EEUU limpiará de activos tóxicos los bancos

Un billón de dólares para la basura

Obama se ha arremangado para sacar la basura de los bancos. La iniciativa de la Casa Blanca, conocida ya como «plan Geithner» y calificada de «audaz» e «innovadora» por algunos de los más importantes centros de la oligarquí­a financiera norteamericana, prevee un talonario de hasta un billón de dólares para que el Estado -con la colaboración nada desinteresada del sector privado, al que se le ofrecen condiciones muy golosas- adquiera los «activos tóxicos» (derivados de la «deuda basura» que están en el origen de la crisis) y limpie los balances contables de los bancos. El sobreesfuerzo que está haciendo la administración Obama, que esta semana ha anunciado varias medidas de hondo calado para regular el caos de los mercados financieros -como los poderes especiales con los que quiere investir a la Reserva Federal- indican que la gravedad y la hondura que ha alcanzado la crisis en el corazón del capitalismo requieren medidas excepcionales.

Wall Street lo ha celebrado con una subida del 7%, seguido or las bolsas de medio mundo. Y no es para menos. El Secretario del Tesoro, Timothy Geithner, ofrece unas condiciones realmente interesantes a las entidades financieras que quieran participar en el saneamiento de los bancos contaminados por “activos tóxicos”. Aunque la propaganda oficial diga lo contrario, en esencia la cosa es así. El gobierno pone en pública subasta los activos tóxicos –rebautizados ahora con el más correcto nombre de “activos heredados”- . Aquella puja que gane se queda con el lote, pero el Estado va a medias con el comprador. Si con el tiempo las cosas van mejor y el valor de los activos heredados sube, el Estado y el comprador van a medias con los beneficios, pero si la cosa empeora y esos activos pierden aún más valor, el inversor perdería sólo una pequeña parte de lo invertido, y el Estado correría con la mayor parte de las pérdidas. Para poner en marcha la recogida de la basura financiera el Departamento del Tesoro ha anunciado un programa de inversiones públicas y privadas que comenzará con medio billón y podría llegar al billón de dólares. La administración ha remarcado que nadie debe esperar que este plan restablezca el flujo de crédito de la noche a la mañana. ¿De cuanta basura estamos hablando?. Aunque los bancos norteamericanos se cuidan mucho de ser transparentes con sus vertederos se calcula que tienen en sus balances en torno a un billón de dólares –otros hablan de dos billones- en “activos tóxicos”, derivados todos ellos de títulos de “deuda subprime” sobre el que se construyó el fabuloso castillo de naipes financiero que se derrumbó en septiembre. Para sanear esto, “es inevitable que el Estado asuma riesgos”, dice Geithner. Y aunque la subasta impedirá que el estado adquiera los títulos contaminados a un precio arbitrario y sobrevalorado, sino al valor que el mercado quiera concederle según su grado de toxicidad, efectivamente el Plan del secretario del Tesoro no está exento de riesgos. Peligros como que, si la crisis se prolonga y la desconfianza sigue instalada, el dinero público irá a parar –literalmente- a la basura, y aumentando infructuosamente la megacolosal deuda que arrastra la superpotencia. Otra duda que surge es si los inversores privados –primados con estas ventajas- arrimarán lo suficiente el hombro para sacar la basura o si los precios que los compradores de tóxicos ofrezcan en pública subasta no serán tan bajos que impidan sanear los balances de los bancos. De momento las bolsas han acogido con algarabía las medidas de Obama y Geithner, pero el panorama sigue siendo sombrío, muy sombrío. La Casa Blanca sabe que si quiere estimular a los capitales privados en la operación de limpieza, no sólo tiene que ofrecer razonables expectativas de beneficios y un colchón para eventuales pérdidas, sino dibujar en el horizonte algunos rayos de esperanza. Esta es la razón por la cual Obama, seguido por el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke han iniciado una ofensiva propagandística que inyecte confianza en los mercados. El presidente de la `Fed´ anunciaba, con muchas prevenciones, que a finales de 2009 la economía norteamericana iniciaría la recuperación. Y aunque el FMI o el Premio Nobel Paul Krugman nos devolvían a la cruda realidad, no hay duda de que en la cabeza del imperio, los centros de poder políticos están desplegando una serie de iniciativas vigorosas para reconducir el revuelto río de las finanzas. Medidas excepcionales que pasan por dotar de poderes especiales a la Reserva Federal para regulara la economía o exigir a los ejecutivos de AIG que devuelvan en impuestos los fabulosos sobresueldos que se han repartido después de que la aseguradora haya sido rescatada a pulso con dinero público. ¿Quién habría dicho hace unos meses que en el país del capitalismo salvaje por excelencia se iban a tomar tales medidas?

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