Bancos y gobierno acuerdan medidas contra la crisis

Unos de luna de miel, para los demás hiel

La pareja de hecho Botí­n-Zapatero parece decidida a pasar por la vicarí­a. Ya se sabe que en tiempos de crisis, nada mejor que estrechar los lazos carnales. Aunque, eso sí­, con el máximo sigilo y la mayor discreción. La negativa de bancos y cajas, pese al dinero público recibido, a facilitar créditos a familias y empresas o a aplicar medidas como la moratoria de 2 años en el pago de las hipotecas está causando un auténtico tumulto nacional. Pero el escándalo no lo serí­a tanto, si llegara a ser de dominio público la forma en que se gestaron esas medidas del gobierno.

La caída de Lehman Brothers en setiembre del pasado año, no sólo reveló la auténtica dimensión de la crisis financiera, sino el inicio de una profunda recesión. Fue entonces cuando Botín y Zapatero decidieron que debían permanecer más unidos que nunca. Según revelaba por aquellas fechas el diario El País, el presidente del gobierno y el banquero cántabro mantenían durante aquellas semanas críticas una entrevista telefónica diaria de una hora de duración. Días después, y ante la evidencia de que la crisis llegaba a España y lo hacía a una velocidad inaudita, el gobierno de Zapatero pareció salir de su letargo, anunciando toda una medida de baterías que iban desde el plan de rescate bancario hasta las ayudas a los parados, para paliar sus peores efectos.No tardaría en saberse que en la gestación de esas medidas no participaba sólo el gobierno. Dos equipos de trabajo –encabezado uno por el secretario de Estado de Economía, David Vegara, y el otro por el responsable de la Oficina Económica del Presidente, Javier Vallés– venían diseñándolas desde tiempo atrás. En esos equipos de trabajo participaban de forma sistemática los directores financieros del Banco Santander y del BBVA. Ocasionalmente se unían a ellos directivos de la Asociación Española de la Banca y de la Confederación Española de las Cajas de Ahorro. De su trabajo salieron las principales medidas que después el gobierno ha reunido en el famoso Plan E. En primer lugar, por supuesto, los 250.000 millones de euros en forma de compra de activos y avales del Estado para los bancos, medida estrella que Zapatero ya había negociado personalmente con Botín antes de reunirse con los demás bancos. Pero también las medidas de ayuda a parados, familias, empresas o autónomos. “No solo estábamos informados, sino que hemos participado en equipos de trabajo con altos funcionarios del Gobierno en el diseño de las medidas adoptadas. La última reunión de esos equipos tuvo lugar el pasado viernes. Y desde luego acordamos seguir trabajando esta semana porque quedaban algunos flecos pendientes”, declaraban confidencialmente esos días representantes de la patronal bancaria a un periódico digital.Después de conocer esto, ¿puede alguien extrañarse de que mientras unas –las que benefician a los bancos– se apliquen con exactitud milimétrica, las otras –aquellas destinadas a ayudar a la mayoría– presenten tantos puntos de fuga que la banca pueda saltárselas impunemente? La unión personal entre banca y gobierno es uno de los rasgos consustanciales al capitalismo monopolista que ya describió Lenin en 1914, ilustrándolo con los indignados comentarios que a este respecto escribían los economistas burgueses de principios del siglo XX, formados en los principios del librecambismo. Pero el grado de unión entre Botín y Zapatero alcanza unos niveles raramente vistos. Es francamente insólito que el presidente del primer banco de un país apueste públicamente –como hizo Botín con Zapatero unas semanas antes del 14-M– por un candidato al que todas las encuestas dan por seguro perdedor. Que se deje retratar campechanamente en mangas de camisa con él. O que susurre a los oídos de la máxima autoridad de la nación (el rey), pero en voz lo suficientemente alta para que todos lo oigan, que “es un hombre providencial”. Y en esto último no le falta razón. Providencial para él y su banco. Gracias a la gestión de su gobierno, a su política económica y a los recursos del Estado que ha puesto Zapatero a su servicio, Botín ha dado un gigantesco salto en el ranking de la banca internacional y ha podido, al menos hasta ahora, situarse en el top ten de las oligarquías bancarias mundiales. Uno y otro, Botín y Zapatero han conformado a lo largo de estos años la extraña pareja que ha regido los destinos del país hasta llevarlo a la catastrófica situación actual. ¿Cómo no iba a atender Zapatero las demandas del banquero en esta difícil situación?Es un axioma de la ciencia política clásica que los gobiernos pasan, mientras que las instituciones –en este caso las bancarias– permanecen. Pero está por verse todavía si los fuertes vínculos que Botín ha anudado en torno a Zapatero no han traspasado un cierto umbral, para convertirse en una soga tan difícil de desanudar como el yugo de Gordias. Veremos entonces si el inevitable hundimiento del capital político del presidente de gobierno más inconsistente e insustancial que ha tenido la política española en los últimos 30 años, no lo arrastra también a él. Porque desde luego, lo que no va encontrar Botín entre la población española es a ningún Alejandro Magno dispuesto a evitar su naufragio.

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