Educación

Vuelve… la Ciudadaní­a

Vuelve la Ciudadaní­a – la asignatura – a incordiar para despistar. El enfrentamiento entre civismo y religión ha decidido no abandonar los escenarios educativos y judiciales. El Tribunal Supremo ha vuelto a quitar la razón al Tribunal Superior de Justicia de Andalucí­a que consideró, en una sentencia de abril, que la asignatura Educación para la Ciudadaní­a vulnera la libertad religiosa e ideológica.

El Tribunal Suremo ha ratificado, por segunda vez, la constitucionalidad de la asignatura, que casi nadie pone en duda, que sin embargo todavía colea en las sentencias de algunos tribunales autonómicos. Como si el debate que más interesa a la “ciudadanía” – ahora sí – sea en torno a si lo que define a una persona es su sexo o su opción sexual. Los jueces del Tribunal Supremo han subrayado que "en realidad, lo que se pretende es comprobar el conocimiento y comprensión de los elementos que distinguen la condición de ciudadano en nuestro Estado social y democrático de Derecho y la consiguiente capacidad o aptitud para ejercerla respetando ese marco de convivencia". Claro. Porque lo que se evita y pretende despistar es respecto al propio contenido y el papel de la asignatura en un modelo completo, actualmente deslavazado a conciencia, sin más norte que la bolsa del paro, la ultra-especialización y la formación en valores aparentemente “neutrales” y asepticamente solidarios. Por una parte. Y por otra reconducir el enfoque de las miradas de todos, especialmente de la comunidad educativa, hacia la Iglesia, la derecha conservadora y la caverna reaccionaria. Sin ir más lejos otra isla a la deriva se zarandea estos días ante la opinión pública. No existe un plan integral que contemple la formación del profesorado de Secundaria desde los postgrados universitarios. El CAP ha de pasar a la historia, pero a cambio la alternativa es vaga y costosa. De entrada se pretende que los cursos den cabida a 6.000 profesores sin que se hayan creado las salidas profesionales correspondientes. Seguramente ni un 30% de ellos podrán acceder a un puesto en el sistema educativo. Puede que sí en el sector privado, pero el problema se agrava si al “tetris educativo” se le añade el agravamiento de la crisis. Ni existe voluntad por aprovechar los recursos existentes, ni una estrategia integral de formación del profesorado. Solo parches para la adaptación de nuestra sociedad a las exigencias europeas, sin que con ellas se corresponda ninguna estructura orientada a convertirse en motor de la respuesta económica y social a la crisis. Nuevos elementos de drible y despiste que permitan al Gobierno seguir imaginándose en el voluntarismo timorato, pero realmente nadando hacia la cascada de la descomposición social de los poco que queda de fortaleza educativa. No es suficiente con guetificar a los sectores populares en el terreno educativo, también hace falta castrar a los profesionales para que, entonces, no pueda existir ni la pataleta. Si antes por lo menos se veía venir el desastre, ahora pretenden meternos en el huracán asegurándonos que vamos hacia el valhala educativo y, ademas, europeo.

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