Una duda permanece sobre España

«Después de haber tardado dos años en reaccionar, José Luis Rodrí­guez Zapatero, que hasta el momento se ha contentado con aumentar la presión fiscal en 11.000 millones de euros el verano pasado, ha debido decidirse a coger el toro por los cuernos lanzando, a principios de año, un plan de rigor para dejar el déficit delas cuentas públicas en el 3% del PIB en 2013. Pero el dispositivo hace aguas por numerosos puntos»

Y si, reguntado por el asunto, Emilio Botín, el patrón del Banco Santander, ha asegurado su total confianza en el gobierno para salir de la crisis, Isidro Fainé, su homólogo en La Caixa, se contentó con citar a Charles de Gaulle para quien “el carácter es la virtud de los tiempos difíciles”. Hoy, José Luis Rodríguez Zapatero se encuentra entre la espada y la pared (LES ECHOS) THE WASHINGTON POST.- Todos los estadounidenses –en este caso, también un montón de gente en China–, esperan que la Comisión de responsabilidad fiscal que el presidente Obama planea dar a conocer el jueves tenga éxito en la tarea asignada: conseguir reducir el déficit al 3% de la economía en 2015 . Algo tiene que hacerse para que la situación fiscal esté bajo control, más temprano que tarde. Nadie debe hacerse ilusiones acerca de los numerosos obstáculos para el éxito de la Comisión. La dificultad no es tanto encontrar la manera de lograr el objetivo –los impuestos tendrán que ser aumentados y el gasto en prestaciones limitado– como tener la voluntad política para inflingir este dolor Francia. Les Echos Una duda permanece sobre España Gilles Sengès Después de Grecia, el dossier España permanece abierto en los mercados financieros. Desde la locura del “jueves negro” del 4 de febrero, la volatilidad persiste en el frente de la deuda y del mercado de acciones españoles. Los viajes a Londres, después a París, la pasada semana, de Elena Salgado, ministra de Economía y Finanzas, y de José Manuel Campa, el secretario de Estado de Economía, para parar el incendio y asegurar a los inversores sobre la solvencia del país han traído una cierta calma. Pero ésta es frágil. El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero está ahora puesto bajo vigilancia y la aplicación de su plan de rigor de 50.000 millones de euros en tres años promete ser seguido muy de cerca. Pues los fundamentos de España, último gran país de la zona euro que no ha encontrado todavía la salida a la recesión, con crecimiento negativo del 0’1% en el último trimestre y de 3,6 en el conjunto del año, son de los más inquietantes. Sólo el presupuesto de prestaciones para os demandantes de empleo ha sobrepasado los 31.000 millones de euros el último año. Pese a los planes de relanzamiento, la actividad y el consumo están a media asta. El mercado de vehículos industriales ha retrocedido al nivel de 1987 y el de automóviles a de 1995. El retroceso es de doce años para la venta de cemento y de una decena larga para las viviendas, cuyos precios anunciados se acercan a los de 2006. El último bastión en resistir, el sector bancario comienza a acusar los efectos del estallido de la burbuja inmobiliaria, con unos activos tóxicos por un monto estimado de entre 75 y 100 mil millones de euros. Aumentos del gasto público y descenso en las recaudaciones han hecho que el déficit de las cuentas públicas haya saltado del 4,1% en 2008, a 11,4% del PIB el último año. ¡En 2007, España anunciaba todavía un superávit del 2,2%! Paradójicamente, mientras que los mercados se han focalizado en e´l, el único indicador positivo es el nivel de su endeudamiento que, a finales de 2009, representaba el 55% del PIB, muy por debajo de la media europea. Pero este índice está llamado también a deteriorarse y escalar al 75%. Después de haber tardado dos años en reaccionar, José Luis Rodríguez Zapatero, que hasta el momento se ha contentado con aumentar la presión fiscal en 11.000 millones de euros el verano pasado, ha debido decidirse a coger el toro por los cuernos lanzando, a principios de año, un plan de rigor para dejar el déficit delas cuentas públicas en el 3% del PIB en 2013. Pero el dispositivo hace aguas por numerosos puntos. Está basado, en primer lugar, sobre unas previsiones macroeconómicas más optimistas que las de los organismos internacionales. Todavía flojo en sus medidas, en su mayor parte está fundado, descentralización obliga, en una supuesta participación en el esfuerzo de austeridad de unas comunidades autónomas que no están asociadas al proyecto. A estas incertidumbres se suma un doble discurso oficial. El de Elena Salgado y José Manuel Campa que, en Londres como en París, se dicen dispuestos a recortar todavía más los gastos en caso de resbalón incontrolado. Y el de José Luis Rodríguez Zapatero calificando, en Madrid, de “especuladores” a aquellos que osan poner en duda la solvencia “evidente” del país y se convierte sobre la marcha en el cantor del gasto público y de una política “progresista” frente a la crisis, teniendo como prioridad la protección social. Ajustando el gesto a la palabra, ya ha hecho marcha atrás en el proyecto de reforma del mercado de trabajo, en el que la rigidez es en parte responsable del paro, y sobre la de jubilación, rechazada por los sindicatos. ¡Es cierto que sólo le faltaría a España una explosión social! El rey Juan Carlos ha llamado por ello, la víspera del fin de semana, a los partidos políticos a un “pacto de Estado por la economía”. Todo esto no trabaja por restaurar la confianza seriamente dañada de un gobierno que negó por largo tiempo la existencia misma de la crisis, antes de mostrarse muy tímido para afrontarla. Cambiar, hace ahora un año, al experimentado Pedro Solbes a la cabeza del ministerio de Economía y Finanzas no fue una decisión muy acertada. La oposición dice que el déficit de credibilidad que sufre hoy España es, en parte, ligada a la personalidad misma de Zapatero, inveterado optimista que, adoptando el método Coué, repite incansablemente que las cosas van a mejorar para explicar su pasividad. El hombre parece, en todo caso, haber perdido la baraka que le acompañó toda su carrera desde su entrada en política como el diputado más joven de las Cortes, en 1986, a la edad de 26 años, hasta su inesperada victoria en las elecciones generales de 2004, pasando por su arriesgada toma del poder en la dirección del PSOE tras la derrota electoral de su camarada Joaquín Almunia, hoy comisario europeo. Sin hablar de cuestiones que han aflorado, aquí y allá, en la prensa internacional, sobre su capacidad de asegurar la presidencia rotativa de la Unión Europea, muchas voces se levantan en España, incluso entre los suyos, pidiendo que afronte de cara la situación. Y si, preguntado por el asunto, Emilio Botín, el patrón del Banco Santander, ha asegurado su total confianza en el gobierno para salir de la crisis, Isidro Fainé, su homólogo en La Caixa, se contentó con citar a Charles de Gaulle para quien “el carácter es la virtud de los tiempos difíciles”. Hoy, José Luis Rodríguez Zapatero se encuentra entre la espada y la pared. LES ECHOS. 15-2-2010 EEUU. The Washington Post Déficit de coraje Todos los estadounidenses –en este caso, también un montón de gente en China–, esperan que la Comisión de responsabilidad fiscal que el presidente Obama planea dar a conocer el jueves tenga éxito en la tarea asignada: conseguir reducir el déficit al 3% de la economía en 2015 . Algo tiene que hacerse para que la situación fiscal esté bajo control, más temprano que tarde. Nadie debe hacerse ilusiones acerca de los numerosos obstáculos para el éxito de la Comisión. La dificultad no es tanto encontrar la manera de lograr el objetivo –los impuestos tendrán que ser aumentados y el gasto en prestaciones limitado– como tener la voluntad política para inflingir este dolor. Lo que exigirá una mayor altura de miras de las tres partes implicadas en la transacción –el presidente Obama, republicanos y demócratas del Congreso– de la que han demostrado hasta ahora. Empezaremos con los republicanos del Congreso, porque su participación es esencial y poco probable. La comisión, que estará encabezada por el demócrata Erskine Bowles B., ex jefe de gabinete del presidente Bill Clinton, y el republicano Alan K. Simpson, ex senador de Wyoming, está estructurada para requerir la aceptación de los legisladores republicanos, porque los representantes que nombren es la clave de si la super-mayoría requerida –14 de 18 miembros– se podrá alcanzar. El líder de la minoría del Senado, Mitch McConnell (Kentucky), cambió su opinión y votó en contra de la legislación para crear la Comisión, la respuesta del líder de la minoría en el Congreso, John A. Boehner (Ohio), ha sido de desdeñosa. Esto no augura nada bueno, pero esperamos que estos líderes se encargarán de aparcar el partidismo y la ideología y haya un número de legisladores serios dispuestos a abordar este grave problema. A continuación, el presidente Obama. Su promesa de no aumentar los impuestos a cualquier persona que gane menos de 250.000 dólares al año fue irresponsable cuando la hizo, y aún más irresponsable es ahora, con la economía llena de cráteres y la deuda congestionada. No hay forma de llegar a la meta marcada por el presidente sin aumentar más los ingresos, no hay manera de obtener esa cantidad de dinero simplemente mediante la acumulación de impuestos a los más ricos o cerrando los resquicios empresariales. Los recortes de impuestos de George W. Bush se terminarán a finales de año. La Comisión debe abordar si deben ser renovadas y, más ampliamente, si el sistema debe ser ajustado para incluir alguna forma de impuesto sobre el consumo. La Comisión podría conceder a Obama la excusa para zafarse de sus promesas de campaña. Pero si no funciona, el presidente tiene que presentar su propio plan y conseguir el doble éxito político de aumentar los impuestos y recortar el gasto. Será necesario realizar cambios en la Seguridad Social y el Medicare, mediante una combinación entre el aumento de la edad de jubilación, la evaluación de los medios económicos para obtener pensiones y el ajuste de la fórmula a la inflación. Un asunto en el que el presidente tendrá que responder a la pregunta de si fue sincero cuando dijo que su gobierno sería el que finalmente abordaría el desorden fiscal, sin importar las consecuencias políticas. Por último, los demócratas del Congreso. Al igual que la Comisión no funcionará si los republicanos no ayudan al principio, será una pérdida de tiempo si su producto no se somete a votación. Los líderes de la Mayoría en el Senado, Harry M. Reid (Nevada), y en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi (California), están confiados en que la comisión pasará la votación en el hemiciclo después de las recomendaciones que hicieron en diciembre. Pero lo mejor que la portavoz Pelosi podría hacer es asegurar aquello de, "mi impresión es que lo que dijo el presidente cuando vino a defender las recomendaciones de la Comisión hará que el Senado lo apruebe". ¿Será eso suficiente para persuadir a cualquier miembro de la Comisión a arriesgar su vida política? THE WASHINGTON POST. 18-2-2010

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