La segunda parte del artículo publicado en Granma por el presidente de la Comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional cubana, Oswaldo Martínez, concluye con una afirmación con la que no podemos estar más de acuerdo. La crisis es «destructora, pero también puede ser creadora, si los humanos la aprovechan, no simplemente para salir de ella, sino para salir del capitalismo que las engendra».
En esta segunda entrega, el autor entra en las conclusiones del G-20 en su asada cumbre de Londres, deteniéndose específicamente en el respaldo que ha recibido un organismo que estaba prácticamente moribundo como el FMI. Según él, los mandatos al FMI no son otra cosa que “el intento de revivir un cadáver y no cualquier cadáver, sino al peor de ellos”. Por cuanto es un organismo al que se puede culpar directamente, como brazo ejecutor de los intereses hegemonistas, imperialistas y monopolistas, de la llamada “década pérdida” de Iberoamérica de los años 80, de la catástrofe que para un buen número de países asiáticos supuso sus directrices tras la crisis del sudeste asiático, o de la crisis de la deuda externa que condujo directamente al corralito argentino de 2001. En otro orden de cosas, el Wall Street Journal continúa señalando persistentemente cómo todas las esperanzas de los plutócratas norteamericanos están puestos en el crecimiento de China como único motor posible para ayudarles a salir de la recesión. En su edición de hoy, comenta cómo el paln de rescate del gobierno chino de 585.000 millones de dólares es el único de todo el mundo del que se están viendo resultados reales y tangibles. Según el diario, mientras que para que los planes de estimulo puestos en marcha por Obama empiecen a hacer sentir sus efectos se necesitarán por lo menos 9 meses, los del gobierno chino lo hacen en 9 semanas. El dinamismo y la competitividad de la economía china, sabiamente combinado con una dirección centralizada y una planificación estatal, está demostrando tener una capacidad desbordante. Nadie sabe cuándo ni cómo terminará la crisis. Pero lo que es seguro es que, tras ella, la economía china habrá alcanzado una fortaleza impensada hace sólo unos años. Cuba. Granma ¿HASTA CUÁNDO? ¿HASTA DÓNDE? (2) Oswaldo Martínez (…) La Cumbre del G-20 en Londres agregó otra pieza de convicción para entender cómo la desorientación guía las decisiones de los principales gobiernos que proclaman enfrentar la crisis y aseguran poder vencerla. De esa Cumbre sobresalen dos resultados: la resurrección del FMI y el planteo de una nueva retórica "regulacionista" que contrasta con la anterior retórica del "libre mercado" y convierte en keynesianos reales o aparentes incluso a los ayer neoliberales. Hasta ahora esa nueva retórica no ha aportado ninguna regulación coherente más allá del proteccionismo comercial y financiero expresado en comprar sólo a empresas nacionales y darles crédito solo a ellas. El papel central concedido al Fondo Monetario Internacional es el intento de revivir un cadáver y no cualquier cadáver, sino al peor de ellos. Es insensato triplicar los recursos manejados por el FMI y convertir a esta desprestigiada institución en centro ejecutor de un supuesto plan concertado entre los grandes de la globalización, para sacar a la economía mundial de la crisis. Esa institución es el símbolo mayor de la política de ajuste neoliberal, de la ortodoxia monetarista más estrecha y de la rigidez doctrinal ante el desarrollo de los países pobres y el manejo de crisis económicas. En América Latina su nombre se asocia a la "década perdida" de los años ochenta, a la crisis de la deuda externa y la imposición del ajuste neoliberal para sacrificar el desarrollo al pago de la deuda y establecer el neoliberalismo como triste lastre en casi toda la región. En los años de la crisis asiática (1997-1998) el FMI desempeñó un destacado papel en agravarla al eliminar las restricciones a los movimientos de capitales especulativos, colocar erróneamente a la inflación como el problema a resolver, recortar el gasto público necesario para compensar la caída y entregar miles de millones de dólares no al rescate de las economías en crisis, sino a tapar las pérdidas de empresas financieras de países desarrollados. Nada ha cambiado en esencia en el FMI, bien conocido por sus gruesos errores de política y su reaccionaria ideología. Los acuerdos con el FMI siguen teniendo como base la contracción del gasto público, el aumento de la tasa de interés y la reducción salarial; recetas todas venenosas en un contexto de crisis global. Hasta la absurda decisión revitalizadora del G-20, el FMI se encontraba agonizando, bajo la influencia de una triple crisis: institucional, de financiamiento y de pensamiento. La crisis institucional era evidente en la renuncia el pasado año del español Rodrigo Rato como director gerente, en una acción entendida como el abandono de un barco que se hunde. La crisis de financiamiento era grave y se basaba en que varios países —hastiados de la condicionalidad y rigidez del FMI— decidieron liquidar sus deudas con esa institución y no aceptar nuevos préstamos de ella. Venezuela, Argentina, Brasil, Tailandia, Indonesia lo hicieron, y otros países prefirieron no contraer nuevas deudas con el Fondo. Esto provocó una crisis financiera a la institución, pues sus ingresos dependen del cobro del servicio de sus préstamos y debe sostener una abultada nómina de miles de bien pagados empleados, comenzando por su director gerente que gana medio millón de dólares libres de impuestos al año. La crisis de pensamiento es la crisis del neoliberalismo, que en el FMI adquiere la forma extrema de ortodoxia monetarista. Es a esta institución fallida, absolutamente antidemocrática, donde Estados Unidos tiene poder de veto en las decisiones, donde dos terceras partes de los puestos del Directorio permanecen invariables en manos de norteamericanos y europeos, a la que el G-20 asigna el papel central en el plan para dejar atrás la crisis económica global (…) Mientras tanto, la crisis continúa su curso destructor. A fines de marzo Obama creyó encontrar "ligeros signos de mejoría" al disminuir levemente los pedidos de subsidio por desempleo, pero los datos dados a conocer en la primera semana de abril sobre la disminución de las ventas minoristas en la economía de Estados Unidos, altamente dependiente del consumo, borraron la pequeña luz de esperanza y trajeron de nuevo la dura realidad de una crisis que no revela hasta cuándo podrá durar y hasta dónde alcanzará su intensidad. Comienza a perfilarse en la realidad económica de Estados Unidos una peligrosa combinación de factores que podrían marcar una fase más aguda aún: es la combinación de la paralización del crédito, y la disminución de la demanda solvente que puede abrir paso a la deflación, esto es, al descenso generalizado de todos los precios en una espiral depresiva que en la crisis de los años treinta significó la mayor intensidad y crudeza de ella. En ese país se está acumulando una gran masa de dinero por vía de la emisión y el crecimiento de un enorme déficit fiscal, en tanto que el crédito continúa paralizado. Los bancos no dan crédito y ciertas empresas todavía no en quiebra tampoco quieren pedirlo, porque ante la desaparición de la ganancia y el recorte de la demanda solvente, no se sienten estimuladas a producir y prefieren atesorar o congelar el capital en forma de dinero, en una actitud de espera. Algo similar ocurre a nivel individual, pues los consumidores que aún conservan sus ingresos, no quieren endeudarse para nuevas compras, prefieren ahorrar lo que antes gastaban con creces y el resultado es una caída generalizada de la demanda y la deflación consiguiente. Esa deflación no significaría ventajas para los trabajadores por la reducción de los precios de sus medios de vida, porque el descenso incluye sus salarios, los que generalmente caen con mayor velocidad. La crisis de 1929-1933 duró cuatro años, aunque en rigor, diez años después, en 1939, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, no se habían recuperado del todo los niveles de actividad económica de 1928. Solo la destrucción ocasionada por la guerra y la posterior reconstrucción, fueron capaces de dejar atrás la crisis. La actual recesión no tiene que seguir el mismo patrón de duración, pero la historia sirve para refutar a los que siguen sosteniendo que en unos meses todo volverá a ser como antes. Es mucho más complicado pronosticar el curso de una gran crisis económica capitalista, que el curso de un huracán tropical. No existen radares, barómetros o modelos matemáticos que abarquen la enorme complejidad de este fenómeno en el cual convergen y estallan las contradicciones de fondo del capitalismo, las políticas económicas que las agravan, la suicida agresión que el lucro del capital le hace al medio ambiente global, en el vórtice de una crisis que no es una más, sino la más grave de todas. Ella es destructora, pero también puede ser creadora, si los humanos la aprovechan, no simplemente para salir de ella, sino para salir del capitalismo que las engendra. GRANMA. 27-4-2009 EEUU. The Wall Street Journal UN IMPULSO DESDE CHINA James T. Areddy y Timothy Aeppel Una vez más, China podría perfilarse como el motor del crecimiento para las empresas de Estados Unidos. Un número cada vez mayor de compañías, desde fabricantes de neumáticos y máquinas excavadoras hasta cadenas de comida rápida, se están beneficiando del programa de estímulo del gobierno chino, de 585.000 millones de dólares. Tan sólo 11 días después de que el gobierno chino aprobara un proyecto de 930 millones para puentes y autopistas, ya habían empezado las obras. Esta velocidad es clave para los fabricantes de maquinaria de EEUU, que le venden a ese mercado y no se están viendo beneficiados tan rápidamente por el paquete de estímulo de EEUU. El presidente de Caterpillar Inc., James Owens, dice que las ventas de excavadoras de la firma en China habían retomado niveles récord en los últimos meses. El ejecutivo agrega que China sigue teniendo una gran necesidad de infraestructura y puede empezar a trabajar en ello con mucha más rapidez que proyectos similares en EEUU. "La diferencia es como de nueve meses (en EEUU) comparado con nueve semanas" en China, señala. Asimismo, China parece ser uno de los pocos mercados con noticias positivas para la industria del acero. Aunque la industria siderúrgica en EEUU está sufriendo por los problemas en la industria automotora y de la construcción, Lakshmi Mittal dijo el miércoles que el paquete de estímulo chino finalmente está empezando a aumentar la demanda de acero. El aumento de la demanda en China ayuda a las siderúrgicas, incluso a las que no tienen plantas en China, porque evita que el acero producido en exceso en China inunde los mercados globales y deprima los precios. China se está perfilando como la principal esperanza para muchos productores de EEUU. "La expectativa es que China se convierta en un motor de crecimiento para impulsar a la economía global a que supere esta recesión, tal y como EEUU fue el motor de crecimiento que llevó a la economía global a superar el colapso de las puntocom", dijo Daniel Meckstroth, economista en Manufacturers Alliance/MAPI, un centro de políticas públicas de Arlington, Virginia. Meckstroth apuntó que China tiene amplias reservas de divisas que puede gastar para estimular la economía, sobre todo en proyectos de infraestructura. China también está fomentando el consumo interno, los que también ayuda a los fabricantes nacionales y extranjeros. "Los chinos están gastando más en productos de mayor valor añadido, autos y electrodomésticos. Eso aumenta la demanda de componentes y materiales. Y ya que las cadenas de suministros están unidas, mejora la demanda para muchas compañías incluso en EEUU". De hecho, Goodyear Tire & Rubber reportó un record de ventas de neumáticos en China en marzo y Yum Brands Inc., dueña de las cadenas de comida rápida KFC y Pizza Hut, dijo que abrió 98 nuevos locales en China en el primer trimestre y planea otros 475 para este año. THE WALL STREET JOURNAL. 30-4-2009 Italia. La Repubblica LA BOLSA Y LA MEMORIA DEL SARS F. Rampini Memorias del SARS [virus de la gripe aviar]: los chinos están en mejores condiciones que nadie para evaluar los riesgos de la epidemia de gripe porcina en el ámbito económico-financiero. En 2003, el SRAS -que partió de la región meridional de Guangdong, y se propagó a todo el mundo a través de Hong Kong- condujo a varias semanas de parálisis de la economía china. Algunos distritos de Pekín fueron sometidos a una semi-cuarentena que frenó sus actividades. Muchas multinacionales repatriaron a sus administradores que trabajaban en China, otras suspendieron misiones que llevaban importantes inversiones. El turismo, al igual que el transporte aéreo, se derrumbó. La "suerte" en este caso -junto con una propagación de la infección más lenta que la que se teme ahora- es que la crisis china se produjo en un contexto en el que el resto del mundo crecía. A continuación, sólo pasado el temor del SARS, China fue capaz de engancharse nuevamente al crecimiento mundial con sus exportaciones. Hoy en día, la epidemia de peste porcina, ha aparecido mientras que todo el mundo está en recesión. Por eso las Bolsas de Asia temen una repetición de 2003 elevada a la enésima potencia. Continúa -lento y cauteloso, pero implacable- la disociación de China del dólar. La última señal es el fuerte aumento de las reservas de oro del banco central de Pekín. Un aumento que ha contribuido a revitalizar el precio del metal amarillo en los mercados mundiales, sobre todo porque los chinos han hecho públicas las compras de oro. Fue, de hecho, el Director General de divisas de Pekín, Hu Xiaolian, quien reveló que el total oficial de reservas de oro han aumentado a 1.054 toneladas, desde 600 toneladas en 2003. El renminbi está en máximos frente al dólar, como efecto de estos signos de progresiva diversificación de las reservas de divisas de China. Otra manifestación de la toma de distancia respecto al dólar es la presión de China (…) para que el Fondo Monetario Internacional se financie a través de la emisión de bonos en los mercados internacionales. Pekín estaría dispuesto a suscribir algunas de estas obligaciones, cumpliendo así el compromiso de refinanciar el FMI y participar en el rescate de varios Estados en peligro de quiebra. Pero Estados Unidos se opone a la opción de los bonos y hubiera preferido una refinanciación directa de los préstamos del FMI, con un aumento de la cuota de capital por parte de los Estados que tienen los medios para hacerlo, como China. De hecho, visto desde Washington, la llegada del FMI como emisor de bonos en los mercados mundiales introduce un elemento de competencia para el Tesoro norteamericano, que deberá colocar cada vez más emisiones de sus títulos de deuda. LA REPUBBLICA. 28-4-2009