El director Zack Snyder, íntimo amigo del ultra-derechista Frank Miller, y responsable de la película «300», es sorprendentemente el director de esta nueva adaptación. Una obra publicada en plena guerra fría y guionizada por el afilado e irreverente escritor Alan Moore, que ya solicitó que su nombre desapareciera de los créditos de la polémica película.
Nos encontramos en mitad de los años 80, la guerra fría está en su recta final, y los suerhéroes americanos han sido uno de sus elementos propagandísticos más efectivos entre la cultura de masas. Alan Moore publica Watchmen, una historia en la que los superhéroes no tienen ningún poder especial, más que el que les ha otorgado el gobierno para ejercer de gendarmes impunemente. En su momento de decadencia, estos justicieros se han convertido en una pandilla de fascistas o, en el mejor de los casos, en enfermos mentales.Una obra que provoco tantos elogios como insultos, en la que Moore utilizaba el elemento épico del superhéroe americano, para desmitificarlo y advertir del peligro que entraña el poder represivo acumulado en tan pocas manos. Watchmen marcó un antes y un después en la forma de entender la novela gráfica, tanto por su formato –un denso volumen de 200 páginas- como por su temática, cercana a los “westerns otoñales” que el cine ofreció en el momento en el que dejaba de estar tan claro quienes eran los buenos y los malos.Tras años de disputas por los derechos de la obra, por fin llega su esperada adaptación cinematográfica, aunque los lectores empezamos a prepararnos para la decepción. El principal riesgo es comprobar como la planificación del filme haya sido tan especialmente escrupulosa a la hora de reproducir las viñetas, pero sin embargo, se anuncie un cambio drástico en el desenlace y una “suavización” del enfoque “anti-americano” que tenía el guión original.Y es que a nadie se le escapa que lo que hizo Moore fue simplemente ponerles mallas de colores a los jefes del Pentágono y los servicios secretos, para cuestionar públicamente la “utilidad” de su trabajo. Algo a lo que difícilmente hará justicia una película producida por la Warner –uno de los grupos mediáticos más conservadores de Estados Unidos-, con su delfín Snyder al frente, que ya hizo alarde demagogia y propaganda bélica en su anterior film “espartano”.