Un lunes negro que complica nuestro futuro

«Durante la jornada se jugó una partida en dos tableros. En uno, el de los mercados de valores, se medí­a el impacto de la degradación de la deuda estadounidense. El resultado fue que las Bolsas bajaron en todo el planeta. En el otro tablero, el del mercado de deuda, se evaluaba la eficacia de la intervención del BCE para comprar bonos españoles e italianos. La rebaja de un centenar de puntos de las primas de riesgo de ambos paí­ses demuestra que la operación tuvo el efecto esperado.»

Mientras Esaña no consiga mejorar por sí misma va a requerir de ese tipo de ayuda. Y en esa situación de dependencia el BCE va a imponer condiciones. Ya lo ha hecho con Italia. Ayer se supo que Trichet remitió la semana pasada una carta a Berlusconi exigiéndole privatizaciones de empresas públicas y flexibilización del mercado laboral a cambio de comprar bonos italianos. El Gobierno español se negó a comentar si le había llegado una misiva similar. (EL MUNDO) EL PAÍS.- La caída de las Bolsas mundiales parece no tener fin. Ni la intervención del BCE ni el dramático mensaje de Obama para intentar disipar las dudas sobre la economía estadounidense pudieron evitar otra jornada desastrosa. Los mercados de deuda y de renta variable respondieron ayer de forma dispar a los recientes acontecimientos económicos, es decir, la rebaja de la calificación de la deuda estadounidense por parte de Standard & Poor’s y la compra de deuda de España e Italia por parte del Banco Central Europeo (BCE) para estabilizar los diferenciales de ambos países y evitar el riesgo de intervención. Las Bolsas mundiales, incluyendo el Ibex 35, sufrieron grandes caídas porque los inversores descuentan que los ajustes presupuestarios a uno y otro lado del Atlántico (en especial en EE UU) causarán una ralentización del crecimiento económico. EL ECONOMISTA.- La salida adoptada por la autoridad monetaria europea para tratar de frenar la acometida de los inversores a la deuda española e italiana, y que disparó todos las alarmas la semana pasada en Europa, no es una solución óptima, en la medida que la adquisición de títulos de ambos países por el BCE inicia una fase de monetización de la deuda que acabará, como se ha producido en otras ocasiones precedentes, en un proceso inflacionario. La crisis de deuda pública es ineludiblemente la segunda fase de una crisis financiera. La Reserva Federal norteamericana acudió a la monetización desde el primer momento porque no está sujeta a mandato limitativo, como el Banco central Europeo, que ha roto la ortodoxia financiera al mismo tiempo que ha sobrepasado su estricto mandato de contener la inflación. Yesa inflación va a ser la que se desate tras el proceso. Editorial. El Mundo Un lunes negro que complica nuestro futuro EL BATACAZO de Wall Street, las dudas sobre la fortaleza de la economía estadounidense y la advertencia de las agencias de rating a Washington para que acelere los recortes y las reformas obligaron ayer a Obama a comparecer públicamente para intentar transmitir confianza a los mercados. «Esto es Estados Unidos y siempre seremos un país triple A», dijo en alusión a la máxima calificación de la deuda que Standard & Poor’s le retiró el viernes pasado. La intervención de Obama fue decepcionante. Al margen de su proclama patriótica, se limitó a insistir en la idea de subir impuestos y no anunció nuevas medidas. La Bolsa de Nueva York recogió sus palabras cayendo aún más de lo que ya lo hacía. Y es que los datos están imponiéndose a los discursos. En el actual clima de incertidumbre, ayer se conocía un informe de la OCDE que refleja signos de ralentización en las principales economías del mundo. Durante la jornada se jugó una partida en dos tableros. En uno, el de los mercados de valores, se medía el impacto de la degradación de la deuda estadounidense. El resultado fue que las Bolsas bajaron en todo el planeta. El miedo a la recesión mundial y a que EEUU deje de actuar como locomotora de la recuperación se cobró su precio. Entre caídas generalizadas de los parqués, el Ibex volvió a retroceder, esta vez el 2,44%. En el otro tablero, el del mercado de deuda, se evaluaba la eficacia de la intervención del BCE para comprar bonos españoles e italianos. La rebaja de un centenar de puntos de las primas de riesgo de ambos países demuestra que la operación tuvo el efecto esperado. Sin embargo, el alivio que hoy pueden sentir los Gobiernos español e italiano no sale gratis. Debemos ser conscientes de que es el resultado de cruzar una línea roja que nunca antes se había traspasado. Sin ayuda exterior, los mercados de deuda habrían tumbado a España, por lo que bien puede decirse que estamos ante una forma de rescate, encubierta si se quiere, temporal, sin la humillación de ser oficialmente intervenidos, pero rescate al fin y al cabo. Mientras España no consiga mejorar por sí misma va a requerir de ese tipo de ayuda. Y en esa situación de dependencia el BCE va a imponer condiciones. Ya lo ha hecho con Italia. Ayer se supo que Trichet remitió la semana pasada una carta a Berlusconi exigiéndole privatizaciones de empresas públicas y flexibilización del mercado laboral a cambio de comprar bonos italianos. El Gobierno español se negó a comentar si le había llegado una misiva similar. El último anuncio del Gobierno ha sido el de comprometerse a recortar el déficit en 5.000 millones. Parece poco esfuerzo a cambio del auxilio del BCE. Por otra parte, la polémica decisión de la vicepresidenta Salgado de obligar a las grandes compañías a anticipar el pago del Impuesto de Sociedades no ha sido bien recibida. La CEOE aseguró ayer que la medida restará liquidez a las empresas y dificultará su salida de la crisis. Enfrente, Rubalcaba, jugando a suplantar al Gobierno, instó a sindicatos y empresarios a sentarse a negociar para pactar una nueva «política de rentas» que modere salarios y beneficios con la finalidad de ganar competitividad. Su problema es que cuando estuvo en el Ejecutivo hizo fracasar ese acuerdo. Si el domingo se especulaba con la posibilidad de un lunes negro, la realidad vino a confirmar la previsión. En el caso español, haber conseguido que caiga la prima de riesgo de la deuda es un espejismo. No sólo afrontamos el peligro de una recesión mundial, sino que necesitamos hacer nuestras propias reformas para sacar del coma a la economía. Demasiado para un Gobierno que juega los minutos de la basura EL MUNDO. 9-8-2011 Editorial. El País El miedo crece La caída de las Bolsas mundiales parece no tener fin. Ni la intervención del BCE ni el dramático mensaje de Obama para intentar disipar las dudas sobre la economía estadounidense pudieron evitar otra jornada desastrosa. Los mercados de deuda y de renta variable respondieron ayer de forma dispar a los recientes acontecimientos económicos, es decir, la rebaja de la calificación de la deuda estadounidense por parte de Standard & Poor’s y la compra de deuda de España e Italia por parte del Banco Central Europeo (BCE) para estabilizar los diferenciales de ambos países y evitar el riesgo de intervención. Las Bolsas mundiales, incluyendo el Ibex 35, sufrieron grandes caídas porque los inversores descuentan que los ajustes presupuestarios a uno y otro lado del Atlántico (en especial en EE UU) causarán una ralentización del crecimiento económico. La OCDE es de la misma opinión; sostiene que durante 2011 el crecimiento mundial será más lento. La contradicción entre ajuste y crecimiento, cada vez más importante para los inversores, cuestiona, al menos a corto plazo, las expectativas de recuperación mundial. Los mercados de deuda, al contrario, reaccionaron bien al anuncio del BCE. La prima de riesgo española cayó de golpe en 100 puntos básicos (80 al cierre de la jornada) y mejoró la solvencia de la deuda. Algo tendría que ver además el anuncio de un nuevo recorte presupuestario en preparación que, por supuesto, reducirá un poco más la expectativa de crecimiento español en 2012. La deuda italiana sufrió igual suerte, aunque el BCE ha recordado que Italia tiene que aplicar planes de austeridad y un programa de privatizaciones. Pero si era un clamor en Europa que el BCE tenía que actuar comprando deuda española e italiana para evitar la quiebra de la solvencia en ambos países, ¿por qué Trichet no lo anunció el jueves? La explicación es que el BCE está aplicando la táctica de la intervención menos costosa. El jueves pasado intentó transmitir a los mercados que el banco está dispuesto a intervenir; pero la comunicación fracasó porque amagó comprando deuda irlandesa y portuguesa (la opción más barata) y los inversores requerían conocer con exactitud la línea roja a partir de la cual entraría en liza el BCE. Desde el domingo por la noche ya conocen esa línea roja. Ahora bien, la acción de Europa no puede quedarse en la intervención del BCE. Los inversores empezarán a preguntarse rápidamente si el banco se va a limitar a intervenir una sola vez o si lo hará de forma continuada para cortar la especulación. Más prudente sería acelerar la reforma anunciada del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), la que le permite intervenir en el mercado y actuar como un mecanismo de estabilidad de la eurozona. Es mala política que, con los riesgos que implica la permanente convulsión financiera, la reforma del Fondo empiece a discutirse en septiembre. El coste de la ausencia de una autoridad económica europea puede ser insoportable; y no solo para España o Italia, sino para toda Europa. EL PAÍS. 9-8-2011 Crisis deuda. El Economista La compra de deuda española por parte del BCE dispara las expectativas de inflación J. C. de la Pola/ H. F. C. La salida adoptada por la autoridad monetaria europea para tratar de frenar la acometida de los inversores a la deuda española e italiana, y que disparó todos las alarmas la semana pasada en Europa, no es una solución óptima, en la medida que la adquisición de títulos de ambos países por el BCE inicia una fase de monetización de la deuda que acabará, como se ha producido en otras ocasiones precedentes, en un proceso inflacionario. La crisis de deuda pública es ineludiblemente la segunda fase de una crisis financiera. La Reserva Federal norteamericana acudió a la monetización desde el primer momento porque no está sujeta a mandato limitativo, como el Banco central Europeo, que ha roto la ortodoxia financiera al mismo tiempo que ha sobrepasado su estricto mandato de contener la inflación. Y esa inflación va a ser la que se desate tras el proceso. Iniciado el proceso inflacionario, el riesgo es que el BCE, en este caso, encuentre, como ocurrió en la crisis de deuda latinoamericana de los años ochenta, que la inflación es una manera de reducir el precio de la deuda y se acomode a esta situación. Y para corregirlo habrá que recurrir a una subida de tipos. ¿Se habrá situado Europa para entonces en una senda de recuperación consistente? Esa no será ya responsabilidad de Jean Claude Trichet. Por otro lado, los especuladores más agresivos saben que la decisión a trancas y barrancas del BCE tiene sus limitaciones y es coyuntural. La entidad no puede soportar una cartera de activos constituida sólo por papel español e italiano. Únicamente tienen que esperar. La claudicación El presidente del BCE sabe todo eso y es por ello que intentó retrasar lo inevitable, hasta que las presiones de Berlín y París le colocaron entre la espada y la pared. A Trichet no le gusta apartarse del mandato constitucional del BCE. Ya lo hizo al adquirir cédulas hipotecarias a rebufo del estallido de la crisis y, más recientemente, cuando en 2010 empezó a hacerse con papel de los países al borde del abismo. Y, de nuevo, acaba de transigir ante el acoso de los especuladores. Según su obligación original, el banco emisor debe mantener la inflación mediante la política oficial de tipos y, desde luego, iniciativas como la intervención en el mercado secundario están en el arsenal de la entidad. La autoridad monetaria de la moneda única, de hecho, reiteró en el comunicado posterior a la reunión de donde salió la adquisición de títulos españoles e italianos que el objetivo último de la medida radica en "garantizar la estabilidad de precios en la zona euro". Un brindis al sol, puesto que sus secuelas apuntan precisamente en sentido opuesto. Porque lo peor de la iniciativa reside en que los inversores consideren el paso una debilidad implícita del banco respecto al objetivo de contener la inflación. Y, en consecuencia, anticipen que el BCE no se mostrará tan contundente en el futuro para contener el alza de los precios. Instrumentalización Otro de los riesgos que corre la entidad emisora con su iniciativa estriba en la instrumentalización que de ella orqueste la clase política. Los gobiernos comienzan a sugerir que las adquisiciones forman parte del cometido ordinario del BCE. Y se equivocan. Pero continúan dando alas a aquellos que dudan de su independencia. Y de la misma manera, al considerar que no se trata de operaciones extraordinarias, se empiezan a acostumbrar y a pensar que se prolongarán lo necesario para frenar a los especuladores. Y olvidan que la solución no reside en la intervención del BCE, sino en todas las reformas que deben ejecutar para que la economía crezca. A todo esto se suman las divergencias en el seno de la entidad que la decisión acaba de poner negro sobre blanco. Máxime cuando el banco emisor pasa por una institución colegiada que procede de forma conjunta y cohesionada. El ala alemana del banco no quería ni siquiera que se empezaran a adquirir de nuevo bonos irlandeses y portugueses en el marco del programa de recompra. Con lo que se puede inferir fácilmente qué opinan de comenzar a adquirir títulos españoles e italianos. EL ECONOMISTA. 9-8-2011

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