Potenciando los linfocitos T residentes

Un mecanismo para mejorar la resistencia al cáncer

El equipo del bioquímico español Miguel Reina identifica una nueva vía de potenciar a los linfocitos T que vigilan y destruyen las células tumorales en los órganos del cuerpo.

Todo ejército tiene asesinos despiadados, máquinas de matar sin hacer preguntas. El sistema inmune no es una excepción: son los linfocitos T citotóxicos. Cuando estas células, maduradas en el Timo (de ahí la T), un diminuto pero importante órgano similar a un manojo de tomillo (Thymus, de ahí el nombre), se encuentran con una célula infectada por un virus o con una célula tumoral, la destruyen sin contemplaciones.

Pero después de cumplir su función citotóxica, un destacamento de linfocitos T se queda a hacer guardia -durante décadas- en el órgano en el que encontraron la amenaza, por si esta vuelve a asomar la nariz. Estas células T guardianas conforman la llamada memoria residente en tejidos.

Y estos linfocitos T residentes son el objeto de estudio de un joven bioquímico barcelonés, Miguel Reina, que dirige un equipo en su laboratorio de la Universidad de California, en San Diego (EEUU). Ha descubierto una manera de fortalecer y activar a estos centinelas celulares y mejorar la inmunidad frente a los tumores y las infecciones. Su descubrimiento se ha publicado en la prestigiosísima revista Nature.

Lo que el equipo de Reina ha descubierto es que cada subtipo de linfocitos T residentes se adapta de manera particular al órgano en el que realizan tareas de vigilante de seguridad, desarrollando diferentes estrategias y rutas bioquímicas en función de si se fijan al intestino, al pulmón u a otro órgano. El barcelonés lo explica a El País con un ejemplo de su propia vida: «cuando estuve viviendo en Alemania, intenté aprender la lengua, y cuando me vine a vivir a San Diego me compré un móvil norteamericano. Son distintos tipos de adaptaciones que te permiten vivir en un lugar o en otro”.

Concretamente, el estudio de su equipo de la Universidad de California se ha centrado en el intestino, analizando uno a uno los linfocitos T residentes. Estudiando sus patrones metabólicos, averiguaron que estas células T tenían potenciada la maquinaria que sintetiza el colesterol. Pero por eso mismo, una dieta rica en colesterol inhibía la eficacia de estos linfocitos residentes, por la misma razón que si un vecino te regala hortalizas, evitas ir a comprarlas a una frutería.

Investigando más profundamente, los científicos comprendieron que un producto intermedio de la ruta metabólica de producción del colesterol, la coenzima Q, era el verdadero objetivo de la adaptación bioquímica de estos linfocitos T residentes en el intestino.

La coenzima Q -también conocida como ubiquinona- es un antioxidante que el cuerpo produce de forma natural, y una molécula necesaria para el funcionamiento de las mitocondrias, las baterías energéticas de la célula. «Los linfocitos T tienen potenciada la maquinaria de producción de colesterol, pero no para hacer colesterol, sino para sintetizar coenzima Q, que aumenta la capacidad de generar energía”, asegura Reina.

Probaron entonces un fármaco existente que incrementa la producción de coenzima Q, el ácido zaragózico A, un producto natural aislado en una muestra de agua del río Jalón, en Zaragoza. Y comprobaron que este compuesto favorecía y potenciaba la actividad de estos linfocitos T residentes en el intestino.

“Las células T de memoria residentes en el intestino son muy dependientes de la coenzima Q, así que es evidente que los tratamientos que lograran aumentar la síntesis de coenzima Q favorecerían su función y, por lo tanto, tendrían un papel antitumoral más destacado”, afirma el inmunólogo Santos Mañes, que cree que el nuevo estudio del equipo de Reina es muy relevante.

Los autores del estudio en Nature son muy optimistas. “Las adaptaciones que hemos encontrado se pueden traducir bastante bien a terapias contra el cáncer en general, porque no solo ocurren en el intestino. Podrían ser útiles contra el cáncer de colon y el melanoma, y es probable que también para otros tipos de tumores», afirma Reina.

Ahora hay que encontrar las claves análogas en otros tipos de linfocitos T residentes en otros órganos. «El reto es estudiar, por ejemplo, las adaptaciones al pulmón, para ver si podemos mejorar los tratamientos contra el cáncer de pulmón. Y lo mismo con el hígado, etcétera”, dice el bioquímico catalán.

“El ambiente del tejido en el que se encuentran cada una de las células T residentes condiciona su programa metabólico. Y condicionar el programa metabólico condiciona su funcionalidad”, resume Santos Mañes

De entrada, y sin tener en cuenta las extrapolaciones a otros órganos y tejidos, esta investigación tiene importantes repercusiones para comprender mejor la relación entre distintos tipos de dieta y la aparición de cáncer intestinal.

“Extrapolando [los resultados del estudio], se podría inferir que una dieta rica en colesterol podría favorecer la generación de tumores intestinales inhibiendo a estas células”, dice Mañes. Y aunque hacen falta más estudios, cabe pensar que incentivar la producción de la coenzima Q podría ayudar a prevenir tumores en el tracto intestinal, sugiere Reina.

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