Sábado, 23 de febrero. Movilización general contra los recortes

Unir mareas o dar una batalla común

Este próximo sábado, 23 de febrero, distintas organizaciones vinculadas al 15M «pero que han recibido el apoyo de 200 organizaciones, entre ellos el de la Cumbre Social» han convocado una movilización en toda España cuyo objetivo es unir a las distintas mareas de lucha (la de la sanidad, la enseñanza, los desahucios, los EREs en el sector público,…) en una única «marea de mareas». Una «Marea Ciudadana unida contra los recortes y por la Democracia: No debemos, no pagamos» donde todas ellas confluyan.

Una movilización que pretende ser una respuesta a “la mayor crisis de la democracia de las últimas décadas”. Crisis, según los convocantes, creada por “la presión de los mercados financieros, la deuda ilegítima creada por el propio sistema financiero especulativo y las brutales políticas de ajuste dirigidas contra la mayoría de la sociedad, junto con la corrupción y la pérdida de legitimidad de las instituciones”. «Aunque unificar los movimientos sociales y trabajar por que se doten de un programa común de lucha es imprescindible, ¿es sufuciente con ello?»

Que los distintos movimientos sociales que han surgido en nuestro país en los dos últimos años converjan en un mismo movimiento de lucha es algo no sólo bueno, sino necesario. Su aparición y la enorme movilización que han sido capaces de desplegar en defensa de la sanidad, la educación o la justicia públicas, gratuita y universales o sacando a la luz e drama social de los desahucios son de un valor incalculable. Pero, dispersas y fragmentadas, difícilmente cualquier lucha logrará algo más allá de éxitos, importantes sí, pero parciales y limitados. Por eso la iniciativa del 23-F de convocar una marea de mareas es una muy buena iniciativa.

Y sin embargo, aunque unificar los movimientos sociales y trabajar por que se doten de un programa común de lucha es imprescindible, ¿es suficiente con ello?

Hacer retroceder a nuestros enemigos es una condición imprescindible para poder empezar a cambiar la correlación de fuerzas en el país de una forma favorable a los intereses del pueblo. Y ello exige concentrar nuestras fuerzas y golpearles en un único punto. En definitiva, dar un batalla política donde nuestras fuerzas no se dispersen disparando hacia todas las direcciones de donde vienen los ataques.

La advertencia del presidente del Banco Central Europeo Mario Draghi en su intervención en el Congreso la pasada semana no ha podido ser más clara. Tras alabar las “reformas” acometidas por Rajoy, insistió una y otra vez en que en 2013 serán necesarios “nuevos recortes y ajustes”. Y el principal de ellos –ya lo ha anunciado con reiteración Bruselas– un nuevo ataque al sistema de pensiones.

Un ataque que esta vez ya no se dirige, de forma fragmentaria, a uno u otro sector de la población, sino al 90%. A los pensionistas actuales y a los futuros, que somos todos. Un terreno en el que se nos presenta la oportunidad de unir al 90% de la población en un único frente de lucha. A todas las mareas… y a quienes todavía no participan de ninguna de ellas.

Este es el terreno, el campo de batalla por así decirlo, en que nuestros enemigos son más débiles porque están más aislados.

Dar la batalla por un referéndum que blinde en la Constitución el sistema de pensiones públicas y el nivel de vida de los pensionistas puede convertirse hoy, si sabemos hacerlo, en el elemento catalizador que transforme la indignación y el rechazo popular en fuerza para dar una batalla política en la que podemos hacerles retroceder.

El 23-F hay que salir a la calle para dar conciencia y denunciar la intervención y el saqueo exterior como el origen de todos los ataques que los distintos sectores sociales estamos sufriendo. Y para extender la idea de que para hacerles retroceder y conseguir una victoria popular que permita empezar a cambiar las cosas tenemos que concentrar nuestras fuerzas en una batalla común: la del referéndum de las pensiones.

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