No es casual que en las últimas dos semanas algunos de los más perspicaces comentaristas de distintos medios hayan coincidido en advertir que los acontecimientos de estos días han recordado a los turbulentos meses que precedieron al 23-F. Pero como entonces, el quid de la cuestión no es señalar lo obvio, sino preguntarse a qué razones obedece y qué fenómenos está reflejando.
Cuando el único ‘diálogo’ osible entre los dos grandes partidos del modelo político es el enfrentamiento crispado, cuando en el partido que gobierna aparecen síntomas de división interna al proponer unos un cambio de línea (Barreda, un hombre de Bono, pidiendo ceses ministeriales), otros un cambio de aliados (Ernest Maragall en el PSC dando por finiquitado el tripartito) y los de más allá un giro copernicano (los guerristas sugiriendo un gobierno de concentración) es que algo se está moviendo, y muy aceleradamente, en los principales centros de poder y decisión del país.Y si además el Rey no sólo se ve obligado a hacer públicas sus iniciativas para propiciar un gran pacto político y social, sino que además obtiene un áspero fracaso, es que las divisiones y fracturas entre los distintos sectores, familias o clanes oligárquicos están adquiriendo una dimensión y un rumbo peligroso.Tienen que ser, por fuerza, razones muy poderosas –muy por encima, desde luego, de las mismas cúpulas y la mayor o menor sintonía entre los dirigentes políticos, todos ellos, por definición, empleados eventuales– las que hacen imposible que en una situación que ha sido definida como de auténtica “emergencia nacional”, las dos grandes fuerzas que sostienen el modelo político sean incapaces de llegar ni al más mínimo acuerdo.Un nivel tal de antagonismo sólo es explicable, en términos de clase y lucha de clases, como reflejo de una aguda división en el seno de la oligarquía financiera española, división que la crisis está acelerando y haciendo más profunda.¿En qué consiste esa división? ¿Quiénes se alinean a uno y otro lado? ¿En torno a qué puntos, es decir, a qué proyectos diferenciados se concentra el choque? La primera división y los árbitros Hace poco más de un año –semanas después de que estallara la crisis financiera mundial con la caída de Lehman Brothers– en estas mismas páginas publicábamos un amplio reportaje sobre los significativos cambios que se habían producido en la configuración y la jerarquía de la oligarquía española tras la llegada de Zapatero al gobierno.Haciendo un balance de esos 4 años, era observable cómo hasta 2003, las jerarquías y la composición interna de la clase dominante española habían sido el producto, en lo principal, de un proceso relativamente equilibrado de concentración interna y expansión exterior en Iberoamérica, efectuado desde los años noventa, bajo los gobiernos de Felipe González y Aznar. Un proceso, prolongado en el tiempo, que dio lugar a la aparición de dos megacorporaciones financieras (Santander y BBVA) y un selecto grupo de grandes monopolios en telecomunicaciones, energía y construcción, cuyo desarrollo permaneció bajo un relativo equilibrio de fuerzas hasta 2003, el último año completo de gobierno de Aznar.A partir de entonces, sin embargo, se advertía un abrupto y acelerado decantamiento hacia un sector con su núcleo en el Banco de Santander. Decantamiento medible no sólo en términos puramente económicos –aunque también, puesto que cada año aumentaba de forma considerable la brecha en los beneficios, activos o capitalización bursátil de unos y otros–, sino que se traducía en una profunda alteración de las jerarquías, sistemas de alianzas y equilibrios internos en el seno de la oligarquía.La foto fija que ofrecía aquel instante, noviembre de 2008, era la configuración de un sistema de alianzas complejo y dinámico en el que confluían, en torno al nódulo central del Banco de Santander, un conjunto de sectores y clanes oligárquicos, jerarquizados según su fortaleza y cercanía al núcleo. Y en el que participaban activamente, en apariencia, desde Telefónica e Iberdrola hasta un reducido grupo de constructoras: ACS, Acciona, Ferrovial y Sacyr.El abrupto despegue de este conjunto de clanes oligárquicos del resto de la “familia” había tenido como elemento central, no su mayor dinamismo o una mejor capacidad de gestión, sino sobre todo la estrecha relación entre Botín y el gobierno de Zapatero, en el que jugaba un papel preponderante que éste hubiera colocado sistemáticamente la acción de gobierno y los recursos estatales al servicio del proyecto de expansión internacional de aquel.Algo similar a lo que suele ocurrir en el fútbol, donde para ganar el campeonato de primera división no sólo necesitas tener el mayor presupuesto y los mejores jugadores, sino disponer también de la dosis justa de ayuda arbitral, sin llegar al escándalo pero que te permita ganar los 8 o 10 puntos que al final de la liga marcarán la diferencia.¿Cómo se ha movido desde entonces, a medida que se agudiza la crisis y ha empezado a manifestar sus más severas consecuencias para nuestro país, esa correlación de fuerzas interna? ¿Se ha ampliado o reducido la brecha? Entre la banca y los grandes monopolios españoles, ¿quién y cuánto está ganando y quién y cuánto está perdiendo con la crisis? ¿Cómo se están realineando las fuerzas, qué nuevo mapa, o qué alteraciones en el antiguo, se está dibujando? ¿A segunda división? Contestar a estas preguntas exige de forma necesaria, en un terreno tan huidizo, opaco y preñado de secretismo como el de las grandes finanzas, partir de una serie de hipótesis o supuestos previos, para contrastarlos posteriormente con los datos materiales que ofrece la realidad.¿Es pensable que, ante el proyecto de las grandes potencias desarrolladas por recategorizar y degradar a España a una especie de tercera división mundial, el sector de la oligarquía afín a Botín, caracterizado por su expansión internacional y la diversificación geográfica de sus negocios, esté dispuesto a aceptar esa degradación del país, a cambio de mantener su estatus y la privilegiada posición mundial alcanzada? Hipótesis que, en su reverso, estaría acompañada de la lógica degradación de aquellos sectores de la oligarquía cuya parte principal del negocio –y de los beneficios, por tanto– sigue enclavada en nuestro país y que, en consecuencia, corren el riesgo de verse igualmente disminuidos en su papel y peso mundial.Nada mejor para seguir la pista a este supuesto que analizar la evolución, en estos tres años de crisis, por los dos grandes poderes bancarios, Santander y BBVA. Los únicos en principio capaces de encabezar un proyecto oligárquico y arrastrar tras de sí a otros sectores y familias, dado su peso económico y los mecanismos y relaciones de poder inherentes al capital monopolista, donde el poder financiero de la banca ocupa un puesto preeminente sobre cualquier otra forma de capital.Si nos fijamos en la evolución de los beneficios obtenidos por Santander y BBVA en los tres últimos años, la conclusión no puede ser más evidente. En el año 2003, los beneficios del BBVA eran sólo un 15% inferiores a los presentados por el Santander. En los siguientes años, entre 2003 y 2006, la diferencia se fue ampliando progresivamente. Pero es con el estallido de la crisis en 2007 y su posterior desarrollo cuando esa diferencia está alcanzado una masa crítica. Así, en 2007, los beneficios del Santander fueron un 32,4% superiores a los de BBVA. Un año después, esa distancia se había ampliado hasta el 43,4%. Y en 2009, la diferencia entre los beneficios deuno y otro puede empezar a considerarse como verdaderamente abismal: Botín ha obtenido unos beneficios un 53% superiores a los de su rival. Mientras Santander consigue mantener sus beneficios al mismo nivel que antes de la crisis, los de BBVA sufren una merma considerable año tras año. Impedir que se mantenga esta brutal aceleración en la diferencia de resultados empieza a ser una cuestión de vida o muerte para el BBVA.Uno de los factores que están influyendo en la aceleración de la distancia entre ambos poderes financieros está en la morosidad que sufre cada uno de ellos. Mientras que en 2008, la diferencia entre la morosidad que sufrían uno y otro banco era de 0,65 puntos, un año después la distancia se ha multiplicado casi por tres, y alcanza ya el 1,71. Y expertos y analistas coinciden en que es previsible que en 2010 asistamos a lo que llaman la “segunda oleada” de morosidad, provocada tanto por la imposibilidad para el sistema financiero de seguir ocultando sus pérdidas mediante el intercambio de deuda por activos devaluados –y por tanto de valor muy inferior al nominal– con las grandes inmobiliarias, como por la persistencia del desempleo en torno a un 20% de la población activa.En consecuencia con este distinto grado de morosidad, la tasa de cobertura, es decir, las provisiones de capital que los bancos están obligados a hacer para cubrir las pérdidas de créditos más que dudosos y deudas incobrables, siguen una evolución cualitativamente distinta en uno y otro banco. En el año 2008, la tasa de cobertura de la que disponía el BBVA era prácticamente el doble que la de Santander. Pero en apenas 12 meses el aumento de la morosidad ha devorado hasta tal punto sus provisiones, que en 2009 la tasa de cobertura del Santander ya es un 65% superior a la de BBVA.Un fenómeno similar es observable si medimos la evolución de su capitalización bursátil, que no es otra cosa sino la percepción que mercado e inversores tienen de la fortaleza y el valor de uno y otro banco. Pues bien, si en 2007 la capitalización bursátil de BBVA equivalía a un 66% de la de Santander, un año después, aun siendo ambos castigados duramente por la crisis, no lo fueron por igual, pues al acabar 2008 la capitalización de BBVA había bajado hasta representar un 60% de la del Santander. Una pérdida de 6 puntos porcentuales en tan sólo un año. Pero en 2009, marcado por la recuperación de parte de lo perdido en el año anterior, la distancia volvía a incrementarse significativamente, hasta el punto de que el valor bursátil de BBVA ya sólo representa un 50,1% de la del Santander. Y la tendencia en lo que llevamos de año es a la agudización. Al cierre de esta edición, cuando apenas si llevamos dos meses de 2010, y tras las turbulencias bursátiles desatadas en torno al jueves negro de la Bolsa española, la distancia había vuelto a aumentar. En la actualidad la capitalización de BBVA es del 47,6% de la de su rival.¿A qué obedece esta brutal aceleración en la distancia que separa a uno y otro poder financiero? La primera razón hay que buscarla en la diversificación geográfica de su negocio. Son muy significativos los datos de la distribución geográfica de los beneficios que obtienen uno y otro. Mientras el Banco Santander obtiene sus beneficios de hasta seis fuentes distintas, y en un porcentaje relativamente equilibrado entre ellas, el BBVA por contra tiene únicamente tres fuentes, y de ellas, su negocio en España y Portugal representa prácticamente la mitad de sus beneficios.Desde esta perspectiva resulta más fácil entender cómo uno y otro banco, y las familias y clanes oligárquicos alineados tras ellos, son susceptibles de adoptar una posición distinta ante el proyecto de las grandes potencias de degradar a España a una segunda división europea, y tercera mundial, junto a países como Grecia, Portugal o Irlanda. Mientras que las consecuencias para el Santander de una degradación de este tipo serían relativamente “asumibles” en tanto que en los últimos años no ha hecho sino reducir la participación de su negocio en España en su volumen global, para el BBVA, por el contrario, mantener el status y la posición de España y Portugal supone algo vital, ya que en ellos concentra prácticamente la mitad de su negocio.Pero a esto, además, hay que añadir que la otra área geográfica de donde viene el grueso de sus beneficios, México, es uno de los grandes países del Tercer Mundo que más severamente está sufriendo la crisis debido a su dependencia casi absoluta de la economía norteamericana tras la entrada en el TLCAN. Lo que contrasta poderosamente con la estratégica y, hasta el momento, clarividente apuesta de Botín por Brasil, una de las potencias emergentes que más y mejor está enfrentando la crisis, lo que le está permitiendo reponer con incrementos por un lado, lo que pierde por otro.Y si por último sumamos a todo ello el, hasta ahora, ruinoso negocio de BBVA en EEUU, concentrado en los Estados del llamado “cinturón del sol”, la franja sur del país donde el estallido de la burbuja inmobiliaria ha tenido las peores consecuencias y donde el banco español ha sufrido este pasado año unas pérdidas de más de 1.000 millones de euros, tendremos una visión más completa de la imperiosa necesidad que para el BBVA de Francisco González significa volver a contar, como en tiempos de Aznar y Rato, con un gobierno “amigo”, con un árbitro dispuesto a pitar a su favor, si es necesario, un penalti injusto en el último minuto para evitar su caída al pozo sin fondo de la segunda división.