«De momento, en la hipótesis no muy arriesgada de un Brent que se mantenga cercano a los 120 dólares el barril -el viernes marcó 115 dólares- y una posible subida de tipos oficiales de entre 25 y 75 puntos básicos, las cuentas para España se saldan con casi un punto menos del crecimiento previsto. Una severa factura que acabaría de raíz con los brotes verdes que el Gobierno auguró el pasado septiembre y devuelve a primera línea el fantasma de la recesión. De confirmarse este hipotético escenario en las próximas semanas, la economía española se enfrentaría a unas perspectivas extraordinariamente sombrías»
Con uno de los niveles de deendencia energética y endeudamiento privado más altos de Europa, una actividad y un consumo interior lastrados por la falta de expectativas, una tasa de paro galopante y una financiación exterior dosificada, el panorama que se perfila en el horizonte es muy crítico. Pese a que la incertidumbre y el riesgo geopolítico no solo afectan a España y auguran ya, entre otras cosas, un cambio de rumbo en la mirada de los inversores, la posición de la economía española en estos momentos es especialmente vulnerable. (CINCO DIAS) ABC.- Ante el evidente problema de España con su modelo energético, el Gobierno socialista ofrece un debate y unas propuestas de puro remiendo, confundiendo mensajes y equivocando diagnósticos, pasando de largo ante el hecho de que el precio del barril de petróleo, si sigue subiendo, atacará duramente la inflación, con un alza de precios que se suma al incremento del IVA vigente desde el año pasado. Parece que el frente de los precios es el que debería ocupar al Gobierno. LEVANTE.- Si en España existiera auténtica aversión al latrocinio y al trinque, ni el PP ni el PSOE estarían autorizados a presentarse a elecciones ningunas, o bien, en el caso de que una hipotética e improbable Ley de Partidos orientada contra la corrupción se lo permitiera, no les votaría nadie, a excepción, tal vez, de los familiares. La corrupción política que el bipartidismo ha institucionalizado en España, aprovechando el ambiente histórico bruñido en la picaresca, el bandolerismo y el caciquismo, opera como permanente y desesperante estafa a los ciudadanos, quienes, por su parte, consienten en ello por una mezcla de resignación, impotencia y estúpido sectarismo. LA VANGUARDIA.- En principio, parece bastante evidente que hoy por hoy no va a haber una intervención ni de Estados Unidos (el Pentágono ha dicho explícitamente que no la considera), ni de la ONU, ni mucho menos de la Unión Europea, que se limita a leer comunicados de condena. Y ello, pese al éxodo masivo que se está produciendo hacia las fronteras de Túnez y Egipto y que acabará llegando a Italia, que se encuentra a menos de tres horas de la costa libia en una simple lancha a motor. Editorial. Cinco Días Urge reaccionar ante el cambio de escenario El Gobierno ha presentado su anunciado paquete de medidas de ahorro energético en medio de un tormentoso escenario de variables que auguran más nubarrones sobre la economía española. A la escalada de precios del petróleo, que se mantiene alimentada por el polvorín libio, hay que sumar el efecto del anuncio de una probable subida de tipos oficiales por parte del BCE en abril. Como rebote a esa advertencia, el euríbor a un año -indicador al que se referencian la mayoría de las hipotecas de las familias españolas- se ha disparado hasta el 1,92%, récord de subida en un día. Pese al férreo ejercicio voluntarista del Gobierno, que ha vuelto a defender a capa y espada la fiabilidad de su cuadro de previsiones, todo apunta a que España tendrá, muy probablemente, que revisar a la baja sus objetivos de crecimiento. Con los datos actuales en la mano, las matemáticas juegan contra los cálculos del Gobierno. No en vano, las previsiones para 2011 que este maneja -y que incluyen un 1,3% de aumento del PIB- fueron elaboradas bajo la triple hipótesis de una recuperación del sector exterior, un precio medio del barril de crudo a 81,8 dólares y unos tipos a largo plazo del 2,8%. Estas dos últimas variables poco tienen ya que ver con el panorama al que España se enfrenta en este momento y cuya naturaleza, coyuntural o permanente, nadie puede aventurar. De momento, en la hipótesis no muy arriesgada de un Brent que se mantenga cercano a los 120 dólares el barril -el viernes marcó 115 dólares- y una posible subida de tipos oficiales de entre 25 y 75 puntos básicos, las cuentas para España se saldan con casi un punto menos del crecimiento previsto. Una severa factura que acabaría de raíz con los brotes verdes que el Gobierno auguró el pasado septiembre y devuelve a primera línea el fantasma de la recesión. De confirmarse este hipotético escenario en las próximas semanas, la economía española se enfrentaría a unas perspectivas extraordinariamente sombrías. Con uno de los niveles de dependencia energética y endeudamiento privado más altos de Europa, una actividad y un consumo interior lastrados por la falta de expectativas, una tasa de paro galopante y una financiación exterior dosificada, el panorama que se perfila en el horizonte es muy crítico. Pese a que la incertidumbre y el riesgo geopolítico no solo afectan a España y auguran ya, entre otras cosas, un cambio de rumbo en la mirada de los inversores -los analistas aconsejan centrarse en los países desarrollados en detrimento de las economías emergentes y apostar por empresas de energía, salud y telecomunicaciones-, la posición de la economía española en estos momentos es especialmente vulnerable. Y, por la misma razón, su necesidad de acometer reformas para paliar esa fragilidad es también mayor. La reacción del Ejecutivo a este cambio de escenario se circunscribe, por el momento, al plan de ahorro de energía de Industria. A él se ha remitido el vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba en un intento por defender las previsiones del Ejecutivo. Pero los números, una vez más, son tozudos. Pese a haberse marcado un objetivo de ahorro de 2.300 millones, la inversión para llevar a cabo ese plan dejará ese ahorro en solo 1.200 millones. A la vista de la batería de medidas presentadas, nada indica que la iniciativa vaya a ser algo más que un nuevo parche a la dependencia energética que España mantiene -prácticamente inalterable y sin distinción de Gobiernos- desde hace 30 años. No es momento para improvisar soluciones, ni en este ni en otro ámbito; como tampoco lo es para seguir manteniendo abiertos los grandes frentes que agarrotan la economía española. La clarificación del nuevo mapa del sistema financiero, la flexibilización de la negociación colectiva y el diseño de un verdadero modelo energético a largo plazo son objetivos que no pueden esperar más. CINCO DÍAS. 5-3-2011 Editorial. ABC Apagón en el gobierno EL incremento del precio del petróleo ha provocado una reacción improvisada del Ejecutivo, que ayer tomó forma legal en varios reales decretos del Consejo de Ministros para el ahorro de energía. La reducción a 110 kilómetros por hora de la velocidad máxima en autovías y autopistas, junto con restricciones del alumbrado público, entre otras medidas, elude el problema de fondo, que no es otro que la ausencia de un modelo de política energética que reduzca la desproporcionada dependencia exterior de España. Si no hay crisis de abastecimiento, como dice el Gobierno, la decisión de gastar más o menos dinero en combustible corresponde a cada ciudadano en función de sus recursos; y si, como declaró Zapatero, la reducción de velocidad salva vidas y contamina menos, no se entiende por qué solo va a durar cuatros meses y no es definitiva. Estas contradicciones sobre las razones últimas de tales decisiones comparten la misma causa que tuvieron otras tantas cometidas por el presidente del Gobierno y sus ministros, esto es, el desplome político del Ejecutivo. Ante el evidente problema de España con su modelo energético, el Gobierno socialista ofrece un debate y unas propuestas de puro remiendo, confundiendo mensajes y equivocando diagnósticos, pasando de largo ante el hecho de que el precio del barril de petróleo, si sigue subiendo, atacará duramente la inflación, con un alza de precios que se suma al incremento del IVA vigente desde el año pasado. Parece que el frente de los precios es el que debería ocupar al Gobierno. Nuevamente una situación sorpresiva, como la de la crisis en cadena del mundo árabe, descubre la incapacidad del Gobierno para respuestas de alto nivel, tanto en lo económico como en lo diplomático. Superado por las dimensiones de su fracaso, intenta escabullirse de los problemas creando otros nuevos. Y, sin duda, aquella remodelación que debía convertir al Gobierno, con el depósito de ideas agotando la reserva, en una fábrica de propaganda y comunicación imbatible se ha quedado reducida a un coro de solistas desafinados en el que cada uno tiene una opinión distinta sobre la última ocurrencia. El único valor político que conserva el Gobierno es la potestad de su presidente para disolver anticipadamente las Cámaras y convocar elecciones generales, expectativa que genera una coalición de intereses oportunistas con los nacionalismos vasco y catalán, pero que aboca a España a la perpetuación de su crisis, cada día más estructural, cuando las principales economías europeas consolidan su recuperación y agrandan la brecha con nuestro país. ABC. 5-3-2011 Opinión. Levante-EMV Alí Babá y los 40.000 ladrones Rafael Torres Si en España existiera auténtica aversión al latrocinio y al trinque, ni el PP ni el PSOE estarían autorizados a presentarse a elecciones ningunas, o bien, en el caso de que una hipotética e improbable Ley de Partidos orientada contra la corrupción se lo permitiera, no les votaría nadie, a excepción, tal vez, de los familiares. La corrupción política que el bipartidismo ha institucionalizado en España, aprovechando el ambiente histórico bruñido en la picaresca, el bandolerismo y el caciquismo, opera como permanente y desesperante estafa a los ciudadanos, quienes, por su parte, consienten en ello por una mezcla de resignación, impotencia y estúpido sectarismo. Estos políticos de los ERE andaluces y los Gürtel madrileño-levantinos, pero también esos otros de más modesto calado que, como se cuenta del concejal de Urbanismo de Málaga, hizo un trapi, un autotrapi, para pagar siete veces menos por una licencia de obra para su casa (su hermano, responsable de un distrito, obtuvo otra licencia sin presentar el proyecto que Urbanismo exige, ¡y en 24 horas!), son gente que abandonó la sociedad para residenciarse en el Estado, que en nuestro país, encima, carece de los filtros y los mecanismos de control que le impedirían convertirse en la cueva de Alí Babá y los cuarenta, qué digo cuarenta, cuarenta mil ladrones. Se trata de chorizos a lo Gil, que mangan lo gordo y reparten algo, en forma de farolas modernas, colocaciones o polideportivos de esos cuyos tejados se los lleva el viento, pues saben que si se lo llevaran absolutamente todo, como Alí, como Mubarak, como Gadafi, hasta los españoles, tan mansos, les montarían un pollo irreversible. He aquí el país en el que para que los amiguetes materialicen el sueño de vivir sin trabajar mediante una jubilación anticipadísima, los otros, los que no tienen padrinos en el Estado, se tienen que deslomar hasta los 67 años. El mismo país donde se fríe a impuestos al trabajador o se suprimen escáneres o becas para que un Calatrava afecto a Matas o a Camps se lleve millones de euros por un proyectito fantasmal y por una maquetita. Desde luego, si en España la corrupción suscitara repugnancia y reproche, sé de dos partidos, y de alguno más ciertamente, que lo llevarían peor que Sortu. LEVANTE-EMV. 5-3-2011 Opinión. La Vanguardia Situación enquistada José Antich A medida que pasan los días, uno tiene la sensación de que la situación en Libia se está enquistando, y acostumbrados como estábamos a la revueltas exprés –Túnez y Egipto tumbaron a sus presidentes Ben Ali y Mubarak en muy pocos días–, Muamar el Gadafi está logrando lo máximo que puede conseguir dada la situación: ganar tiempo. El hecho de que las imágenes más duras de la tragedia a la que está sometiendo a su pueblo y en la que ya ha habido centenares de muertos sean prácticamente inexistentes hace que la opinión pública no tenga en Occidente una dimensión exacta de la gravedad de lo que allí está sucediendo. La consecuencia principal puede acabar siendo que al conflicto –que ya tiene un claro perfil de guerra civil entre los que apoyan a Gadafi y los rebeldes– se le deje de prestar la atención que requiere como una noticia internacional de primerísimo orden mundial. En principio, parece bastante evidente que hoy por hoy no va a haber una intervención ni de Estados Unidos (el Pentágono ha dicho explícitamente que no la considera), ni de la ONU, ni mucho menos de la Unión Europea, que se limita a leer comunicados de condena. Y ello, pese al éxodo masivo que se está produciendo hacia las fronteras de Túnez y Egipto y que acabará llegando a Italia, que se encuentra a menos de tres horas de la costa libia en una simple lancha a motor. Quizás por todo ello es necesario que la ONU adquiera rápidamente un protagonismo mayor en el conflicto, ya que en la actual situación Gadafi puede aguantar un cierto tiempo e ir incrementando sin control alguno el número de víctimas entre la población civil. LA VANGUARDIA. 5-3-2011