Selección de prensa nacional

Un G-20 fértil

Como dice hoy el diario El Mundo, el G-20 ha puesto la música, que a ellos les suena bien, pero ahora falta la letra que es el desarrollo de los acuerdos, donde va a estar el quid de la cuestión. También mucha cautela en la prensa española, en la que bajo titulares engañosamente optimistas se desarrolla la misma prudencia que en la prensa internacional.

Parece que rácticamente todo el mundo se conforme, de momento, con que en la cumbre no se hayan producido serios encontronazos, haya primado un clima de aparente consenso y disposición a buscar fórmulas de acuerdo y se haya sentado algunas cuestiones importantes, pero no decisivas, ni para enfrentar la crisis ni para hacer frente al problema de fondo: el desequilibrio entre la nueva realidad del mundo y las viejas instituciones, reglas y sistemas que ya no representan ni sirven a esta realidad. Editorial. El País UN G-20 FÉRTIL La cumbre del G-20 (los 24 países más ricos, que representan más del 80% de la riqueza global) logró ayer un consenso que abre fértiles posibilidades para encarar la recesión mundial y la reforma de la arquitectura financiera internacional creada tras la Segunda Guerra Mundial. A diferencia de la cita de noviembre, los compromisos de ahora son más claros, incluyen cifras vinculantes y calendarios muy precisos. La secuencia y densidad de estas convocatorias revelan que la revisión de Bretton Woods, o sea, el esbozo de una suerte de Gobierno económico global, se perfila como un prolongado proceso acumulativo de decisiones. Ello permite abrigar la esperanza de que el diseño sea más inclusivo (de los países emergentes) y más irreversible (a fuerza de concitar mayor esfuerzo al fraguar los consensos) que el de los años cuarenta. El eje franco-alemán impuso ayer como un rodillo su afán de priorizar la regulación financiera: habrá lista de paraísos fiscales rebeldes; se regularán los fondos de alto riesgo o hedge funds (sólo los de mayor tamaño) y las agencias de calificación; se crearán colegios de supervisores… Como líder del eje anglosajón, el presidente Obama cedió, decayendo en su pretensión de que los países desarrollados dotasen de mayor ambición a sus paquetes de estímulo fiscal. Pero esa concesión le permitió encabezar el éxito de su primera cumbre internacional. Es obligado que esos mayores estímulos y esa regulación más severa vayan de la mano en el terreno de los hechos. Esta crisis necesitará una inyección de ingentes recursos públicos adicionales, pero sería inútil y escandaloso dispensarlos sin que unas nuevas reglas eviten que se dilapiden o favorezcan la inmunidad de quienes siempre saben eludir los controles. Destaca también el reforzamiento del FMI, al que se le triplican los recursos (aspiraba sólo a duplicarlos) y al que se le adelanta la fecha de reforma, de 2013 a 2011, bajo el principio de que su director gerente será elegido en función de sus méritos y no por ser europeo (o norteamericano, como es el caso del Banco Mundial). Lo primero resalta la toma de conciencia de que la crisis, contra algún augurio inicial, ha contagiado severamente a los países en desarrollo, a los que se destinará lo esencial de esa suma. Lo segundo es un compromiso hacia los nuevos actores globales (China, India, Brasil…) de que su protagonismo se traducirá en cuotas de poder. El acento sobre el papel supervisor del FMI y el nuevo bautismo del Fondo de Estabilidad Financiera (ahora, "Consejo", en el que España participa) balizan la incipiente nueva arquitectura. Los líderes también endosaron la carrera de tipos de interés bajos emprendida por los bancos centrales. Ayer mismo, el BCE la subrayó con una nueva reducción, que las autoridades españolas deberían aprovechar para urgir su inmediato traslado a los créditos e hipotecas de los clientes bancarios. Porque puede reanimar la demanda en el marco de una recesión que sigue agravándose, como indica la última cifra del desempleo (3,6 millones), aunque a ritmo más suave. Este dato aumentará la morosidad, perjudicando la solvencia del sistema financiero. Dos nubes ensombrecen el resultado de Londres: el corto ímpetu antiproteccionista -con una mención de trámite a la ronda de Doha y una incitación a deshacer las medidas antiliberales ya adoptadas- y la levedad del control sobre las remuneraciones de los altos ejecutivos de las empresas que han sido inyectadas con fondos públicos. Los líderes del G-20 han estado a la altura: especialmente Merkel y Sarkozy, pero también el organizador, Gordon Brown; Obama, como principal estrella, y los demás. Así lo han leído también los mercados en sus primeras reacciones. EL PAÍS. 3-4-2009 Editorial. ABC ESTA CRISIS SEGÚN EL G-20 LA cumbre del llamado G-20 ha puesto de manifiesto la existencia de dos tendencias entre los principales dirigentes del mundo a la hora de enfocar las posibles soluciones a la crisis financiera global. Unos, liderados esencialmente por Estados Unidos, insisten en la necesidad de los estímulos económicos y fiscales a modo de adrenalina para hacer que la economía vuelva a latir con fuerza. Otros creen que ya se han inyectado bastantes incentivos y que ha llegado la hora de afrontar las necesarias reformas en la regulación de los mercados financieros, para evitar que las ayudas que se han sembrado sigan el mismo camino que nos llevó a la crisis. La primera opción tiene un inconveniente nada desdeñable, que es su transformación en deuda: todo el dinero que ahora se brinda alegremente a los bancos sale de las arcas públicas y deberá ser devuelto en el futuro; es decir, de alguna manera, se están socializando las pérdidas generadas por una gestión cuando menos frívola en la mayor parte de las entidades financieras afectadas. El inconveniente de la regulación radical es que se puede transformar fácilmente en proteccionismo, y llevar a un nuevo bloqueo de las finanzas, a través de un exceso de normativas. La primera opción —seguir con los incentivos— ha sido defendida por el demócrata norteamericano Barack Obama y por el laborista británico Gordon Brown. La segunda la han abanderado el francés Nicolás Sarkozy, gaullista, y la democristiana alemana Angela Merkel. La tentación de hacer una lectura ideológica del debate nos llevaría a la conclusión de que la reunión del G-20, que acordó incrementar los recursos del FMI en 500.000 millones de dólares, el triple de los actuales, ha sido, sobre todo, una batalla política, que sería lo peor que podría pasar. La solución para la crisis —si se puede encontrar en los acuerdos de una reunión como ésta— debe ser una combinación de ambas tendencias, teniendo en cuenta que cada país tiene sus propias características. Lo que en Europa gastan los gobiernos para pagar las prestaciones por desempleo es dinero público que se inyecta en la economía, aunque no se contabiliza igual en Estados Unidos, donde los sistemas de protección no existen. Pero lo que no pueden seguir ignorando ni unos ni otros es la necesidad de una catarsis en un sistema financiero internacional basado hasta ahora más en la codicia que en la gestión prudente y razonable ABC. 3-4-2009 Carta del director. La Vanguardia MEJOR DE LO ESPERADO LA cumbre del G-20 que se cerró ayer en Londres satisfizo a todos y de ello hay que felicitarse, aunque deberemos esperar unos días para saber qué hay con exactitud detrás de la letra pequeña de los documentos aprobados. Además, habida cuenta de un cierto clima pesimista en los prolegómenos de la cumbre londinense y del temor a su fracaso, el acuerdo alcanzado debería servir para hacer frente con más energía a la crisis económica mundial. El pulso entre Estados Unidos y Europa cayó ligeramente del bando del Viejo Continente, sobre todo al no conseguir el presidente Obama la aprobación de un plan global de estímulos fiscales similar al que ya ha autorizado su Administración. A cambio, salió adelante la inyección de un millón de dólares para reforzar los recursos para el FMI y el comercio internacional, medidas bien vistas por los norteamericanos. Los europeos que querían salir del G-20 con fuertes medidas supervisoras en las instituciones financieras tienen también su reconocimiento, al ampliarse la regulación, que incluirá por primera vez los fondos de alto riesgo, e iniciarse el camino hacia el fin del secreto bancario y de un mayor control a las agencias de calificación de riesgo. Los grandes discursos oídos tras la cumbre y las valoraciones tan exitosas hay que entenderlas en el contexto de la tensión que se había desencadenado, aunque es obvio que tal acumulación de mensajes positivos debe contribuir a aportar luz en estos momentos de intranquilidad. Los mercados reaccionaron ayer al alza en todas las plazas en un claro síntoma de que los primeros análisis que llegaban habían gustado. LA VANGUARDIA. 3-4-2009 Editorial. Cinco Días EL G-20 PONE LAS BASES QUE HAY QUE DESARROLLAR Los líderes mundiales reunidos en Londres en el G-20 consiguieron dar ayer una imagen de compromiso a pesar de las diferencias de partida. Y aunque era de esperar que todos calificasen de éxito la cumbre, a tenor de lo finalmente aprobado parecen justificadas ciertas dosis de optimismo. Es cierto que podrían haber ido mucho más lejos, pero también que se han conseguido desatascar medidas concretas, lo que supone un avance respecto al encuentro del pasado noviembre en Washington. Además, todas las delegaciones han colmado en parte sus aspiraciones, por lo que aparentemente no hay ni vencedores ni vencidos. En el campo de la regulación financiera, franceses y alemanes se declararon satisfechos con los acuerdos que amplían la cooperación internacional, aseguran el control sobre las entidades y ofrecen mayor transparencia. El primer ministro británico, Gordon Brown, resumió certeramente el futuro, al menos sobre el papel: ‘Sacaremos a la luz toda la parte del mercado financiero que estaba en la sombra’. Con tal fin, el G-20 ha suscrito el compromiso de que todos los grandes mercados -incluido EE UU, de donde han venido muchos de los males que han desencadenado esta recesión mundial- regularán los hedge funds, demonizados como uno de los instrumentos financieros de menor control y mayor riesgo. Pero el compromiso tiene que desarrollarse en cada país, por lo que habrá que estar muy vigilantes para ver cómo van surgiendo en los diversos mercados los instrumentos que los regulen y supervisen. Europa, con Alemania y Francia a la cabeza, también suma en su haber un compromiso para combatir los paraísos fiscales. Finalmente, el pacto es que la OCDE publicará inmediatamente el listado de los territorios considerados paraísos fiscales o que, simplemente, no colaboran en la lucha contra el fraude. El presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, se mostró exultante con este compromiso y consideró que se trata del ‘principio del fin de los paraísos fiscales’. El gobernante español ha jugado un notable papel en la cumbre, sirviendo de enlace cuando las posiciones de los grandes pesos pesados de la reunión de Londres parecían más enfrentadas. Pero quizá el acuerdo más potente en la regulación de los mercados sea la transformación del Foro de Estabilidad Financiera (FSF) en un Consejo de Estabilidad, un órgano de coordinación financiera mundial en el que estará España. El nuevo organismo se ha de convertir en la práctica en el gendarme financiero planetario, y detectar y denunciar cualquier riesgo en el sistema. Los grandes titulares de la cumbre los van a acaparar las inyecciones de fondos aprobadas en Londres. Americanos y británicos obtuvieron una partida de 1,1 billones de dólares para esgrimir ante sus electorados. De tan ingente cifra, 750.000 millones se los quedará un FMI reforzado que triplica sus actuales fondos. Tan extraordinaria ampliación genera recelos, más que justificados, sobre la estabilidad de algún país emergente, no en vano se aprueban para hacer frente a bancarrotas nacionales. Otros 100.000 millones se los repartirán los bancos de desarrollo regional, en una prueba de cómo EE UU retorna al multilateralismo. El comercio internacional ha sido, de las tres patas, la peor parada. Ante la imposibilidad de relanzar la devaluada Cumbre de Doha de la OMC, se aprobaron 250.000 millones de dólares bajo el vago epígrafe de apoyos al crédito a la exportación o agencias de inversión. Como en el resto de los acuerdos, habrá que esperar a ver en qué terminan. Porque Londres no podía dar más de sí. No se trataba de una batería detallada de reformas de aplicación inmediata. La reforma de los mercados tardará tiempo en funcionar. Pero el G-20 ha puesto cimientos políticos para los cambios y ha dado al mundo una inyección de confianza que se manifestó en los mercados. Ahora corresponde a los expertos dar forma al nuevo modelo. Para ello, al contrario de lo que ocurrió tras la recesión de los años treinta, los líderes no han intentado proteger sólo a los ciudadanos de su propio país. Y eso es ya un gran éxito CINCO DÍAS. 3-4-2009

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