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Vidas africanas más baratas que nunca

Si fuera Sudáfrica el país normal que nuestra Constitución contempla –en donde el derecho a la vida es lo más importante– una calamidad de las proporciones de Marikana habría llevado al gobierno a tomar drásticas medidas.De lo contrario habría llevado a la dimisión del gobierno.Pero este es un país anormal en el que todas las leyes que se promulgan son perfectas y la Constitución es aclamada como la mejor del mundo. Todo se hace correctamente y sin embargo, el valor de la vida humana, especialmente la de los africanos, sigue siendo insignificante.Eso es lo que significa Marikana. Ha llegado con la crudeza sin paliativos de una bomba de tiempo que ha dejado de hacer tictac para explotar y despertarnos a la realidad. De hecho, la vida de un africano es prescindible. Estamos tratando de exponer la magnitud de la tragedia –con la esperanza de que despierte la indignación suficiente para detener tal caos– al publicar una imagen de este tipo en la primera página, pero nos preguntamos si no hay un entumecimiento ante la muerte de un africano.Ha ocurrido en otras partes del mundo donde las guerras redujeron los seres humanos a nada más que partículas físicas. Ya ha ocurrido antes en este país, cuando el régimen del apartheid trataba a los negros como objetos.Y sigue ocurriendo hoy, con una apariencia distinta. Los africanos se enfrentan entre sí sobre quién es el representante legítimo de los trabajadores. Ellos también luchan por una mayor tajada de la riqueza mineral de su propio país. Al final de la guerra la conclusión que el africano sigue siendo muy pobre.Los problemas económicos requieren una guerra. Sin embargo, un tipo diferente de guerra – una guerra de ideas. No de una guerra que prescinde de la vida humana en la forma más barata como se ha visto en Marikana.También pone en tela de juicio la capacidad de las personas que dirigen el país. Algo drástico se debe hacer – si no queremos ver un efecto de bola de nieve de esta masacre.

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