¿Y Europa qué?

Una Europa desunida afronta un segundo round

Si la UE no da un paso adelante ahora, el euroescepticismo podría acabar ganando mucho terreno en Europa

Europa desunida frente al coronavirus

Ni el coronavirus ha logrado unir a Europa. Al contrario. Los ingentes recursos necesarios para afrontar la emergencia sanitaria y la reconstrucción económica posterior han dado lugar a una reproducción, si cabe aún más aguda, de las divisiones y enfrentamientos que ya se vivieron hace una década tras el estallido de la crisis financiera.

De nuevo se han vivido escenas terribles entre el Norte y el Sur, impropias de socios. La campana, como siempre, permitió salvar el primer round de este combate (el reparto del Fondo europeo de rescate, para afrontar las necesidades inmediatas), pero los contendientes ya están “haciendo guantes” para el 2º y decisivo round: los fondos necesarios para la reconstrucción, el llamado Plan Marshall que Europa va a necesitar para salir de la crisis más grave desde la segunda guerra mundial.

Primer round

Siguiendo un modelo de negociación tóxico pero crónico, consistente en llevar las cosas hasta el borde del precipicio para, a última hora, acordar algo que no satisface plenamente a nadie pero impide la ruptura, el pasado 8 de abril el Eurogrupo (que reúne a los ministros de Finanzas de los 27) acordó un reparto salomónico de los alrededor de 540.000 millones de euros que atesora el Fondo de rescate europeo, constituido tras la última crisis, precisamente para afrontar situaciones como la que se vive hoy. Hay que aclarar que no se trata de dinero que se entrega a fondo perdido a los estados miembros, sino préstamos y avales que habrá que devolver. Aun así, el acuerdo costó sangre y revivió escenas que muchos pensaron que no se volverían a repetir en Bruselas después del trato vejatorio que se dispensó a Grecia y, en general, a los PIGS durante la pasada crisis.

La división entre el norte y el sur se ha agudizado

Los protagonistas estelares de la lucha fueron Holanda e Italia. Holanda tomó la bandera del rechazo a la solidaridad y la llevó más lejos que nunca, sin dejar de recurrir a todos los tópicos pero dejando asomar además cierto tufillo nazi: el ministro de finanzas holandés criticó a Italia y España por no haber guardado reservas para afrontar una nueva crisis, por ser los reyes del despilfarro y desconocer el ahorro y la austeridad, por ir siempre de pedigüeños, incluso por dedicarse a intentar salvar a los ancianos… y llegó a amenazar con pedir una investigación sobre cómo el gobierno español está afrontando la emergencia sanitaria. Nadie le recordó los ingentes negocios que Holanda hace en España e Italia ni tampoco cómo muchos de los déficits sanitarios de España obedecen a las exigencias directas de recortes impuestas por Bruselas con el respaldo entusiasta de Holanda. Pero sí hubo voces, como la del primer ministro portugués, afirmando que la actuación de Holanda era “de vergüenza” e incluso preguntándose si Países Bajos quiere abandonar la UE, pues su actuación viola todos los principios de la misma.

Alemania, que ya quedó muy salpicada en la anterior crisis, por su intransigencia y sus malos modos, se ha escudado detrás de Holanda

Pero Holanda no estaba sola en su posición, solo era el ariete de un grupo de países (Austria, Finlandia, Dinamarca… y Alemania), que no solo amparan el tópico del “norte industrioso y ahorrador” frente al sur “vago y despilfarrador”, sino que han logrado imponer un modelo de Unión Europea que solo admite lo que a ellos les beneficia. Una Unión que es unión para el libre tránsito de mercancías, capitales, servicios, etc., pero que no quiere ni oír hablar de unión fiscal o bancaria, de seguro de paro común, de mutualizar la deuda con eurobonos, etc. Todo lo que beneficia a su riqueza está permitido, todo lo que podría significar un compromiso solidario con los demás, está excluido o se admite a regañadientes. Ese es el diktak impuesto por Alemania… y que en esta crisis el gobierno holandés se ha puesto en cabeza a defender, seguramente para que Alemania, que ya quedó muy salpicada en la anterior crisis, por su intransigencia y sus malos modos, se mantenga algo más a resguardo.

Italia, España y otros siete países (entre ellos Francia, pero manteniendo un perfil bajo, para que no se la meta en el paquete de los pedigüeños) reclamaron al Eurogrupo una auténtica política europea solidaria para hacer frente a una crisis de extrema gravedad. Y entre esas peticiones, figuraba con especial énfasis por parte italiana la instauración de un instrumento financiero (los llamados ahora “coronabonos”) que permita movilizar recursos suficientes con el respaldo de toda la UE. 

Ante el veto holandés y el rechazo alemán a cualquier paso que implique mutualizar la deuda, al final se acordó como medida de urgencia echar mano de los recursos del MEDE, el mecanismo europeo de rescate, pero liberalizando las condiciones para acceder a esos recursos: su utilización no llevará control por parte de “los hombres de negro”, ni se exigirán a cambio “reformas o recortes” como en el pasado (no será un “rescate”, como exigía Italia), pero eso sí se deberá justificar que se utilizan para afrontar la situación de emergencia sanitaria y sus consecuencias, y no se podrán destinar a otros fines (como exigía Holanda). Ambas partes contrincantes lograron imponer, por tanto, sus “mínimos”.

Como consecuencia de dicho acuerdo se movilizarán 540.000 millones de euros. Cada país podrá solicitar créditos por hasta el 2% de su PIB (España, aproximadamente, unos 35.000 millones de euros). Del total de ese monto, 250.000 millones irán destinados a las finanzas públicas de los estados miembros, 200.000 millones a las empresas y 100.000 millones a los trabajadores. Todo ello para abordar el momento actual. ¿Y para el futuro?

Segundo round

El acuerdo sobre el “reparto” del MEDE, como es obvio, no ha dejado satisfecho a nadie ni ha sanado las heridas de los contendientes ni es suficiente para afrontar un panorama que se presenta desolador y muy complicado. Francia ya ha sufrido en el primer trimestre del año la mayor caída del PIB desde mayo del 68, cuando las huelgas paralizaron el país. El FMI pronostica para España una caída del 8% (la mayor desde la guerra civil) y el retorno inmediato a los cinco millones de parados. Alemania caería un 7%. Y suma y sigue… No es ningún pronóstico que decenas de miles de empresas (sobre todo pymes) van a cerrar, que millones de trabajadores van a ir al paro, que incluso grandes empresas (como las aerolíneas, por poner un ejemplo obvio) van a necesitar grandes ayudas (incluso nacionalizaciones) para no ir a la quiebra… todo esto ya no es especulación, sino realidades incontestables. 

A esto no se le va a poder hacer frente con parches. Incluso los 500.000 millones del MEDE, con ser una cifra imponente, es una cantidad irrisoria para lo que va a ser necesario poner para una reconstrucción económica sólida de la Eurozona.

Pero si repartir un fondo ya existente ha dado lugar a una disputa agria, a que se pongan encima de la mesa acusaciones, prejuicios y ataques desmesurados, a que se coloque a la UE a las puertas de una división letal, las negociaciones que han de abrirse días próximos con vistas a negociar los planes de reconstrucción de la economía europea se presentan ya como un campo de batalla decisivo para el futuro de Europa.

Alemania y sus aliados, aunque están a la espera de ver cómo queda definitivamente el campo de ruinas una vez que se logre un cierto control del virus, la población abandone el confinamiento y se reinicien, paso a paso, las actividades económicas, difícilmente se va a bajar del burro en su negativa de aceptar crear un instrumento, como los eurobonos o “coronabonos”, que permitan una mutualización de la deuda, es decir, que todos respondan solidariamente de ella. Es más, Alemania y este grupo de países no dejarán, una vez más, de ver en esta crisis una oportunidad para, sin cargar con el muerto de la deuda ajena, darle un bocado más a la hegemonía de sus bancos, sus monopolios y sus grandes empresas en el mercado europeo. Alemania, que ya ha sacado a relucir los méritos de su “disciplina fiscal y presupuestaria” (pero no ha evocado cuando impuso a gobiernos como el español una modificación de la Constitución, que por cierto acaba de entrar en vigor este año, por la que España deberá dar prioridad al pago de su deuda externa antes que atender, por ejemplo, a gastos sociales), parece seriamente tentada a dar un bocado más a la enorme porción que ya tiene de la tarta europea, fortaleciendo la posición de sus monopolios en el sur de Europa, apropiándose de sectores económicos que aún no domina, aumentando su control político sobre países muy debilitados, y todo ello sin poner prácticamente un euro encima de la mesa. Si dejamos de lado la crisis del Deutsche Bank (motivada por su participación en los activos tóxicos de Wall Street), Alemania no solo sufrió muy levemente los efectos de la crisis de 2008, sino que en términos generales aumentó su posición hegemónica en Europa y sacó un enorme partido de su baja prima de riesgo, financiándose con tasas negativas y llegando a ahorrase por ello más de 250.000 millones de euros, pese a mantener una crítica constante y un acoso al Banco Central Europo, cuya política le estaba llenando los bolsillos. Que intente repetir ahora la operación con esta crisis, aún más grave que la anterior, no es en absoluto descabellado.

Por ello Italia, España, Francia y Portugal no deberían bajarse del burro a la hora de defender una política de reconstrucción que implique la puesta en marcha de un instrumento que mutualice las emisiones de deuda, para que sea la UE en su conjunto la que respalde dichas emisiones, y no país por país, lo que facilita la extorsión de los más débiles y necesitados. Y, junto a ello, la creación de instrumentos de política social comunes, como el seguro de paro europeo. Así como la creación de una industria europea de la salud, que haga a Europa autosuficiente en materia sanitaria y a unos precios asequibles para todos: que la salud no sea un negocio. Así como la financiación de la compra de la vacuna contra el coronavirus, cuando exista, para los más de 500 millones de europeos.

La devastación económica que se presume en casi todos los países europeos no puede ser una nueva oportunidad para que avance el control y dominio de los más fuertes. España no debe firmar ningún acuerdo ni “ayuda” que comporte someterse a nuevos grilletes ni medidas que nos hagan más dependientes ni aumenten el control sobre nuestra economía.

Italia ya ha advertido que si la UE no da un paso adelante ahora, el euroescepticismo podría acabar ganando mucho terreno en Europa y, sobre todo, en Italia, donde la sombra de Salvini aún amenaza desde la sombra. La UE podría acabar cavando su propia fosa. El aviso no es una amenaza falaz.

One thought on “Una Europa desunida afronta un segundo round”

  • Europa, a día de hoy, es desgraciadamente una entidad metafísica. Eurolandia está exhausta y postrada, pero no a China o a USA… (que son también metafísicos entendidos ya como «Grandes Potencias»), sino al Poder modelizador de poblaciones, de recursos, de la vida cotidiana, y de los territorios.

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