Selección de prensa nacional

Vértigo

Ayer fue la intervención estatal de Caja Castilla-La Mancha. Hoy la caí­da de los precios por debajo de 0 en el mes de marzo. Las malas noticias siguen acumulándose. Y a coger una velocidad de vértigo. Los acontecimientos empiezan a dar la razón a quienes venimos sosteniendo que lo peor de la crisis en nuestro paí­s está todaví­a por llegar.

Ante la noticia, los medios de comunicación más afines al gobierno se han recipitado a rebajar la gravedad del problema, situándolo como una consecuencia lógica del abrupto descenso de los precios del petróleo en el los últimos 9 meses y sentenciando que no se puede hablar de deflación mientras no haya tres trimestres consecutivos de descensos de los precios por debajo de 0. Técnicamente puede que tengan razón. Pero el problema es que no estamos ante un asunto técnico. Sino que la realidad va confirmando, paso a paso, la previsión de que nuestro país se enfrenta a una crisis de una dimensión desconocida y que va a requerir de una larga y dolorosa salida. Como anunciaba recientemente el premio Nóbel de Economía, Paul Krugman, en su estancia en nuestro país, en el actual estado de cosas y si las clases populares no somos capaces de cambiar su rumbo, la única manera para España de recuperar su competitividad y empezar a salir de la crisis consiste en un descenso de los precios y de los salarios que él ha cuantificado en el orden del 15% en los próximos 5 años. Los precios han comenzado ya su caída en picado, al igual que los salarios, si los vemos para el conjunto de los trabajadores, aunque en esta etapa esté llegando todavía por la vía del incremento del paro. Cada día que pasa, y a medida que se acumulan las malas noticias económicas, se hace más urgente la necesidad de que un programa y una alternativa pensada desde y para las clases populares se abra paso en el anquilosado modelo político español. Opinión. El Mundo VÉRTIGO Raúl del Pozo Sigue moviéndose el parqué bajo nuestros tachines. El Ibex zozobra. Los ricos se tapan las orejas de burro con el sombrero. Hay quien dice que habría que nacionalizar los bancos y cajas que van a quebrar (pronto, una de Castilla y León; después, otra del Mediterráneo). La fortaleza del sistema bancario español era un tigre de cartón. Voy a un restaurante peruano donde el que me invita me habla del vértigo de los ricos, palabra que suena a la de los profetas. Los profetas contarían lo que está ocurriendo mejor que los economistas con prosa de críticos o contables de fortuna. Si Isaías escribiera en el Financial Times, diría: nos hacen beber el cáliz del vértigo y nos llevan como ovejas al matadero. Vértigo. El vocablo roza como una bala en las cervicales (…) Explica mi anfitrión, mientras se come una tortilla de maíz: «Estamos viviendo el primer vértigo de los ricos, ellos contagian la ansiedad». Le contesto con el cebiche de lenguado en el tenedor: «Ya estamos en deflación». «No pasa nada -contesta- (…)». Al estilo de Pedro Solbes, me intenta convencer de que no hay que exagerar los datos. Pero diga lo que diga Pedro Solbes, después de sus contra faroles, rastreros eufemismos, pedantes y atropelladas mentiras, nadie lo va a creer. La realidad y los datos le han ido derribando las mentiras. Tampoco hay que esperar un nuevo Gobierno como el que aguarda un milagro. Según mi acompañante, ZP aguantará con Solbes y su cuadrilla hasta que estén totalmente amortizados, esperará para hacer nuevo Gobierno a que llegue la presidencia europea (…) No hay Gobierno alguno que conjure el vértigo. Al síndrome de la riqueza repentina le ha sucedido el vértigo de la ruina inesperada. El mundo les da vueltas al revés. El ay Babilonia, qué mareo ha llegado hasta Silicon Valley, en California, vanguardia de la nueva economía, donde estalló la primera burbuja cuando todos los primos con pasta la ponían en cualquier sitio que dijera punto.com. Ahora bajan los precios, podrían comprar barato antes de que llegue la más grande inflación que vieron los siglos, pero los ricos siguen conmocionados, no saben dónde meter el dinero. Algunos picarán en las energías renovables, la próxima burbuja. EL MUNDO. 31-3-2009 Editorial. El País CAEN LOS PRECIOS El índice de precios de consumo armonizado (IPCA) correspondiente al mes de marzo muestra por primera vez en mucho tiempo una tasa de variación negativa del 0,1%. Exactamente desde hace 47 años, si el IPC (el indicador comparable) confirma la cifra conocida ayer. La caída de los precios (…) ha desatado de nuevo los temores de que la economía española esté a punto de precipitarse en una deflación grave que podría complicar más la anhelada recuperación económica. La deflación, dicen los economistas que, como Ben Bernanke, están gestionando esta crisis financiera y la recesión asociada, es la peor de las desgracias que puede acaecer a una economía. Pero en España el riesgo de deflación, sin ser despreciable en términos estadísticos, no es a estas alturas preocupante. El IPCA de marzo y las caídas de precios que han hecho bajar la inflación española por debajo de la media comunitaria, no se deben a una deflación en sentido estricto sino a un efecto estadístico fácilmente demostrable. El precio del crudo ha caído tanto y los precios de los alimentos, que sufrieron aumentos espectaculares durante ejercicios anteriores, se están reduciendo a tal velocidad que arrastran en su caída una parte importante del IPC y, por lo tanto, hunden la inflación general. Es decir, ahora están cayendo en picado los precios que antes subieron con exceso. Pero la deflación es otra cosa. Consiste en caídas prolongadas y agudas de los precios que van más allá de los efectos estadísticos y enraízan en los agentes económicos una expectativa de caída continua de los precios. Como tal, este fenómeno no existe en España y probablemente tampoco en ninguna de las economías avanzadas de la OCDE, excepto en sectores concretos. Por ejemplo, aparece en España en el mercado inmobiliario y ésa es una de las razones por las cuales no se avizora una reactivación del mercado de la vivienda en el periodo de uno o dos años. Pero más allá del ladrillo, no se aprecian signos deflacionistas. De hecho, no son pocos los analistas que entienden que el precio del petróleo en los mercados internacionales es hoy demasiado alto en relación con la profunda fase recesiva de las economías; y que, en consecuencia, pronto volverá a actuar como un eficaz motor inflacionista. Por tanto, no hay expectativas racionales de deflación que puedan utilizarse para tomar decisiones económicas a medio plazo; apenas puede servir más que como pretexto para que los empresarios persigan una congelación salarial. Pero la caída de los precios sí es una advertencia estruendosa sobre la extrema complejidad que está detrás de la mala situación de la economía mundial. Confluyen en ella una insólita crisis financiera originada en una descomunal depreciación de activos con una recesión causada por esa misma crisis -pero no sólo por ella- y un descenso también insólito de los precios de algunas materias primas. EL PAÍS. 31-3-2009 Editorial. El Periódico LOS PRECIOS CAEN POR DEBAJO DE CERO Al menos un pronóstico sobre la posible evolución de los precios en España se ha cumplido: es muy probable que el IPC del mes de marzo sea de –0,1%; es decir, por primera vez en décadas, los precios de bienes y servicios en su conjunto habrán sido ligeramente inferiores a los de febrero. Así lo indica la cifra que el último día de cada mes envía el Instituto Nacional de Estadística a su homónimo europeo, el Eurostat, y que da una estimación global de precios españoles –que se confirman 15 días después– para calcular el IPC armonizado de los países que integran la eurozona. Pese a que no se conoce qué grupos del IPC han sido los que más o menos han subido de precio, no es difícil intuir que esa décima negativa se sustenta, sobre todo, en la caída general del consumo y la contención de los precios energéticos vinculados a los carburantes. Que tarde o temprano se iba a entrar en esa zona desconocida de caída de precios era fácil de establecer. Basta con ver la evolución a la baja de los precios del barril de petróleo a partir de agosto del 2008, tras una escalada sin freno desde septiembre del 2007. Por tanto, hasta que no se incorpore todo ese diferencial en el IPC pasarán meses. Pero debería tenerse en cuenta otro indicador que va vinculado al IPC y que ayuda a afinar más: la inflación subyacente; es decir, la que descuenta precios más variables como los alimentos frescos y el petróleo. Esta cifra, que indica la tendencia de los precios a medio plazo, estaba en el 1,6% en febrero. Baja, pero en parámetros positivos. Visto así, lo que estamos viviendo es más una desinflación que una deflación. No es un juego de palabras: una cosa es que se reduzca la inflación, que es en lo que estamos, y otra entrar en deflación, que sería más grave. La caída del consumo hace reducir los precios, como ya se nota en el sector alimentario y de restauración. Pero es aún pronto, como proclama la oposición –PP y CiU– para decir que se ha entrado en deflación. Otra cuestión es que ese riesgo no sea descartable si se le relaciona con la profundidad de la recesión. Evitar la deflación no es competencia del Gobierno porque requiere políticas monetarias que dependen del Banco Central Europeo. Lo que sí es exigible es que, en el seno de la UE, España sea más activa en reclamar políticas de mayor solidez para recuperar la senda del crecimiento, el mejor antídoto contra el remoto riesgo de deflación. EL PERIÓDICO. 31-3-2009 Editorial. Cinco Días CAÍDA DE PRECIOS Y COMPETITIVIDAD Estadística confirmó ayer que España ha registrado un descenso en su nivel de precios en el último año, al menos el medido en el índice de precios de consumo (IPC). El descenso es modesto, de una sola décima, pero se produce por vez primera en toda la serie del índice armonizado de precios, que es relativamente reciente, y la primera vez en más de medio siglo si tomamos tasas interanuales de años completos, según la evolución que el Banco de España elabora desde 1913. El proceso de intensa caída de precios de los últimos meses ha estado en buena parte condicionado por el abaratamiento del petróleo; pero no ha concluido. En próximos meses tendrá el debido reflejo el descenso que en los precios de los bienes y los servicios ha tenido la súbita contracción de la demanda de los últimos trimestres, y que han metido a la economía en la primera recesión en 15 años. Pero una caída como esta, pese a ser imputable a la demanda, difícilmente tiene implícito el riesgo de convertirse en deflación, fenómeno que sí debería disparar las alertas de los responsables de la política monetaria y fiscal. La congelación de los precios debería ser aprovechada para congelar todos los costes, incluidos los salariales, y aprovechar el viaje para recomponer la maltrecha competitividad de los bienes y servicios españoles en el exterior CINCO DÍAS. 31-3-2009

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