plan cerrado de financiación autonómica, enrocado en un «sudoku» imposible de resolver. El riesgo de anuncios sorpresa es, a falta de resultados, mayor que nunca. Hace un año Zapatero negaba la crisis, más aún la recesión. Por eso, sus respuestas a la situación han sido tardías, inconexas e improvisadas. Se ha gastado una ingente cantidad de recursos públicos sin obtener beneficios proporcionales -¿dónde están los 400.000 empleos que la vicepresidenta Salgado anunció con el plan de inversión local?-, con la única certeza de que el coste del déficit que ha provocado lastrará la recuperación a largo plazo. Este escenario de crisis económica y políticas sectarias debería forzar hoy un gran debate ideológico entre un Gobierno socialista, deficitario en todos los sentidos y torpe como gestor, y una opción de centro derecha que si en algo tiene acreditado su buen hacer es la dirección económica de España entre 1996 y 2004, que llevó al país a niveles históricos de empleo y desarrollo. ABC. 12-5-2009 Opinión. El Periódico ELPREOCUPANTE ESTADO DE LA NACIÓN Carlos Carnicero La terrible soledad parlamentaria del Gobierno en el debate sobre el estado de la nación está bien acompañada por la incapacidad manifiesta del PP no solo para formular una alternativa de gobierno viable, sino para diseñar un programa económico alternativo frente a la crisis. En realidad, el programa existe, expresado con más claridad por las organizaciones empresariales que por el primer partido de oposición. La receta no puede ser más clásica: reducir el gasto público, abaratar y flexibilizar el despido y rebajar impuestos para que sea el sector privado quien dinamice la recuperación. Y, por supuesto, controlar el déficit y dejar a los parados sin subsidio con plazos añadidos, en una manifestación actualizada del principio neocon de sálvese quien pueda. Estas noticias vienen acompañadas: ayer supimos que los ejecutivos del Ibex ganan de media casi un millón de euros anuales. Frente a este dato, se esgrime el carácter privado de estas empresas, muchas procedentes de privatizaciones de empresas públicas. Mediante un sistema de cooptación, se aglutinan los elegidos, haciéndonos suponer que son los mejores y, por lo tanto, se merecen el dinero que reciben en sueldos, bonos, diezmos y primicias. Pero no es un problema netamente contable: las empresas deberían tener una dimensión social y ética que traspasase la dialéctica exclusiva entre trabajo y beneficios. Y el ejemplo es demoledor. Son tiempos convulsos en los que las recetas aplicadas por los gobiernos para salvar la crisis corren el peligro de una deslegitimación social de la política. Si se comprueba que la patronal de los empresarios defiende al mismo tiempo despidos baratos y sueldos altos para sus ejecutivos, llegará el día en que los trabajadores prefieran que se hundan las entidades financieras en apuros si el precio de salvarnos todos es la desigualdad expresada en meros apuntes contables. El Gobierno está muy solo en el Parlamento. Pero quienes están acompañados pueden tener enfrente a un sector mayoritario de la población al que se pide que se apriete el cinturón cuando las cosas van bien y también cuando las cosas van mal. EL PERIÓDICO. 12-5-2009 Opinión. La Vanguardia LA SOLEDAD PARLAMENTARIA DE ZAPATERO LLuis Foix El primer día del debate sobre el estado de la nación ha puesto de relieve la soledad parlamentaria del presidente Zapatero. Ninguno de los grupos que valoraron su primera comparecencia está de acuerdo con el diagnóstico de la crisis ni tampoco con la idoneidad de las medidas anunciadas. No era un debate de investidura sino de repasar la situación política y económica que se vive en tiempos de crisis y con cuatro millones de parados. El problema que tienen la gran mayoría de los gobiernos occidentales es que actúan precipitadamente sin obtener previamente un diagnóstico sobre la misma crisis. El rifirrafe entre Zapatero y Rajoy estaba en el manual de este tipo de debates. Fue brusco, despreciativo y bronco. Hablaban del mismo problema con un lenguaje y una ideología diferentes. Zapatero no pudo tapar la incómoda realidad de los cuatro millones de parados. Ahí están y lo que hay que procurar es que no aumenten. Rajoy insistió en que "el problema es usted", de la misma manera que, hace años, Aznar le soltaba al presidente del gobierno un rotundo "váyase señor González". La intervención de Duran Lleida la encontré realista y razonable. Suave en las formas pero duro en el fondo. Zapatero quedó grogui con la intervención de Duran Lleida. Sólo había que observar su cara que no sé si era de cansancio o de impotencia. No respondió a las cuestiones planteadas por el líder de CiU en el Congreso. Las promesas incumplidas con Cataluña están ahí y no pueden negarse si se recurre a las hemerotecas, a los discursos y a los mítines de los últimos años. No se ha cumplido ningún plazo. La soledad parlamentaria de Zapatero le va a costar un disgusto antes de que termine la legislatura. No se pueden tocar todas las teclas de un piano y pretender que suene una bella melodía, dijo el representante del PNV al término de la primera intervención. Zapatero ha sido pillado en demasiadas contradicciones en los últimos cinco años. Al problema de la soledad hay que añadir el de la confianza del presidente del gobierno. No la tiene. Pero, como ha expresado Duran, tampoco la tiene la clase política en su conjunto. La sociedad está temerosa, desconcertada y desorientada. Hoy no ha podido quedar tranquila. Los hechos son tozudos y crueles y no se resuelven con discursos sino con políticas traducidas en hechos que beneficien a la mayoría de la sociedad. LA VANGUARDIA. 12-5-2009

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