A 25 años de la muerte de V.A. Estellés

Un entre tants

A un cuarto de siglo de su muerte, los versos de Vicent Andrés Estellés siguen vivos en Valencia de una forma inusualmente popular para un poeta.

Estellés es rabiosamente valenciano, un “homenot de Burjassot” que escribe el mundo desde el corazón de L´Horta. Y precisamente por eso, su poesía es traducida a cada vez más idiomas, o se abren cátedras en universidades para estudiar su obra.

Santa Teresa afirmó que “entre los pucheros anda Dios”. La clave del éxito de Estellés es buscar la poesía en lo que otros desprecian como cotidiano, insignificante o vulgar.

El eterno conflicto entre Eros y Tánatos, entre construcción y destrucción, entre vida y muerte, cocina poética por excelencia, adquiere en Estellés una forma personal y poderosa.

No hay reflexiones abstractas. La poesia exige mancharse los pies de barro y masticar tierra. La muerte no es un motivo general, es la muerte concreta de una hija. El amor no es un canon vacío, es el placer donde brilla el sudor.

Y entonces esa muerte y ese amor concretos, que puedes tocar y oler, que existe en cada esquina de la vida, se vuelven, entonces sí, universales. Nos aterran o nos excitan, nos incomodan o nos reconfortan.Quizá su poema más conocido, “Els amants”, es la mejor manera de acercarse a Estellés. Presidido por una cita de Ausiàs March, el gran poeta valenciano del siglo XV (“La carn vol carn”) que encierra toda una visión del mundo. Que se ríe de convenciones (“Jo desitjava, a voltes, un amor educat”), y les enfrenta la realidad (“El nostre amor es un amor brusc i salvatge / i tenim l´enyorança amarga de la terra”). Para concluir desafiante: “No hi havia a València dos amants com nosaltres / car d´amants com nosaltres en son parits ben pocs”.«La clave del éxito de Estellés es buscar la poesía en lo que otros desprecian como cotidiano, insignificante o vulgar»

Estellés no es un poeta al uso. En el prólogo a sus obras completas, Joan Fuster nos recuerda que “en Barcelona, la poesía la hacían personas de otro tipo, individuos con cara de protonotario apostólico, catedráticos, hijos de papá rebeldes, oficinistas orgullosos de serlo. Estellés hace la poesía de una calle de Valencia, del ‘trenet’ de Valencia a Burjassot”.

Estellés quería ser recordado como “el hijo del panadero que hacía versos”. Una sensibilidad que no puede encerrarse en una oficina.

Escritor incansable -publicó más de cincuenta libros, y dejó una enorme cantidad de material inédito-, Estellés se despliega en las direcciones más contradictorias posibles. Es el poeta culto y el popular, el que enarbola la poesía militante (“quiero palabras que me sirvan como piedras”) en “Assumiràs la veu d´un poble”, o el de la no erótica sino vulgarmente sexual en odas dedicadas al pimiento y la berenjena…

Pero sobre todo es el poeta comprometido “a no escribir nada que no sea cierto”. Un compromiso que en poemas como “Coral romput” se transforma en un torrente, caótico y libérrimo, de recuerdos, emociones, deseos, dolores más que íntimos, donde Estellés se abre en carne viva de la forma más desordenada posible, y que poco a poco, sin darnos cuenta, sin saber muy bien dónde vamos, nos engancha, nos conmueve y nos obliga a enfrentarnos a todo aquello que queremos olvidar.«La vitalidad y el poder de seducción de los versos de Estellés deben ser patrimonio de todos»

La obra de Estellés se fraguó en el franquismo, desde el bando perseguido y en una lengua declarada proscrita. Pero su resistencia nunca fue oscura ni triste. Por eso ha acabado ganando, con una difusión que estalló a partir de los años ochenta y que no para de crecer.

Acierta el Instituto Cervantes al contribuir a dar a la obra de Estellés una difusión internacional, y la comisión de Cultura del Congreso al elegir sus versos para conmemorar el Día del Libro, “para dar a conocer las distintas culturas hispánicas en el conjunto de España, sus lenguas y su literatura”.

La vitalidad y el poder de seducción de sus versos deben ser patrimonio de todos.

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