SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Una recuperación con salud muy frágil

El conflicto ruso frena la locomotora alemana. Si Europa se desacelera, España irá detrás.

Vivimos en un mundo global. La escalada de tensión en diversas áreas del planeta, sobre todo entre Rusia y Ucrania, cambia el panorama idílico que vivíamos hace unos meses. La economía mundial parecía encaminarse con paso firme a la recuperación, pero ahora surgen obstáculos en el camino. El accidente del vuelo MH17 de Malaysia Airlines en la frontera con Ucrania incrementó la escalada de reproches entre la Casa Blanca y el Kremlin.

Barack Obama responsabilizó del incidente a Vladimir Putin por el suministro de armas a los rebeldes de Donetsk y luego dio una vuelta de tuerca a las sanciones impuestas contra Rusia. La decisión pasó desapercibida para la mayoría de los medios y para los mercados, pero no para el Kremlin, que esta semana respondió con un boicot a los productos agrícolas de Occidente.

Un acto inocuo para países como el nuestro, aunque no quiero pensar qué pasaría si Putin decide extender el boicot a sectores como el turismo o las infraestructuras. Los turistas rusos incrementaron significativamente su cuota en el mercado español. En lugares como la Costa del Sol, es uno de los primeros colectivos.

Pero el problema no es España, sino Europa. Las sanciones introdujeron una especie de veneno que conducirá a la parálisis de las relaciones comerciales de Rusia con el resto del mundo.

Europa se creyó a salvo al evitar el corte del suministro de gas, que hubiera disparado los precios de la energía y propinado un duro golpe a su balanza comercial. En su lugar, prohibió la colaboración industrial con el sector energético ruso, que lo condena a una muerte lenta, porque no podrá tener acceso a las innovaciones. Pero aún más letal es el veto a las transacciones financieras internacionales. Una medida ensayada con éxito contra el régimen iraní, que terminó por plegarse al diálogo con Occidente.

Los bancos rusos relativizaron el impacto en su cuenta de resultados, presumen de que pueden vivir sin las reservas de divisas extranjeras ya que cuentan con el suministro de liquidez de China. Pero la cuestión no es la salud de la banca nacional, sino que impide cualquier operación con el exterior, que hoy requiere la colaboración de entidades foráneas. La medida conmina a Rusia al ostracismo, ya que cierra la puerta a la inversión extranjera, que destinó alrededor de 200.000 millones.

El Kremlin adoptó represalias. La semana pasada, suspendió varios proyectos con empresas alemanas en Moscú. Los pedidos industriales germanos cayeron el 3,2 por ciento el pasado trimestre por este motivo.

Es difícil determinar el impacto en Europa. Pero las alarmas saltaron en varias capitales a la vez. Sobre todo, en Roma, que en el primer semestre recayó en recesión. París puede anunciar esta semana un crecimiento próximo a cero y la velocidad de la locomotora de Berlín bajó a tasas inferiores al 1 por ciento anual.

Las advertencias del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, de que la frágil recuperación europea podría resentirse por las tensiones geopolíticas confirmaron los temores en boca de todos y sentaron como un jarro de agua fría en los mercados. Y con razón. Sobre todo, porque Putin, preocupado más por volver a colocar a Rusia en el centro del mundo que por el bienestar de sus ciudadanos, puede anunciar sanciones en otros ámbitos.

Draghi echó mano de su conocido latiguillo de que «estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario», que funcionó estupendamente cuando el euro estuvo al borde del precipicio. Pero los mercados se preguntan qué más puede hacer con la estricta vigilancia del Bundesbank, contrario a la compra de bonos de países como Italia o España.

Para colmo de males, el BCE aceleró las pruebas de test de estrés a las entidades financieras de la eurozona para despejar lo antes posible las incertidumbres sobre su solidez. La medida produjo el efecto contrario al deseado, porque secó la concesión de créditos en toda Europa y contribuyó a paralizar su economía, en lugar de impulsarla.

El presidente del BCE tuvo palabras de aliento para los que han cumplido con las reformas, en referencia velada a España. Ni Italia ni Francia han acometido ajuste alguno durante estos años de crisis. El nuevo primer ministro italiano, Mateo Renzi, redujo la carga fiscal a los salarios más bajos para derrotar a la izquierda, pero no logró impulsar la economía como esperaba. Ahora se niega a más ajustes (las instituciones internacionales le piden recortar entre 15.000 millones y 20.000 millones de euros) y propone subidas de impuestos selectivas. ¿A qué les suena?

El Gobierno español también perdió la oportunidad de meter la tijera al gasto público en la crisis. España es hoy más competitiva a costa de la pérdida de poder adquisitivo del sector privado. La reforma laboral y el saneamiento de la banca permiten afrontar la crisis en mejores condiciones que los demás, como gusta recordar a Rajoy, pero su situación económica es igual de frágil. Si Europa frena, el principal socio comercial cede e iremos detrás.

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