Nos dicen que ya se han creado las condiciones para que «una nueva política» sustituya a la «vieja», vigente desde el 78, abriendo así paso a una regeneración democrática. ¿Pero ese es el cambio que necesitamos, y el que reclaman, más allá incluso de los programas de los partidos con mayor representación, los 11 millones de votos que el 20-D se movilizaron contra los recortes y el bipartidismo?
Es evidente que algunas, o muchas cosas, van a cambiar en lapolítica española. Pero ya Lampedusa sintetizó magistralmente en «El Gatopardo»que en determinados momentos para el poder «es necesario que todo cambie paraque todo permanezca igual».
Ahora se pone encima de la mesa, especialmente por parte dePablo Iglesias, la necesidad de «una nueva transición». Pero en la transiciónoriginal no solo se cambio el modelo político, sino el conjunto del régimen,acabando con buena parte de la «vieja casta franquista». Y a pesar de todosesos evidentes cambios, el resultado final fue un reforzamiento del dominio dela oligarquía, y sobre todo del hegemonismo norteamericano sobre nuestro país,creando las condiciones para nuestra plena incorporación a la OTAN.
Neutralizando, integrando en el nuevo régimen, y más tardepulverizando, al poderoso movimiento popular que luchaba no solo por acabar conla dictadura sino por avanzar hacia un cambio real.
Ahora solo se habla de las esperanzas de cambio que ofreceel final del bipartidismo. Pero se ocultan los riesgos y peligros de que, comoen la transición, nos vuelvan a dar «gato por cambio».
NiWashington y Berlín ni la oligarquía española podían paralizar o borrar elaumento del rechazo a los recortes ni el acelerado desgaste del bipartidismo.Pero sí maniobrar para intentar reconducir ese viento popular hacia límites queno cuestionen los pilares fundamentales de su dominio.
Justocuando tras las europeas del pasado año empezó a expresarse políticamente elviento popular contra los recortes, el relevo en la Corona abría, desde lacúpula del Estado, un proceso de «reformas» controlado que sustituya el viejomodelo bipartidista por otro adaptado a las nuevas condiciones.
Seránecesario ofrecer concesiones, algunas menores otras más importantes, paraalumbrar ese nuevo modelo político todavía en gestación. Bajo la forma de unmayor pluralismo, avances en la transparencia y regeneración democrática omedidas contra la corrupción. E incluso se puede dar cabida a algunasreivindicaciones sociales y económicas. Por ejemplo tal y como plantea PedroSánchez, y que ahora parece que Rajoy se inclina a considerar, una reforma delartículo 135 de la Constitución para, sin cuestionar la prioridad en el pago dela deuda, proteger al mismo tiempo las inversiones sociales.
Perolo que se oculta son los límites de ese nuevo modelo político, lo que deninguna manera se puede cambiar. Se debe aceptar como «ineludible» el euro, ypor tanto acatar en lo sustancial la Europa alemana. Y no son cuestionables ninuestra permanencia en la OTAN ni las bases norteamericanas en suelo español.
Cuandola dirección de Podemos admite que «nuestro objetivo no es la salida de laOTAN», anuncia que «respetaremos hasta la última coma del acuerdo sobre lasbases militares» o presenta como futuro ministro de Defensa a Julio Rodríguez,ex jefe del JEMAD con estrechas relaciones con el Pentágono, está aceptando enlos hechos estos límites.
Tambiéncuando en plena campaña no levanta la voz ante el escandaloso «Informe deVigilancia» publicado por la Comisión Europea, en el que nos exige nuevos y másduros recortes para el año próximo. O cuando «recorta» en su programa lasreferencias a una auditoría de la deuda o la creación de una banca pública conlas cajas rescatadas con dinero público.
TantoPodemos como Ciudadanos, son expresión del movimiento general de rechazo albipartidismo y a las consecuencias del saqueo, y esa es la posición de susbases y votantes.
Peroal mismo tiempo, la línea impulsada por sus direcciones permite la»domesticación» de ese viento popular, eliminando su parte más rupturista yconduciéndolo a «integrarse» en el nuevo modelo sin desbordar los límitesimpuestos por las principales «reglas del juego» del dominio hegemonista yoligárquico.
Antesy durante la campaña electoral ya se ha escenificado los primeros pasos de unnuevo modelo político en el que el viejo bipartidismo es sustituido por un»juego a cuatro», donde todos han aceptado previamente las «reglas del juego».
Peroeste es un nuevo modelo político todavía en gestación, y su alcance y formas vaa depender de lo que suceda en los próximos meses. Y hay un factor»incontrolado» que puede variar o desbaratar los diseños previos: la irrupcióncomo un protagonista político de primer orden de esa marea de 11 millones devotos contra los recortes y el bipartidismo.
Trasel 20-D, y ya con el nuevo mapa político creado por los resultados electorales,vamos a asistir por parte de unos y otros a una catarata de propuestas decambios y reformas. Debemos estar vigilantes para evitar que una vez más «todocambie para que todo permanezca igual».
Yel aspecto principal es que avance, en organización y capacidad de influencia,especialmente entre los sectores más conscientes, una línea como la que haplanteado en estas elecciones Recortes Cero-Grupo Verde, capaz de enfrentarsede verdad al proyecto de saqueo económico, intervención política y aumento dela dependencia militar impuesto desde Washington y Berlín y aceptado por laoligarquía española.
Cogiendocomo centro que no puede haber ningún cambio político real sin redistribuciónde la riqueza, es decir sin obligar a bancos, monopolios, grandes fortunas ycapital extranjero a devolver una parte de sus gigantescas ganancias arrancadasa golpe de un saqueo sistemático al 90% de la población.
Yteniendo claro que tampoco podrá haber redistribución de la riqueza sindefender la soberanía nacional, sin conquistar autonomía para enfrentarse a losrecortes impuestos desde el FMI o la UE o liberarse de una dependencia que nosobliga a convertirnos en peones de la estrategia militar norteamericana.
Estasson las «reglas del juego» y el cambio político que nos interesa a la mayoría.
J.A.
Bocadillo.-
Debemosevitar que, como sucedió en la transición, vuelvan a darnos «gato por cambio»
Para que el parlamento represente de verdad la voluntadpopular
Hace falta una nueva ley electoral YA
La debacle del bipartidismo podía haber sido mucho mayor, yla marea de escaños contra los recortes mucho más amplia si existiera una leyelectoral que permitiera la representación en el Congreso de la voluntadpopular expresada a través del voto.
La actual ley D´Hont fue diseñada en la transición con elobjetivo explícito de «garantizar a gobernabilidad»… protegiendodescaradamente a los grandes partidos y levantando un muro a la entrada denuevas fuerzas en el parlamento.
La circunscripción provincial no solo favorece a lospartidos nacionalistas, sino que perjudica notablemente a los partidos quedistribuyen sus votos entre todo el territorio español.
Mientras al PNV solo le cuesta poco más de 50.000 votosconseguir un diputado, o al PP algo más de 58.000… IU necesita más de 450.000votos para alcanzar un escaño.
Con un sistema proporcional puro y una circunscripciónúnica, donde de verdad todos los votos valieran lo mismo, el PP no tendría 123diputados sino solo 103, ni el PSOE 90 sino únicamente 79. Podemos o Ciudadanos elevarían sus diputadosen 6 y 10, respectivamente. Los casi un millón de votos de IU se traducirían noen dos, sino en 13 diputados, dos más que los obtenidos en 2011. UPyD, dada pormuchos como prácticamente desahuciada, conservaría dos escaños.
Y nuevas formaciones entrarían en el parlamento, como PACMAo NOS -coalición nucleada en torno al BNG en Galicia- representando de verdadla pluralidad del voto.
En estas condiciones de igualdad y democracia, y no desobre-representación ilegítima del bipartidismo, Recortes Cero-Grupo Verdeestaría a menos de 22.000 votos de conseguir un diputado.
Paraluchar contra los recortes y conseguir un cambio político real necesitamos másdemocracia. Empezando por una nueva ley electoral donde el parlamento reflejede verdad lo que han votado los ciudadanos.